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El hígado graso como enfermedad silenciosa

El hepatólogo Fernando Bessone afirma que en la gran mayoría de los casos no hay tratamiento, sino dieta y ejercicios.

El hígado graso es un cúmulo de grasa dentro de la célula hepática. La presencia de grasa en la célula hepática varía, pudiéndose tener un 30 por ciento de grasa en el hígado, llegando ese porcentaje, a veces, al 80 por ciento. “Y a mayor cantidad de grasa, se corre el riesgo de contraer una enfermedad progresiva en el tiempo, asociada a una fibrosis que desemboque en cirrosis hepática”, explica el médico Fernando Bessone. Es muy bajo el porcentaje de hígados grasos que devienen en cirrosis hepática, aunque existe esa posibilidad. Con el agravante de que el hígado graso no da síntomas.

Fernando Bessone es hepatólogo, profesor adjunto de gastroenterología en la Facultad de Ciencias Médicas de la UNR, e integra junto a otros especialistas de América latina un grupo de profesionales de referencia que confeccionan las guías para el manejo de las hepatitis virales crónicas. Además es coordinador en el Registro Hispano Latinoamericano de Hepatotoxicidad.

—Al tratarse de una enfermedad silente, ¿cómo llega el paciente a la consulta?

—Porque el clínico detecta el hígado graso a partir de algún análisis de rutina. Y como sabe que a algunos pacientes no les va a ir bien, los manda al hepatólogo. El gran porcentaje nos llega a la consulta al tener alterada alguna enzima revelada en un análisis de laboratorio. El hígado graso no da síntomas, salvo en un porcentaje reducido de pacientes que sí tiene dolor; lo que, en general, coincide con pacientes que van a tener una enfermedad evolutiva. Esos pacientes refieren dolor del lado derecho. El hígado les duele.

—¿Cómo se diagnostica?

—Una cosa es hablar de hígado graso puro, al que llamamos esteatosis, y otra hablar de hígado graso por hepatitis por grasa, llamado esteatohepatitis. El hígado graso puro no tiene inflamación. Puede estar toda la vida así. Probablemente no progrese. Pero el otro porcentaje de pacientes que tiene grasa más inflamación, que ya tiene características de una esteatohepatitis, es decir, hepatitis por grasa, pueden progresar a la fibrosis de distinto grado, incluso a la cirrosis.

—¿El progreso siempre es la cirrosis?

—La única manera de ponerle el rótulo definitivo a la enfermedad incipiente que todavía no desarrolló cirrosis es hacer una punción hepática. Pero si queremos ver fibrosis y cómo va ese hígado dañándose en el tiempo y poniéndose más duro o más chico o con más fibrosis, hoy disponemos de métodos no invasivos con los que se realiza un estudio parecido a la ecografía que se llama “elastografía hepática” y que se dispone en Rosario. A través de ella podemos detectar la fibrosis del hígado.

Factores de riesgo

Existen factores que hacen que se deba tener cuidado. “No es lo mismo un varón flaco y alto, deportista, que tenga un poco de grasa en el hígado, que una mujer diabética que tenga 20 kilos más que su peso normal”, advierte Bessone, y afirma: “Esta última tendrá mucho más riesgo de hacer una enfermedad progresiva en el hígado por la grasa”.

—¿Es ese el perfil del enfermo de hígado graso?

—Es uno de los modelos de mayor riesgo. Después, en el medio, hay otros factores de riesgo como los lípidos altos en sangre, a veces asociados a obesidad y otras veces no. Está descripto un síndrome llamado metabólico, que reúne en un paciente hipertensión arterial, triglicéridos altos e hígado graso. Esos pacientes también tienen riesgo de hacer una lesión hepática.

—¿Qué incidencia tiene el hígado graso?

—En los países asiáticos que cuentan con una población con poca obesidad, el hígado graso tiene una incidencia más baja que la que existe en los países occidentales, de los cuales Estados Unidos se destaca por los hábitos alimentarios de sus habitantes. Además, el hígado graso va de la mano con el sedentarismo y de la dieta hipergrasa.

—¿Se conocen porcentajes en el país?

—Más del 10 por ciento, en el país. Si bien no tenemos estadísticas confiables, algunos hablan hasta de un 20 por ciento.

—¿Qué influencias tiene el consumo de alcohol?

