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El Infierno del Bosco según Rafael Spregelburd: “Yo escribo como si las palabras fueran música”

El talentoso dramaturgo, actor y director porteño llega a Rosario este viernes 14, para presentarse en el teatro La Comedia con una única función de “Inferno”, la obra estrenada en el porteño teatro Astros en la que además actúa junto con Andrea Garrote, Violeta Urtizberea y Guido Losantos

De una cantera de grandes referentes del teatro argentino contemporáneo de proyección internacional, el talentoso dramaturgo, actor y director porteño Rafael Spregelburd, también referente del cine argentino del presente, estrenó en septiembre del año pasado, por primera vez en la calle Corrientes y desafiando prejuicios, un material en el que, al mismo tiempo que indaga en algunas de sus obsesiones, se corre, sin desdibujarse, hacia un humor donde no reniega de lo picaresco y de la incorrección política, pero siempre fiel a sus mundos, donde vuelve sobre su idea de la repetición, la experimentación tanto en lo escénico y como en el lenguaje, el horror vacui, el plagio, la duplicación, el disparate y el caos.

Se trata de Inferno, con las actuaciones del propio Spregelburd junto con Andrea Garrote, Violeta Urtizberea y Guido Losantos, con la presencia en escena del notable músico Nicolás Varchausky, que tras su largo paso por el Astros, otrora templo del music hall y de la revista porteña, llega a Rosario este viernes 14 con una imperdible y única función en el Teatro Municipal La Comedia.

Escénica con cierto aire de pesadilla cómica y kitsch, Inferno, propuesta gestada desde la Compañía El Patrón Vázquez, fundada por Andrea Garrote y Rafael Spregelburd hace tres décadas, tiene en primer plano a Felipe, un periodista de columnas de turismo que luego de un viaje etílico, y no del todo claro a Santiago de Chile despierta muy confundido. Dos catequistas empecinadas lo sacan de la cama para traerle urgentes novedades: el Vaticano abolió el infierno. Ahora que el sitio específico de condena para las almas no existe más como lugar, sino que pasa a ser “sólo una palabra o una metáfora”, resulta que el infierno está en todas partes: está en el lenguaje, y la única forma de escapar de él es con siete llaves. Y para eso hay que aprender las siete virtudes que libran del infierno y que no son otras que fe, esperanza, caridad, templanza, justicia, prudencia y fortaleza.

La obra se conoció originalmente en 2016 en Austria, dado que es un texto comisionado por el Vorarlberger Landestheater Bregenz para celebrar los 500 años de El Bosco, sobre el cual Spregelburd, creador de impronta renacentista, ya había planteado la profusa obra de obras Heptalogía de Hieronymus Bosch que a lo largo de los años le permitió trabajar sobre los Pecados Capitales, con piezas como La Estupidez, El Pánico o la más reciente La Terquedad. Aquí, una vez más inspirado en esa pintura abigarrada y profética que no es otra que El Jardín de las Delicias, el autor diseñó un nuevo laberinto de palabras y acciones donde se adentra en las siete virtudes.

Inferno me permite trabajar una vez más sobre las obsesiones permanentes: el mundo como creación del lenguaje, el caos, la catástrofe, la culpa, la estafa. Ante la propuesta de reinterpretar el infierno simbólico de la pintura del Bosco, no quise acomodarme a la gracia poética de un sitio en llamas para los creyentes, sino que decidí más bien traer el infierno lo más cerca posible de nuestra experiencia real. Somos seguramente un país atravesado por un trauma infernal, el de la dictadura, y aún estamos imaginando cómo balbucear por fuera de ese tabú. Héroes, mártires, demonios, traidores: la literatura argentina es rica en contradicciones porque el asunto no puede ser saldado sin dolor”, plantea el creador.

Una categoría de comedia

“Las categorías de comedia y todo lo que la rodea están un poco difuminadas en el teatro contemporáneo, pero podríamos decir que en esa suerte de un lenguaje a veces absurdo se encuentra, en lo extraño del mundo, una forma de humor. En este caso es una obra en la que trabajé sobre las virtudes; esta obra fue escrita a pedido de un teatro en Austria, querían un material sobre «El Infierno» del Bosco en el El Jardín de las Delicias. Y como yo ya había trabajado mucho con El Bosco, primero les dije que no, que ya lo había hecho, pero después se me ocurrió, dado que yo había trabajado sobre los siete pecados capitales, que era una buena excusa para trabajar sobre las siete virtudes, así que la obra trata un poco ese tema”, planteó el creador que además de los actores y el músico en escena  se rodeó de un gran equipo para esta propuesta cuyo espacio escénico, “la arquitectura de una pesadilla”,  es una creación de Santiago Badillo, el singular vestuario es de Lara Sol Gaudini y muchas de las imágenes son del artista santafesino Marcos López.

