“Es un trabajo muy intenso el que se debe hacer para detectar que algo no está funcionando en la escuela o en cualquier otro ámbito en el que conviven niños y adolescentes”, explica María Zysman, reconocida psicopedagoga porteña especialista en trastornos de aprendizaje y convivencia escolar. Para la profesional, las instituciones deben ser las responsables de trabajar en la prevención del bullying (forma de violencia que se da entre niños y adolescentes) y también para poder diferenciar entre la tensión normal que se puede dar en las relaciones de los chicos y cuándo esa conflictividad se transforma en un sufrimiento o calvario para alguno de ellos.
En su paso por Rosario, donde estuvo invitada por la Fundación Pensar Santa Fe para brindar una taller gratuito y abierto a la comunidad sobre la problemática, la profesional dialogó con El Ciudadano, ocasión en la que definió el término bullying y aclaró conceptos en lo referido al acoso y la agresión escolar, en una entrevista que casi puede leerse como un manual instructivo para padres y maestros.
—¿De qué se habla cuando se menciona la palabra bullying?
—La palabra bullying provoca, por un lado alarma, por otro rechazo. Hay bastante confusión porque se extendió a situaciones en donde este término no es aplicable y entonces se pierde un poco dimensión de lo que realmente significa. Nosotros lo aplicamos exclusivamente a una forma de violencia que consiste en intimidar, hostigar o maltratar desde lo simbólico, físico o verbal, a un niño o adolescente. Desde nuestro punto de vista, y también desde el origen de la terminología, es un término que no es válido para el ámbito de los adultos. Se limita sólo a niños y adolescentes.
—¿La referencia es a situaciones del ámbito escolar?
—No solamente en la escuela sino cualquier lugar en donde los chicos están obligados a estar. Si yo mando a mi hijo a inglés durante todo un año, tres veces a la semana, se pueden dar estas situaciones. También en un club. Se genera en grupos en los que los chicos tienen que pertenecer, tienen que compartir y que además quieren estar, de una manera u otra, y al final esa relación termina convirtiéndose en una relación abusiva. Alguien se pone por encima y otro está por debajo.
—¿Qué rol le corresponde al adulto cuando ocurre un caso de bullying?
—A veces hay adultos que no lo ven y eso pasa porque los chicos saben cuándo hacerlo. No es que a los profesores o adultos a cargo se les pase por alto porque están tomando café o mirando para otro lado sino que quienes llevan adelante estos actos intimidatorios saben cuándo intimidar. Hay chicos que intimidan solamente con la mirada, que aparecen en un grupo y con el solo hecho de que estén ahí provocan miedo. Muchas veces estas cosas pasan en las casas, entre hermanos o primos y ocurre que los padres o maestros no les dan bolilla a los reclamos de los chicos y lo toman simplemente como eso: como cosas de chicos. A veces los padres pretenden que su hijo reaccione solo y ponen muchas expectativas en que se defienda, pegue y que en definitiva sea de una manera que el chico no es.
—¿Qué pasa con las escuelas antes estas situaciones?
—Muchas veces aducen que están excedidos. Acá se debe trabajar desde lo preventivo que incluye muchas más cosas que el acto del bullying en sí. Tiene que ver con generar un clima de escuela en donde todos sean reconocidos y todos tengan igualdad de oportunidades. Para prevenir el bullying primero hay que trabajar los temas de prejuicios, estereotipos y etiquetas. Por eso nosotros nunca hablamos de hostigador ni de victimario.
—¿Cómo deben actuar los padres en caso de que detecten que su hijo puede estar sufriendo hostigamiento?
—Es difícil contener a los chicos porque el adolescente por lo general no habla de lo que le pasa, pero si uno descubre lo que le interesa y le propone alguna actividad relacionada con eso como ir a pescar, a jugar a la pelota, a pasear al shopping o a la plaza o tal vez sentarse en la compu con ellos y ver qué es lo que les gusta. A partir de ahí se puede establecer el diálogo y puede aparecer alguna conexión, lo que es muy importante en el caso de que el chico pueda estar siendo maltratado u hostigado, para que así lo pueda expresar.
—¿El niño o adolescente acosado actúa de una manera especial?
—Cuando hay un cambio de carácter en un chico, es para pensar. Pero insisto sobre un punto: una cosa es detectar que a un hijo o a un alumno le pasa algo y otra cosa es poder hacer un diagnóstico de la situación. Uno puede detectar que está angustiado, que la está pasando mal, que le duele la panza todo el tiempo, pero cuando el chico dice, de verdad, que no quiere ir al colegio, hay que pensarlo porque no lo dice porque le dan mucho de estudiar. En esa circunstancia los padres tienen que ir al colegio y decir: “A mi hijo le está pasando algo”, pero no dar el diagnóstico de bullying porque para eso hay que evaluar un montón de variables.
—¿Cuáles son esas variables?
—Qué pasa en la escuela, cómo lo ven sus compañeros y los docentes, qué lugar ocupa el chico en su grupo de pares o cómo lo ven los demás, entre muchos otros puntos. A veces ocurre que, debido a todas las campañas que hay actualmente sobre el tema, enseguida los padres pueden pensar que sus hijos están siendo víctimas de bullying pero en ningún momento se preguntan si son los hostigadores.
—¿Es real el dicho de que a un chico le pegan “por gordo” o a una chica por “ser linda”?
—Hay que dejar en claro que cuando a un chico le pegan o lo agreden, el que lo hizo es porque no pudo regular ni su odio ni su destrucción ni su agresividad ni sus modelos sociales aprendidos. Por eso, no le pegan por gordo, porque hay un montón de gordos a los cuales no les pegan y un montón de lindas a las quienes no las hostigan. Cuando los medios titulan: “Le pegaron por ser linda”, “Le pegaron por gordo” o “Le pegaron por ser cheta” se refuerza de alguna manera la idea de que esas cosas pueden ser atacables. Quizás no con mala intención, pero el rebote es un poco ése, de que la justificación por haber agredido tiene que ver con alguna característica de quien es golpeado.
—Pero es cierto que se dan casos en que los blancos de agresiones son gordos o lindas…
—En esta época la belleza está muy relacionada con el poder. Entonces puede generar ganas de destrucción porque va a tener un poder que el agresor no tiene. En general, cuando estas situaciones se dan es porque hay un vínculo en esa relación que no fue controlado, sostenido o registrado. No es que el hostigador pierde la noción de lo que hace, sino que directamente ataca a aquello que desprecia, envidia o teme.