—El factor de riesgo más importante para hacer un hígado graso es el consumo de alcohol. Es importante aclarar que existe un hígado graso no alcohólico (HGNA). Dentro de este grupo, los factores de riesgo son la obesidad, la diabetes, los lípidos altos, la ingesta de algunos medicamentos que aumentan la grasa en el hígado, como es el corticoide. Existen, también, otros factores metabólicos que pueden dar grasa en el hígado.

—¿Y cómo se trata?

—En general, el hígado graso puro no se trata. Se le recomienda al paciente hacer ejercicios y dieta. Hoy hay evidencias que demuestran que dieta más ejercicio son de gran impacto para reducir la grasa dentro del hígado.

—¿Qué tipo de ejercicios?

—Aeróbicos tres veces a la semana. Yo lo veo a diario en el consultorio. El paciente viene con las enzimas elevadas al consultorio y luego de bajar el 5 por ciento del peso corporal, sus análisis posteriores se normalizan. Con eso nos quedamos tranquilos y no sometemos al paciente a estudios innecesarios.

—Usted mencionó en varios momentos de la charla la palabra fibrosis, ¿puede decirnos de ella?

—La fibrosis del hígado no es más que una cicatrización generada por un proceso inflamatorio. El tejido fibroso es una reacción orgánica y queda para toda la vida. Se van formando dentro del hígado tabiques duros que van modulando al hígado y lo va poniendo muy duro; eso es una cirrosis hepática.

—¿Tiene diferentes grados?

—La fibrosis tiene graduaciones, de 1 a 4. Es interesante intervenir en el paciente cuando transita el grado 2, ya que es el paciente que tiene chances de progresar.

—¿Cuál es el porcentaje de pacientes que llega a la cirrosis?

—El porcentaje de pacientes que van a la cirrosis no es alto. Se habla de un 5 a un 10 por ciento de pacientes con hígado graso que pueden llegar a la cirrosis. Si bien el hígado es un órgano muy noble, le recomiendo a todo paciente que tenga un síndrome metabólico (es decir, hipertensión arterial, lípidos altos en sangre, triglicéridos altos, diabético, y un abdomen globuloso con exceso de peso) que visite periódicamente a su médico para que controle la evolución de los valores del laboratorio. Hoy disponemos de buenos instrumentos diagnósticos y tratamientos adecuados. Se ha demostrado en estudios muy serios que dando dos medicamentos y, a veces, uno solo, el hígado graso se puede frenar, en pacientes en los que se demostró que hay riego de una enfermedad evolutiva.

Orígenes e la palabra hígado

La palabra hígado aparece en el castellano por el siglo XIII y deriva del latín vulgar ficatum. En realidad, los romanos recurrían a dos palabras cuando querían referirse al hígado: jecur, por hígado y ficatum, por higo. Habían trasladado la forma en que los griegos lo nombraban: hepar (hígado) sycaton (higo).

La explicación se encuentra en los hábitos alimentarios de griegos y romanos, quienes engordaban con higos a ciertas aves para luego alimentarse con ellas y hacer el patè. Por extensión llamaron al hígado con ambas palabras.

Luego, en el siglo XIII, al pasar al castellano, para abreviar ya que es casi imposible llamar a una cosa, por más importante que sea, con dos palabras al mismo tiempo, prevaleció la palabra más fuerte, en el decir de Salvador Diego Navas, cuyas

“Curiosidades Etimológicas” contienen historias etimológicas. Es así que de las dos palabras latinas, ficatum (higo) se impuso y con el tiempo se fue transformando, junto a los cambios producto de la extensión del nuevo idioma, en hígado.

Como se sabe, hígado es el nombre del órgano, aunque se recurre a hepa-titis para hacer referencia a una de sus enfermedades inflamatorias, a hepa-tocito, cuando se quiere hablar de su unidad celular, y a hepatograma para hacer referencia a uno de sus estudios, donde la raíz remite a las antecesoras jecur y hepar.

Síntomas y factores de riesgo

Los síntomas del hígado graso: dolor en la parte superior derecha del abdomen, malestar general, cansancio, fatiga crónica, sensación de pesadez en abdomen superior y en algunas ocasiones, color amarillo en la piel. Los factores de riesgo que favorecen el hígado graso son el alcohol, diabetes, consumo de algunos fármacos, sobrepeso y aumento de colesterol y triglicéridos.

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