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El hombre que colaboró con Perón en su destino histórico y compartió con él su “día más feliz”

En noviembre de 1972, Juan Manuel Abal Medina fue protagonista de la jornada que lo marcaría para siempre y que para Juan Domingo Perón significó el regreso a la Argentina tras de 17 años de exilio, un acontecimiento que conmovió al país y que el General le describiría luego como su día más feliz

Martín Piqué

En noviembre de 1972, a sus 27 años, Juan Manuel Abal Medina fue protagonista de la jornada que lo marcaría para siempre y que para Juan Domingo Perón significó la concreción de “un destino histórico”, el regreso a la Argentina tras de 17 años de exilio, un acontecimiento que conmovió al país desde la bienvenida en Ezeiza bajo la lluvia y junto a José Ignacio Rucci, y que el propio Perón le describiría luego en un diálogo íntimo como “el día más feliz de su vida”.

Medio siglo después de aquella escena del paraguas sostenido por el entonces secretario general de la CGT y la arenga a mano alzada de Perón en el aeropuerto, Abal Medina –hoy de 77 años– repasó lo que significó que la primera decisión del líder que retornaba del destierro haya sido desobedecer una orden expresa que le había dado un comodoro de la Fuerza Aérea, la de dirigirse al hotel de Ezeiza sin detenerse a saludar.

“Lo primero que hace el General es mandar detener el auto y cuando ve a los 300 compañeros en un corralito que estaban autorizados (a esperarlo dentro del aeropuerto) es cuando baja y se produce la famosa foto. Ahí comenzó todo. Retomó el mando de inmediato y comenzó a indicarnos «Cámpora, tal cosa», «doctor, tal otra». Ya era un jefe total”, reconstruyó el abogado, hombre clave en la sucesión de hechos que hicieron posible el regreso de Perón.

La relación de confianza que Abal Medina construyó con el líder del Movimiento Nacional Justicialista se resume en la cantidad de reuniones que ambos mantuvieron en Madrid “entre fin de enero de 1972 hasta el regreso”, del que ayer se cumplieron 50 años.

Abal Medina fue un actor clave para la estrategia por etapas de Perón

Abal Medina es el autor del libro Conocer a Perón. Destierro y regreso, de reciente aparición, donde revela secretos y anécdotas poco conocidas sobre las maniobras de todo tipo a las que recurrió la dictadura de Agustín Lanusse para impedir, sin éxito, el retorno a la Argentina del presidente constitucional derrocado en 1955: desde provocaciones por los medios (“A Perón no le da el cuero”) hasta un ofrecimiento de 4 millones de dólares para que se quedara en Madrid, que obviamente fue rechazado. En este último caso, Abal Medina relata que el apuntado por Perón fue el dirigente neoperonista de Neuquén Elías Sapag, identificado como el emisario de Lanusse que tanteó con la oferta monetaria, a quien por esa razón el líder ordenó vetar como candidato a gobernador por el Frente Justicialista de Liberación (Frejuli) para las elecciones de 1973. Abal Medina sostuvo que su “adscripción definitiva” al peronismo se “precipitó” por la muerte de su hermano Fernando, dos años menor, a quien vería por última vez a mediados de 1970 arriba de un Dodge conducido por Carlos Capuano Martínez, donde el ideólogo y autor material del secuestro y muerte de Pedro Eugenio Aramburu le dijo: “Matar es terrible, es tremendo”.

Abal Medina evitó hablar del último diálogo con su hermano, salvo con sus padres, hasta que el 20 de enero de 1972 se reunió por primera vez con Perón en Madrid y hacia el final de la visita le contó detalles de esa conversación; tras aquel encuentro, en el que hubo momentos emotivos, el líder del justicialismo comenzaría a encomendarle cada vez más tareas por lo acertados que resultaban sus informes sobre la situación política de las FFAA.

“Para el General, era central tener información completa y le daba una enorme importancia a la objetividad. Yo tenía amistad directa, personal, con oficiales de rango de tenientes coroneles o mayores, y esa información el General no la tenía por otras vías, porque en el rango de oficiales superiores todos se cuidaban mucho”, explicó Abal Medina, quien así se fue convirtiendo en un actor clave –junto a Rucci, Rodolfo Galimberti y Héctor Cámpora– para la estrategia por etapas de Perón. Abal Medina estableció un vínculo de afecto con su jefe político, lo que le permitía en cierta situación preguntarle qué pensaba hacer con el “payaso” de José López Rega sin recibir ninguna reprimenda, o en otro momento –el 26 de septiembre de 1973, en medio de la tristeza de Perón por el asesinato de Rucci– escuchar una confesión íntima del ya presidente en ejercicio: “Ese 17 de noviembre, cuando los vi a ustedes dos y nos abrazamos, fue el día más feliz de mi vida”, le dijo sobre lo que pasó al bajar del avión de Alitalia y pisar otra vez suelo argentino.

