La oposición política con expectativas electorales dilapidó en poco tiempo buena parte de sus chances y no supo esmerilar al oponente oficialista cuando lo tenía casi contra las cuerdas.
Los errores de varios de sus referentes se siguen sucediendo y ahora, en sólo quince días, plantaron su virtual retiro de la política Mario Das Neves, tras las elecciones en Chubut, y Julio Cobos, metido en un laberinto que él mismo construyó.
No es sencillo definir qué pasó desde aquella nerviosa noche del voto “no positivo” de Cobos en el Senado, que derrumbó la resolución 125 de retenciones móviles.
O desde el triunfo de Francisco De Narváez en las legislativas de 2009, que cortó la racha de tres victorias consecutivas del kirchnerismo en las urnas.
En la búsqueda de explicaciones vale mencionar que dos muertes ayudaron en gran medida a cambiar todo: las de los ex presidentes Néstor Kirchner y Raúl Alfonsín.
El santacruceño supo edificar su poder con una visión del devenir político, que no se puede calificar de mejor o peor, pero sí de estratégica. Eso no es poco en la Argentina de hoy.
Trató de alejarse de la denominada “vieja política”, tan vilipendiada durante la crisis de principios de siglo, a pesar de que por conductas y edad formaba parte de ella.
Se despojó de los referentes de ese sector que lo rodeaban, en especial de su impulsor, Eduardo Duhalde. Luego afinó su discurso “progresista” y lo enfocó a los jóvenes.
Duhalde también entendió que había llegado el fin de una era de dirigentes y se retiró. Pero luego decidió volver por considerar que es el más capacitado para construir una opción válida.
La exacerbada confrontación impuesta por Kirchner, sobre todo durante la crisis entre el gobierno y “el campo”, o el invento de las colectoras en 2009, limaron la imagen del gobierno.
Sin embargo, cuando Kirchner falleció, hubo una manifestación con contados precedentes en la historia nativa, de quienes consideraron que debían ir a recoger un testimonio.
A partir de ahí, Cristina Kirchner pasó de ese techo del 30 por ciento que se mantuvo inamovible durante mucho tiempo a un número que la ubica cerca de ganar en primera vuelta.
La nueva tónica de no confrontar y sobrevolar todos los conflictos le permite a la presidenta mantenerse en ese escalón de aceptación.
El deceso de Raúl Alfonsín también modificó el tablero, ya que catapultó a su hijo, Ricardo, a un primer plano de la filas opositoras.
Es decir que, hace dos años, la mesa estaba servida para el menú opositor, pero el sentido de autodestrucción deshilachó sus posibilidades.
Cobos, por caso, quedó estancado en esa línea difusa entre ser vicepresidente de un gobierno en funciones y haberse convertido en uno de los más importantes referentes de la otra vereda.
Su anuncio de desistir de la disputa interna en la UCR, tras la proclamación de Alfonsín como el candidato del partido, sonó bastante a la determinación de esperar otra oportunidad electoral, si es que finalmente la tiene.
El innecesario desgaste interno le resta hoy en día posibilidades y también amedrenta a posibles aliados, como el socialismo de Hermes Binner y el GEN de Margarita Stolbizer, de sellar un acuerdo con un partido en constante disputa.
Por su lado, De Narváez desperdició buena parte del capital político que había ganado en las legislativas de hace dos años, al vencer al kirchnerismo nada más y nada menos que en la provincia de Buenos Aires.
Desde aquel momento, todo fue retroceso para él. Quizás porque apostó demasiado tiempo y esfuerzo a que la Justicia le aprobara su candidatura presidencial, a pesar de su nacionalidad colombiana de nacimiento.
Recién por estos días se nota más su presencia en territorio bonaerense, pero la falta de un candidato nacional le juega en contra.
Todo apunta a que terminará pactando con Mauricio Macri, quien necesita como el agua la “pata peronista” para alcanzar una mejor proyección nacional.
Aunque tampoco puede descuidar el flanco porteño, ya que las encuestas reflejan un número ajustado de diferencia, algo impensado hasta hace poco.
Es por eso que asesores como Jaime Durán Barba o Nicolás Caputo le aconsejan presentarse en la Capital y quizás luego catapultarse a la nacional.
El problema en este caso es que si no logra un holgado triunfo sus chances habrán quedado acotadas para el 23 de octubre.
Si hasta “Pino” Solanas pretendería, ahora, presentarse como postulante a jefe de Gobierno porteño, tras su inentendible pretensión de convertirse en candidato presidencial.
Ese costado peronista que necesita Macri puede partir del Peronismo Federal, que se encuentra en un proceso de elecciones regionales que, al parecer, poco le podrán aportar tanto a Duhalde como a Alberto Rodriguez Saá.
“Una internita de aparatos”, la llamó Felipe Solá, quien estaría renunciando a su aspiración presidencial y acercándose en forma sigilosa al oficialismo.
Otro error de la panoplia opositora fue, a la luz de los acontecimientos, la conformación del Grupo A en el Congreso, que, al final, terminó disgregado y convertido en un acicate para unir al rival.
Poco avanzó en proyectos sustantivos y desalentó a más de uno para la conformación de un frente electoral.
Fue por esto que cayó en saco roto la propuesta macrista de juntar a toda la oposición para derrotar al “enemigo” kirchnerista.
Se sabe de sobra que el rejunte de voluntades ideológicas dispersas puede confluir en un disloque. Como muestra basta recordar la experiencia de la Alianza.