Fabio Primo y Agostina Grandi**
Suelen destacarse las dotes de hombre de Estado de Juan Domingo Perón, en particular su visión estratégica y geopolítica de los grandes dramas que han tenido –y aún tienen– en vilo a la humanidad.
En las siguientes líneas, quienes integramos el Grupo de Reflexiones Ambientales desde Latinoamérica (GRAL) pretendemos hacer un aporte al reconocimiento de la faceta ambientalista del llamado primer trabajador, generalmente soslayada o directamente desconocida, y la incidencia que ya cobraba un tema que en el contexto actual es sumamente preocupante por los riesgos que implica para la humanidad en general.
Preocupación por la degradación ambiental y el desarrollo económico
A finales de la década del 70 la preocupación por la degradación ambiental y su vínculo con el futuro del desarrollo económico fue tomando envergadura, tornándose una de las prioridades en la agenda de los Organismos Internacionales.
La preocupación acerca de los perjudiciales efectos de la acción antrópica sobre los recursos y bienes naturales (y por lo tanto del futuro próximo de la especie humana) había formado parte de los reclamos de movimientos civiles y de diversos espacios académicos, especialmente del norte opulento.
Ya hacía un lustro que el Club de Roma venía elaborando un informe detallado sobre esa problemática, de la mano de un equipo de 30 investigadores de diversas nacionalidades.
Este documento, conocido como Los límites del crecimiento, ponía el acento en el crecimiento poblacional, desde una perspectiva estadística neomalthusiana, como el principal problema a morigerar para evitar la catástrofe ambiental.
Para 1972, cuando el mismo adquiere fama mundial, se produce otro hito de la historia del ambientalismo: la Cumbre de la Tierra, convocada por la ONU para celebrarse en Estocolmo, con la cual se inicia la larga lista de encuentros diplomáticos multilaterales que llega hasta nuestros días.
Perón y la ecología política
En este contexto de profundos debates ambientales, la prolífica máquina de escribir afincada en Puerta de Hierro del en ese momento ex presidente exiliado dejaría su marca. El conductor de uno de los movimientos populares más importantes del cono Sur, se hallaba transitando su exilio desde 1955, cuando un brutal golpe de Estado lo apartó del poder, proscribiendo a su partido y condenándolo a un largo ostracismo.
En estos años su vuelta al país iba transformándose día a día en una realidad, dado el oscuro y tumultuoso trajinar de los últimos años del Onganiato, ahora con Lanusse a la cabeza del Estado. Es aquí que Perón dedica su reflexión de estadista a un tema universal –muy alejado de la coyuntura argentina–, pero fiel a su concepción humanista: la ecología política.
Con la sabiduría que le había dado su trayectoria, entiende que la felicidad del pueblo se hallaría muy lejana en tanto continentes enteros se encuentren sumidos en la contaminación, debido a que no se puede considerar al hombre aislado del ambiente que lo transforma. Por ello era necesaria una respuesta colectiva desde una perspectiva tercermundista que venga a ampliar la doctrina peronista.
El ser humano en desconexión con el medio ambiente
La extinción de más de 200 especies animales terrestres en un siglo, el despilfarro de agua dulce por la agricultura y la sobreexplotación de la tierra son algunos de los ejes que destaca, como también la falacia acerca de la inagotabilidad de los recursos que, de hecho, ya en aquellos tiempos estaba llegando a su límite.
Un capítulo aparte lo dedica a la tecnología, destacando que si bien nos ha provisto de comodidades y progreso, también produjo en el ser humano una desconexión con el ambiente, olvidando que la naturaleza es la base de su existencia y no puede ni podrá reemplazarla.
Pero su análisis no se agotará en un simple diagnóstico de la situación: el futuro dependería de lo que aquellos hombres y mujeres hicieran con el presente.
La lucha contra la contaminación del ambiente y la biósfera: el gran problema
Para ello, por un lado, interpela a los gobiernos a accionar sobre esta previsible catástrofe natural, dado que son los únicos que pueden transformar las ideas en acción, entendiendo que lo ecológico debe ser política de Estado; y por otro, hace un llamado a que los pueblos tomen conciencia del ritmo con el que se consume para mantener el estilo de vida impuesto por el mercado, siendo necesaria una revolución mental que recuerde la importancia de recuperar y preservar los recursos, vivir más austeramente y hacer a un lado la codicia humana.
Finalmente, llega a la conclusión de que la lucha contra la contaminación del ambiente y la biósfera no es un problema más: es el problema –consecuencia del sistema capitalista y su modelo de producción que tiene al lucro como base–, y por ende, se requerirá la unión de la comunidad internacional por encima de las diferencias ideológicas.
Las profundas asimetrías y desigualdades entre los pueblos del sur global y el norte opulento
En una segunda parte del texto enuncia las prioridades del Tercer Mundo, no menos importantes, debido a la coyuntura en la que este se encuentra, principalmente por la ausencia de una participación popular en la conducción de su destino y el constante acecho de los monopolios sobre sus recursos.
Considera por ello imperioso desarrollar la industria local, al igual que fortalecer la integración regional, para evitar el éxodo de los mismos y, por fin, poder defenderlos con uñas y dientes.
El Mensaje a los Pueblos sentó las bases de la posición tercermundista frente al planteo malthusiano del Club de Roma. Perón pone el acento en las profundas asimetrías y desigualdades entre los pueblos del sur global y el norte opulento.
Su legado será retomado en los informes del Grupo Bariloche y en la primera propuesta ambiental del Sur: el Modelo Mundial Latinoamericano. Casi cincuenta años después, este manifiesto de humanidad que privilegia la relación con la naturaleza sigue estando más vigente que nunca.
**Integrantes del Grupo de Reflexiones Ambientales desde Latinoamérica (GRAL)