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El Gran Juego: los que pusieron y ponen fichas en el tablero de la convulsionada Afganistán

Uno por uno, con sus intereses y su historia en el país ahora bajo mando de El Talibán: Estados Unidos, Rusia, China, Pakistán, India, Turquía e Irán

Por Francisco Alcácer- Télam

En Afganistán se superponen intereses de varias naciones deseosas de acrecentar o preservar su influencia en un país estratégico y rico en minerales que, como en el siglo XIX, vuelve a ser epicentro de un «Gran Juego» de rivalidad y pugna entre potencias.

La reconquista del poder por los talibanes abre un resquicio para que Rusia, China, Turquía e Irán extiendan su influencia en Asia Central en detrimento de Occidente, que podría buscar fortalecer relaciones con India y Pakistán para tratar de equilibrar fuerzas.

Los que juegan el juego peligroso

Estados Unidos

Estados Unidos es el gran perdedor en este reacomodamiento, tras su derrota frente a los talibanes en su guerra más larga, una de las más costosas de su historia.

La primera potencia lideró la invasión internacional de Afganistán en 2001 luego de sufrir los atentados de la red islamista Al Qaeda del 11 de septiembre de ese año.

La operación militar logró pronto derrocar a los talibanes, que daban cobijo a Osama Bin Laden, líder de Al Qaeda, y se negaban a entregarlo.

Veinte años después, sus intentos de estabilizar a Afganistán y derrotar a la insurgencia talibán han fracasado, y la intervención fue perdiendo apoyo entre los estadounidenses.

En 2020, el Gobierno del presidente Donald Trump y los talibanes firmaron un acuerdo de retirada estadounidense.

El actual presidente Joe Biden fue el encargado de aplicarlo, y ha defendido la retirada ante críticos que dicen que la manejó de manera pésima y que debería haberla demorado.

Biden prometió esta semana «alzar la voz» para preservar los «logros» de la intervención en materia de avances democráticos y proteger los intereses nacionales en la región.

Aunque dijo que Estados Unidos ya no tiene nada que hacer en Afganistán, varias generaciones de estadounidenses deberán afrontar los costos financieros de la guerra. El país emitió deuda por unos 2 billones de dólares para pagarla. Y con los intereses, se calcula que ese monto ascenderá a 6,5 billones para 2050.

Al menos 2.448 soldados estadounidenses murieron en Afganistán, así como 3.846 estadounidenses que trabajaban para el Gobierno o el Ejército.

Rusia y China

Tanto Rusia como China intensificaron sus contactos con los talibanes después de que Washington decidiera retirarse de Afganistán.

Moscú, que en la época soviética ocupó Afganistán por una década y luchó contra guerrillas islamistas apoyadas por Washington, ha mantenido abierta su embajada en Kabul y planea conversaciones con los talibanes.

Rusia dijo esta semana que los talibanes estaban «restaurando el orden» en Afganistán, y China que busca relaciones «amistosas y de cooperación» con ellos.

Rusia no tiene frontera con Afganistán, pero sí temores a inestabilidad en la región.

El islamismo radical es uno de los mayores enemigos de Rusia, que libró dos guerras contra él en Chechenia y que aún lo combate en el Cáucaso ruso, en Siria y Libia.

Rusia ve como una amenaza el posible crecimiento en Asia Central del grupo yihadista Estado Islámico (EI), al que aplastó en Siria y que es rival de los talibanes.

Esta semana, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, habló sobre Afganistán con los cancilleres de Rusia y China, Serguei Lavrov y Wang Yi.

Rusia aseguró que Blinken y Lavrov discutieron, entre otras cosas, el acercamiento de Moscú a fuerzas políticas afganas para «ayudar a garantizar la estabilidad y el orden».

China dijo que habló con EEUU de cómo «evitar una nueva guerra civil o un desastre humanitario o que Afganistán vuelva a ser un refugio para el terrorismo».

China comparte una frontera accidentada de 76 kilómetros con Afganistán. Parte pasa por Xinjiang, la única región china de mayoría musulmana, donde operan grupos islamistas y separatistas armados de la etnia local uigur.