Y sobre la resonancia local de ese infierno propio en la última dictadura cívico-militar, planteó: “Yo no quería poner todo en abstracto, sobre todo cuando me puse a pensar acerca de un material que unos austríacos vienen a pedirle a un argentino, una pieza sobre el infierno, sobre una pintura medieval que tiene 500 años; entonces aparece la idea, la tentación, de hablar del infierno que nos atraviesa. La obra empieza con la noticia que el Vaticano ha decretado la anulación del infierno, esto pasó hace unos años: dijeron «el infierno es una metáfora, nunca existió tal lugar, es una especie de tortura del alma». Y a mí se me ocurrió elevar la apuesta y decirles que cada país tiene su infierno, y en el nuestro es,  sin duda, la última dictadura. Lo contamos en un tono de comedia que es algo que en general no se hace por infinidad de motivos; bueno, nos metimos ahí”.

Una categoría de lenguaje

Con una clara idea respecto del poder del lenguaje, el teatro de Spregelburd en todas sus versiones y formas trabaja sobre la idea de un palimpsesto donde cada capa deja entrever o traslucir algo de la anterior, abrevando en este caso sobre “una fábula moral dentro de otra” en relación con las siete virtudes que fueron el disparador.

“La pregunta que me hice fue «qué pasa si el infierno ha dejado de existir para el presente». Basta pensar en el caso de León Ferrari, blasfemo para la religión católica por su idea de la tortura eterna que aparece en toda su obra pictórica. Tiene que ver con esa denuncia, y qué pasa si de pronto te dicen que no tenés razón, que el infierno no existe, que el infierno pasa a ser una palabra y deja de ser un lugar. Entonces deja de ser un sitio real, deja de ser realidad y pasa a ser lenguaje. Ahí mis personajes toman conciencia que el problema es aún peor porque si el infierno es sólo lenguaje entonces está en todas partes, está en las palabras, y para poder escapar del infierno estas dos catequistas le proponen a mi protagonista aprender las siete virtudes como si fueran siete pantallas de un videojuego en el que él tiene que demostrar que entiende y que conoce qué son la fe, la caridad, de la esperanza, la templanza, la justicia, la prudencia y la fortaleza”.

La risa como un fuego

En el teatro argentino, el humor tiene muchas  formas y derivaciones, el humor es una herramienta poderosa para poner a pensar, para bajar línea, y la risa y el fuego suelen estar bastante más cerca de lo que parece, incluso algo de eso, algo de la risa trágica y encendida es constitutiva del grotesco.

“La risa siempre está bastante ligada a la idea del fuego, uno se ríe en general de aquellos que sobreviven a la muerte, siempre muy cercana y muy temida. Hay una risa incontenible cuando vemos que alguien se cae; ése primer impulso es el de la risa, es gracioso ver que alguien se cae porque es tergiversar el orden de lo racional. Entonces, esa risa surge de demostrar que el mundo es absurdo y no necesariamente esa risa está ligada al placer. Yo creo que la risa, como dice Arthur Koestler es un reflejo de lujo frente a una tensión intelectual de algo que uno no puede resolver con sus categorías lingüísticas. Uno se ríe y reírse es, en principio, un gesto muscular mecánico que alivia la tensión intelectual. Y no es que yo quiera hacer reír, no sé hacer eso, pero me parece que lo que el público encuentra es esa risa cómplice, porque además la obra es súper complicada y con muchísimas cosas para ver, muchas capas, con escenas superpuestas”, planteó.

Y destacó: “Yo trabajo mucho, como El Bosco, la idea de la figura y el fondo como una cosa negociable, entonces a veces hay cosas que no sé si debo ver en primer plano o no, porque está todo muy mezclado. Yo creo que esa risa es parte de una complicidad con los creadores, con los actores, con el músico; de algún modo, nosotros les estamos diciendo que tampoco entendemos muy bien qué es lo que sucede”.

En otro lugar 

Con un paso por el teatro oficial y el alternativo tanto del país como del exterior, la de Inferno es la primera producción de Spregelburd que, sosteniendo algunas de las bases que cimentaron su producción escénica, se corre de esos dos circuitos y se prueba en el “comercial” que, saludablemente, hace algunos años ha empezado a confiar en los creadores más alternativos que, obviamente, son los que tienen siempre algo diferente para ofrecer.