Preliminares del regreso

—En el libro cuenta que a fines de 1971 usted plantea en un documento que era necesario que el peronismo diera un paso a una nueva etapa, generar un hecho político: el regreso de Perón al país. Eso lo leen Cámpora, (Antonio) Cafiero y Rucci, y se lo mandan a Madrid.

(A.M)—Sí, es un informe de fines del 71, en el cual hago un balance del cuadro de fuerzas y veo que el General ya ha logrado empatar la situación y estaba en condiciones de buscar una definición. Y la definición de una situación de conflicto uno la busca siempre en el terreno donde es más fuerte. Había que ir al terreno más fuerte para el peronismo, que era el número. Todo tenía que confluir en conseguir elecciones lo más abiertas que se pudieran. Pero, claro, la correlación de fuerzas no nos iba a permitir elecciones sin restricciones.

—Lanusse intentaba una normalización institucional pensada para que el peronismo perdiera las elecciones.

(A.M)—Claro. La idea era que el peronismo podría ser derrotado si Perón no era candidato, el balotaje del 50% y sacándonos un pedazo por izquierda con el frente de la Alianza Popular Revolucionaria, en el que seguro tuvo que ver la Unión Soviética porque estaba en graves problemas y Argentina era el gran surtidor de trigo de ellos. Perón recibe dos versiones de ese borrador y me manda a decir que me espera en Madrid. Le llamó la atención de parte mía tanta información, que luego se verificaba correcta, del área militar y del área sindical. Ese informe había sido una composición política que había preparado con el apoyo de Luis Rivet, quien había sido director de <Azul y Blanco< (semanario periodístico de línea nacionalista) después de Marcelo Sánchez Sorondo (uno de los primeros editores en publicar <Operación Masacre<). Por mi forma de ser y por mi formación, yo no le ponía ninguna tendencia para pasársela al General. Así comencé a colaborar con Perón en diversas tareas, lo cual con la práctica me lleva a la conducción del movimiento. Y eso se hace público cuando me designa secretario general (del Movimiento Nacional Justicialista).

La victoria de que Perón volviese al país

—Tras su regreso al país, Perón promueve un acercamiento con el radicalismo. ¿Hubo chances reales de una fórmula compartida con Balbín?

(AM)—Creo que existió. Pero estamos hablando del 72, no del 73 (por la campaña electoral de las elecciones del 11 de marzo de ese año).

—¿Fue Raúl Alfonsín uno de los principales boicoteadores a esa fórmula conjunta de peronistas y radicales?

(AM): Es el momento de la reunión en un restaurante de Vicente López, a la que asistieron 28 partidos políticos, con la presencia de Perón. El intento de que el radicalismo levantara la cláusula proscriptiva no iba a suceder, salvo que hubiera un acuerdo, pero a eso el radicalismo lógicamente no se plegaría porque era darle el Gobierno directamente al peronismo. En todo ese proceso, habían sido claves el levantamiento montonero, con la juventud radicalizada que por entonces expresaban muy bien y superestructuralmente Rodolfo Galimberti y su grupo. En mayo de 1972, el General me había dicho que tenía tres alfiles: en la relación con el mundo político, Cámpora; un alfil en el movimiento sindical, que era Rucci; y un alfil en la movilización juvenil, Galimberti. Perón a cada uno le daba un trato distinto: y a los únicos que les decía “m’hijo” eran a Rucci y Galimberti, a los dos los quería mucho.

—Se cumplieron 50 años del regreso de Perón, para el que usted trabajó mucho. ¿Qué significó para el país?

(AM)—Fue una victoria única en la historia argentina. Porque todos nuestros grandes hombres murieron en el exilio, afuera del país, y el General pudo volver. San Martín murió en Boulogne Sur Mer, Rosas en Gran Bretaña y Artigas en Paraguay. Perón pudo lo que no lograron otros jefes populares de la Argentina.

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