Para China, por otro lado, la retirada estadounidense es una oportunidad para reforzar su gran proyecto de la «Nueva ruta de la seda», a la que Afganistán se unió en 2016. Además, Beijing tiene la concesión de la mina de cobre de Aynak, cerca de Kabul, segundo yacimiento mundial.

China, tercera entre los mayores socios comerciales de Afganistán, mantiene abierta su embajada en Kabul, y es aliada de Pakistán, que tiene vínculos de larga data con los talibanes.

Turquía e Irán

La llegada al poder de los talibanes en Afganistán podría convertirse en un dolor de cabeza para Irán y Turquía, dos pesos pesados de la región.

Ambos ven la salida de Estados Unidos como oportunidad para realzar su influencia, pero no quieren un nuevo aluvión de refugiados. Y menos ahora, con el coronavirus.

Ambos acogen ya a muchos refugiados: 3,6 millones de sirios en Turquía, 3,5 millones de afganos en Irán. La tolerancia de sus poblaciones se está agotando.

Además, la pandemia golpeó duramente a Irán, empujando un poco más a este país, ya dañado por sanciones internacionales, a una mayor crisis económica.

En Turquía, se ha frenado el crecimiento económico, base de la popularidad del presidente Recep Tayyip Erdogan, quien dijo este mes que estaba dispuesto a reunirse con los líderes talibanes para tratar de lograr la paz.

El nuevo presidente de Irán, Ebrahim Raisi, sostuvo que la «derrota» militar de Estados Unidos en Afganistán era una oportunidad para llevar la paz al país.

Irán, que comparte con Afganistán una frontera de más de 900 kilómetros, también es una teocracia islámica, como el anterior Gobierno de los talibanes.

Pero en Irán son amplia mayoría los musulmanes chiitas, adversarios de los sunnitas, que son mayoritarios en Afganistán. Los sunnitas talibanes consideran infieles a los chiitas.

Turquía, un país sunnita, es el único miembro musulmán de la Otán. Tiene cientos de soldados en Afganistán y participa en las tareas de seguridad del aeropuerto de Kabul, junto con EEUU. Los talibanes han urgido a Turquía a retirar sus tropas.

Pakistán

Pakistán, un gran aliado musulmán y extra-Otán de Estados Unidos, comparte una extensa frontera y profundos vínculos culturales, étnicos y religiosos con Afganistán.

Fue uno de los escasos países que reconocieron al anterior Gobierno de los talibanes, pero ahora dijo que en esta oportunidad no lo hará sin consultar con sus aliados.

Los talibanes son pashtunes, una etnia musulmana muy numerosa, y millones de pashtunes viven en el oeste de Pakistán, en la frontera con Afganistán.

Muchos líderes talibanes residen en esa zona de Pakistán, donde reclutan a combatientes pashtunes y organizaron la resistencia en Afganistán.

Pakistán es acusado desde hace tiempo de apoyar a esos islamistas radicales y darles refugio. Al mismo tiempo, ha sufrido muchos atentados de los talibanes en su territorio.

Durante décadas, las escuelas coránicas, o madrasas, de Pakistán han sido acusadas de alimentar el islamismo radical adoctrinando a decenas de miles de estudiantes.

Como muchos aspectos de su política exterior, las acciones de Pakistán en Afganistán están moldeadas por sus relaciones con su archirrival y vecino, India.

India

Afganistán ha sido refugio de grupos islamistas paquistaníes que han atacado a India y a sus intereses, así que Nueva Delhi desea estabilizar el país y acrecentar su influencia.

India, una de las economías que más rápido crece, es una gran socia comercial de Afganistán y ha aumentado sus inversiones allí en los últimos años.

Es el mayor donante regional de Afganistán y el quinto del mundo, según la embajada afgana en Nueva Delhi. India ha entrenado a soldados afganos, pero ha mantenido un bajo perfil respecto de sus intereses políticos en Afganistán, y ha buscado venderle menos armas.

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