“Este fue un paso para mí inesperado porque lo cierto es que esta obra ya tiene sus años, se estrenó en Austria en 2016 y no había logrado hacerla acá más allá de las ganas; porque la montamos con todos los recursos visuales,  sonoros y de diseño: nos dimos el lujo, por ejemplo, de contratar al artista santafesino a Marcos López para que nos hiciera las fotos de la gráfica que son unos retratos exquisitos pintados por él encima de las fotos originales. No se entiende bien quiénes somos así que, como fotos de prensa, también son toda una novedad para el circuito comercial”, contó el artista acerca de su llegada al Astros.

Y sumó: “Pero los que realmente hicieron el movimiento fueron los directores del Astros, Andrea Stivel y Claudio Gelemur. Ellos decidieron que querían en ese teatro reabierto, un teatro con una historia más bien de cabaret en el bajo de la calle Corrientes, algún tipo de expresión del teatro de arte. Más allá de que muchas de mis obras se estrenan en Alemania o en Italia en teatros comerciales, en Argentina quedan relegadas como a una especie de  pequeño laboratorio de la sala del off. Lo interesante es que yo hice la misma obra que hubiera hecho en otro contexto o fuera del país, jamás me pidieron «adaptate un poco al  público de la calle Corrientes». Por lo tanto es muy interesante poder empezar a producir otro tipo de teatro en esas grandes salas que cuentan con todo lo necesario como para poder hacerlo”.

De óperas habladas  

Acerca del Patrón Vázquez, con el que Rafael Spregelburd produjo materiales notables a lo largo de todos estos años, y de la elección de elenco, expresó: “Con Andrea (Garrote) trabajamos con nuestra compañía El Patrón Vázquez hace mucho tiempo, y para este trabajo decidimos que necesitábamos dos actores un poco más jóvenes por una cuestión de roles y de edades. Así fue que llamamos a Violeta (Violeta Urtizberea) que tiene una gracia singular para la comedia y que es muy eficaz, y a Guido (Guido Losantos), que es un actor que a mí me gusta mucho y con quien ya habíamos trabajado en La Terquedad, que además nos parecemos mucho físicamente y nos hemos dejado un bigote que nos hace idénticos y que va en diálogo con lo que plantea la obra que trabaja mucho la idea de la copia, el plagio, el doble. Y la música de Nico (Nicolás Varchausky), que es un creador también histórico de muchas obras mías, un músico electroacústico que ha logrado traducir a lo sonoro algunos aspectos conceptuales; trabaja las notas musicales como si fuera un Theremín. La música siempre ha sido algo importante en mis obras, al punto que ya directamente escribo como si las palabras fueran música. Es algo que cualquier poeta lo sabe y lo hace, pero en el teatro es un fenómeno que suele estar un poco descuidado, sobre todo en el teatro más costumbrista o realista donde la palabra es simplemente un intento de imitación de cómo se habla en la vida real y por lo tanto se ha perdido la métrica de la poesía. Es muy interesante lo que se puede lograr cuando uno tiene el lenguaje por objeto, así que muchas de mis obras recientes son directamente óperas habladas”.

En el mismo sentido, Inferno tiene un potente trabajo desde lo visual con un complejo dispositivo escénico que también dialoga con la idea de repetición y superposición. “La escenografía está hecha por un arquitecto que es Santiago Badillo que también hizo la fantástica escenografía de La Terquedad sobre el escenario del Cervantes. Esta escenografía es una repetición, están repetidas siete veces a imitación las siete virtudes que contamos con este personaje, un cronista de turismo que escribe para un diario que en principio nadie lee hasta que una mañana se despierta después de algún viaje pero no sabe muy bien de dónde acaba de llegar, probablemente de Santiago de Chile, y se despierta en calzoncillos en su casa frente a dos catequistas que lo convencen de que tiene que aprender las virtudes para salir del infierno en el que está. En ese espacio todo está repetido siete veces como si hubiéramos llamado a siete directores de arte distintos e incompatibles y cada uno hubiera presentado una escenografía diferente; mezclamos todo, barajamos nuevamente, y la escenografía es una especie de horror vacui, una acumulación de muebles y objetos entre los que los personajes tienen que ir prácticamente saltando para no llevarse nada por delante”.

Para agendar

Inferno, de Rafael Spregelburd, se presenta en Rosario este viernes 14 de julio, a las 20.30, en el Teatro Municipal La Comedia, se Mitre y Ricardone, en cuya boletería, en horarios habituales, se venden las entradas a precios populares, o bien a través del sistema https://1000tickets.com.ar/concierto.php?id_evento=224&inferno

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