Jorge Rachid**
Durante 50 años el neoliberalismo, como cultura dominante, intentó al amparo de fuerzas exógenas, de enterrar la Patria y la Matria, la primera entendida como identidad cultural nacional, vertebrada generación tras generación en transmisión oral, costumbres, ritos e incluso cultos religiosos. La segunda, como la fuente de recursos vitales para la vida, que emergen de la tierra y el agua dulce, que nos alimenta y nos ofrece seguridad.
Ese concepto biocéntrico, culturalmente americano, mestizo, moreno, criollo y profundo, es la antítesis más acabada del neoliberalismo imperante, que en los últimos años, intentó borrar imperceptiblemente a veces, brutalmente otras, esa identidad que constituye a los pueblos en una conciencia común de destino.
Destruido ese pilar ideológico, el enemigo se permite avanzar hacia formas de sometimiento y coloniaje, que se van naturalizando en las nuevas generaciones.
Las destrucciones cotidianas, casi inocentes aparentemente, pasan por lo billetes que pueden pertenecer a cualquier país, al haber cambiado personajes de nuestra historia por animales, cuando el lenguaje desplaza lo español por el inglés, más aún cuando se incorporan categorías simbólicas alejadas de las realidades, como aquellas de llamar asentamientos a los barrios de personas vulneradas, o desgranamiento a la deserción escolar y podríamos seguir la lista. Resignarse ante la realidad es un objetivo neoliberal, primer paso de la colonización.
Crear el caos, rechazar todo
Otras destrucciones del saber común, pasaron por pedirle perdón al rey de España por la Independencia nacional. Otra, cuestionar 70 años de historia del peronismo, que dio muestras suficientes de su fortaleza y presencia filosófica e ideológica como expresión cultural del pueblo argentino.
Más significativo aún, fueron los ataques sobre el Estado de justicia social, derechos y libertades públicas, que pusieron, gracias a sus cómplices, los medios hegemónicos, al servicio del lucro empresarial y del saqueo patrimonial de los argentinos.
Para poder realizarlo debieron recurrir a la creación del caos, que no existía, pero provocaron para justificar su marcha, sobre los derechos adquiridos, sobre los bienes sociales y las empresas estatales.
Lo mismo que hacen hoy cuando perdieron el gobierno, pero conservan el poder hegemónico económico y mediático, a través del llamado círculo rojo, convocando a rechazar cualquier iniciativa, a romper la cuarentena, a poner en riesgo la salud de miles de argentinos movilizando, contra todo, lo que sea iniciativa del gobierno, romperla, destrozarla, como asimismo dividir y fragmentar el gobierno del Frente de Todos, como eje estratégico.
En un contexto como el actual, donde la pandemia no da respiro, se debe tener bien en claro que toda acción destinada a socavar al gobierno estará indefectiblemente atada a poner en peligro de contagio a cada vez más argentinos.
Se puede plantar un árbol, en medio de un huracán? ¿O acaso pescar en un mar que soporta un tifón? Alguien llamaría a construir en ocasión de un terremoto? ¿O quizás se pueda pensar en medio de una guerra?
Manejar relaciones de fuerza
Todas estas situaciones al mismo tiempo son las que provoca el establishment y sus huestes, primeras líneas de barricada, intentando evitar la consolidación de un gobierno nacional y popular, que abarca muchos más sectores de los que somos en el peronismo, que mantiene un equilibrio necesario hacia adentro, fortaleciendo la masa crítica que lo posicionó, pero avanzando lo necesario para evitar que este enemigo, construya la agenda y asuma la iniciativa.
Desde ese lugar, del “estar situado” de Rodolfo Kush, se podrá entender mejor, la necesidad de fortalecernos como colectivo para resistir el neoliberalismo en estas costas, en una batalla que será larga, pero pondrá, de acuerdo a nuestras capacidades militantes, a la Argentina y la Patria Grande de pie por otros setenta años continuos.
Para lograrlo, debemos manejar tiempos y espacios, relaciones de fuerzas y conocimiento del enemigo, inteligencia y estrategia de largo plazo, “todo a su medida y armoniosamente”, como decía un viejo y sabio general en un concepto griego de la guerra.
Esa batalla a librar en el tiempo debe ser la de nuestra agenda, sin presentar fisuras, aunque con pensamiento crítico siempre en alto, sin darle elementos al enemigo para socavar líneas interiores del movimiento peronista, construyendo sentido en el espacio simbólico, que derrote la concepción del mundo neoliberal, fortaleciendo la conciencia nacional, con militancia territorial y organización plena de la comunidad organizada, verdadero ejército popular de voluntades comunes en el camino de un objetivo como Patria Grande y Matria, de la madre Pachamama, la tierra americana.
Todo un verdadero objetivo en estos tiempos de pandemia, porque la posibilidad de movilización de las fuerzas populares está cercenada por los protocolos de cuidado indispensables.
** Médico sanitarista