Glass, película del director y guionista M. Night Shyamalan que cierra su particular e inesperada trilogía sobre el universo de los superhéroes, se estrena el jueves los complejos de cine locales.
En una época en la que el cine de cómics domina la taquilla, Shyamalan reúne a los protagonistas de El Protegido (2000) y Fragmentado (2016) para intentar aportar una mirada propia en la que los superpoderes y los elementos sobrenaturales podrían ser sólo producto de la sugestionada imaginación de enfermos psiquiátricos.
Bruce Willis y Samuel L. Jackson retoman así sus papeles de El Protegido, el justiciero con fuerza sobrehumana David Dunn y la mente maestra criminal Elijah Price, respectivamente. También regresa James McAvoy con su Kevin Wendel Crumb o La Horda, el hombre con un grave caso de desorden de identidad que alberga 24 personalidades con el que brilló en Fragmentado.
“Cazados” los tres, son encerrados en un hospital psiquiátrico por una doctora (Sarah Paulson) que dice querer ayudarlos a dejar de lado su “síndrome del superhéroe”, es decir la enfermedad que los afecta y les hace creer que tienen poderes por encima del resto de los humanos.
La relectura del género cómic de Shyamalan se tradujo en una trama que los pondrá ante la duda de si en efecto sus poderes son reales, pero también en la disyuntiva clásica acerca de héroes y villanos en la que los personajes se odian y se necesitan en partes iguales.
“Siento que puedo entregar una película de la misma calidad con 20 millones de dólares que la que otros pueden con 200 o 250 millones, contratando a la gente indicada y teniendo el control total”, dijo Shyamalan en una entrevista con la revista estadounidense Vulture, tanto en desafío al status quo de la industria como en referencia al secreto de este aparente resurgimiento que está viviendo en su carrera.
Es que el realizador puso su nombre en el mapa hace dos décadas con Sexto sentido, un “hit” de recaudación y de crítica que obtuvo seis nominaciones al Oscar. Sin embargo, en las dos décadas posteriores acumuló varios fracasos comerciales que le hicieron perder la confianza de los grandes estudios.
Con algunas excepciones como El Protegido, que justamente marcaría la primera parada de lo que en secreto sería esta trilogía, Shyamalan hizo películas que fueron destrozadas por los críticos. Ya ninguna productora quería financiar su ideas, por lo que hipotecó su propia casa para reunir los 5 millones de dólares con los que en 2015 hizo el pequeño film de terror Los Huéspedes. La película reportó 100 millones y luego le dio la oportunidad, también con bajo presupuesto y máximo control, de hacer Fragmentado, su segundo éxito consecutivo.
Aquella se presentaba como un thriller psicológico que trataba sobre un aquejado Crumb dominado por La Horda de 24 personalidades. En un giro de la trama sobre el final, recurso que es un sello distintivo de Shyamalan, el espectador descubría que el thriller compartía un mismo universo narrativo con El Protegido.
De nuevo en carrera, el director decidió llevar a cabo el último título de la trilogía que siempre imaginó, pero adelantó que marcará un cierre definitivo a su visión personal del género y que no le interesa crear una franquicia de superhéroes como las que abundan en el cine “pochoclero” actual. “Ni siquiera sé cómo hacen esas cosas. Tengo los derechos para las secuelas de casi todas mis películas esencialmente para no hacerlas”, concluyó.