El 8 de mayo del año pasado Hugo Capacio estuvo muerto durante 13 minutos. Él no lo recuerda, pero repite lo que le dijeron los médicos. Habían pasado 5 años del femicidio de su hija Dayana cuando recibió un audio por whatsapp donde el ex novio de ella le contaba cómo la había matado. Al día siguiente lo internaron por un infarto. Le pusieron cuatro stent en el cuerpo y lo echaron de la empresa constructora donde trabajaba supervisando montajes electromecánicos. Le dijeron que era riesgoso que recibiera una descarga eléctrica. Vendió dos autos y en la actualidad vive de changas. Toma cerca de 13 pastillas por día y hace unos meses le diagnosticaron un tumor en el hígado.
“Todos terminamos enfermos. Tenés dos opciones: o tirarte en la cama a llorar o salir a lucharla. La lucha es un alivio. Me ayudó a llegar hasta acá”, le contó Hugo a El Ciudadano.
Dayana tenía 17 años cuando la encontraron muerta en un monte de General Lagos, a minutos de Rosario. La ex pareja, Maximiliano T. la había estrangulado, acuchillado y después incinerado. Fue condenado a 23 años por homicidio calificado por ensañamiento y portación de arma de fuego.
Después del femicidio de su hija, la vida de Capacio cambió. Acompaña a familiares de víctimas a hacer trámites en la Justicia, da charlas sobre violencia y se reúne con organizaciones de mujeres y con autoridades municipales y provinciales. También acompaña a víctimas a salir de la casa. “No mido los riesgos. Mi vida se transformó para ayudar a los familiares o a las víctimas”, agregó.
Vuelta de página
Capacio está parado sobre el borde de la mesa del comedor de su casa. Cuenta a El Ciudadano cómo cambió su vida después del femicidio de su hija Dayana. No se sienta. Parece siempre en alerta. Interrumpe la charla y revisa el Facebook y los mensajes del celular donde lo invitan a conferencias y reuniones sobre violencia de género. Los recuerdos de su hija se mezclan con los achaques a la Justicia. Cruza los brazos. Los apoya sobre el borde de la mesa y reclina el torso hacia adelante. Como si le pesaran los hombros, como si quisiera descansar sin animarse.
El hombre de 54 años estudió en el colegio San José de donde salió con el título de experto calificado en electricidad. Dos años después fue a trabajar a San Francisco, Córdoba, donde vivió durante 18 años. Regresó a Rosario donde trabajó hasta el año pasado en una constructora haciendo planos, cálculos, trabajos de electricidad y supervisiones.
A los 18 años ingresó en el cuartel de bomberos voluntarios de Córdoba donde lo habían invitado tres compañeros de trabajo. “Es un estilo de vida que te marca para siempre”, dijo.
En Rosario siguió trabajando como bombero y en la actualidad es secretario de la Asociación de Bomberos Voluntarios de Rosario. Presentaron un proyecto en el Concejo Municipal para instalar un museo y exhibir equipamiento, elementos, medallas y carromato. Nunca pensó que los conocimientos como bombero le servirían en la escena del crimen de su hija.
“Traté de colaborar en la búsqueda. Vinieron a ayudarme compañeros de San Francisco. Hoy colaboro con otras familias en la lectura de los expedientes y en la escena del crimen”, explicó mientras señaló el expediente de la causa de Nadia Benítez, una mujer de 32 años que el año pasado apareció ensangrentada en el patio delantero de su casa con su pareja llorando sobre ella.
Capacio da vueltas los folios de una carpeta donde guarda los certificados de los cursos que hizo: el de bomberos voluntarios, los post grado en trata y narcotráfico en la Universidad Nacional de Rosario y en la Universidad de Villa María, Córdoba, y el de investigación criminal que hizo con la Policía de Investigaciones de Córdoba. Este año hará un curso de fotografía forense y otro de perito forense en femicidio.
“Te transformás en abogado, en perito, y en psicólogo. Tenés que ayudar a la Justicia para que la causa no se duerma”, contó.
En la misma carpeta hay una hoja donde figuran todos los femicidios que hubo en Santa Fe en 2017 y 2018. Los recopiló junto con otros familiares en base a notas periodísticas y a consultas en la Fiscalía.
Capacio dijo que los fines de semana el teléfono celular no para de sonar. Explicó que por la noche pasan los hechos más violentos y algunas organizaciones de mujeres o familiares de otras víctimas le avisan cuando una chica está en peligro para que la acompañe a hacer la denuncia.
“Tengo el auto lleno de balazos. No mido los riesgos. Cuando voy al encuentro con una víctima trato de calmarla y darle confianza. Los agresores no se meten. Mi vida se transformó en ayudar a los familiares o a las víctimas”, explicó.
Para el padre de Dayana, acompañar a las víctimas y estudiar sobre violencia se volvió una militancia. Participó de dos congresos internacionales sobre violencia en Villa María, Córdoba y charló con los cadetes de Policía de Córdoba sobre violencia. Durante el verano condujo un programa de radio en Villa Gobernador Gálvez. También participó de la serie Ni una menos Santa Fe, dirigida por María Langhi.
“El Estado es cómplice porque sabe lo que sucede y no hace lo que debe. Hacen faltas políticas públicas y de educación. También jueces y Policía con perspectiva de género”, opinó.
El Recuerdo
Capacio guarda en el celular el último mensaje que recibió de su hija antes de que apareciera muerta. Le decía que se había quedado dormida. Que lo iba a visitar al día siguiente.
Los padres de Dayana estaban separados desde hacía un tiempo. Ella vivía con su mamá, un hermano y una hermana. Casi todos los días visitaba al padre. Charlaban y tomaban mate.
“Dayana era un plomo alegre. Entraba, te pateaba la puerta, te pedía que dejaras de trabajar y la lleves a la escuela. Era la hermana del medio. La tremenda del equipo. Siempre estaba riendo y haciendo picardías”, recordó Capacio.
Dayana se puso de novia con Maximiliano T. y dejó la escuela. Capacio recuerda que pasaba horas encerrada en la pieza atenta al teléfono celular. Cuando el novio la llamaba, ella lo atendía en altavoz para que le creyera que estaba en la casa. Después que se separaron, ella volvió a estudiar. “Él nunca toleró que ella lo dejara. Nosotros no sospechábamos nada, él se mostraba bueno y ella lo cubría por miedo”, contó.
Cuando Dayana desapareció, lo primero que hizo Capacio fue entrar al Facebook de su hija. En el perfil encontró mensajes que le había enviado el ex novio donde le pedía encontrarse con ella. Capacio lo llamó y él negó haberla visto. Según recordó, el ex novio de Dayana fue hasta la casa y les ofreció marchar juntos para pedir Justicia. La Policía lo detuvo a metros del cuerpo de Dayana, después que un cazador avisara que la había visto en la zona.
Capacio contó que en la actualidad Maximiliano T. intentó varias veces contactarse con él. Dijo que le envió mensajes por whatsapp a través de un número desconocido y por Facebook a través de un perfil falso de una chica que decía querer conocerlo. También contó que otras chicas lo llamaron para pedirle ayuda porque él las amenazaba desde la cárcel.