En la mañana de ayer comenzó un debate oral y público en el primer piso de Tribunales para dirimir la suerte de cinco personas imputadas de un triple crimen cometido en abril de 2010 en zona oeste. Durante la primera jornada del juicio en su contra, los acusados declararon ante el Tribunal y se sometieron a las preguntas de la Fiscalía y las defensas. Ninguno de ellos negó su participación en los hechos que terminaron con tres personas muertas. Sin embargo, describieron los episodios previos al enfrentamiento a balazos frente a la casa de las víctimas. Los relatos de todos y cada uno de ellos coincidieron, con lo cual se pudo construir un mapa de lo que se presume ocurrió la madrugada del 11 de abril de 2010 en Liniers al 4200. “No fue una agresión ilegítima con arma de fuego a inocentes. Antes ocurrió un episodio vinculado con éste, en virtud del cual se desarrollaron los hechos. Si eso no ocurría, el crimen tampoco”, consideró la defensora de tres de los imputados. Luego del receso, las audiencias presididas por el juez Edgardo Fertita, secundado por sus pares Raquel Cosgaya y Juan José Alarcón, se reiniciaron para escuchar a 10 testigos, seis médicos y cuatro policías.
De acuerdo con los testimonios de los acusados, quienes no entraron en contradicciones unos con otros, fue posible reconstruir su versión de los acontecimientos que terminaron en un triple homicidio.
El descargo
El 10 de abril de 2010, Claudio Villalba –acusado como autor material del triple crimen– festejaba su aniversario de casado junto a su mujer, Andrea. Organizaron una cena en la que estuvo presente el hijo de ambos, de 3 años, e invitaron a algunos amigos y familiares, entre ellos Jorge Mendoza (sindicado como el otro autor material y primo de Andrea) y Gustavo Villalba (hermano de Claudio y acusado como partícipe necesario).
Primero cenaron en la casa, y después fueron todos juntos a un baile familiar que había en la zona, adonde asistieron familias correntinas y chaqueñas del barrio. Claudio nació en Chaco, y hace 16 años se asentó en Rosario. Trabajó toda su vida en distintos rubros, como en frigoríficos o en la construcción. Hacía cinco meses le había ofrecido a su hermano Gustavo –quien seguía viviendo en la localidad chaqueña de Villa Ángela– que viniera a trabajar a Rosario. Es que Gustavo, casado y padre de dos hijos, cobraba 40 pesos la jornada como trabajador golondrina.
La madrugada del domingo 11, cerca de las 5 y tras asistir al baile, todos regresaron a la casa de Claudio. De acuerdo con varios testimonios de los acusados, cuando Andrea bajaba del auto con su hijo en brazos, dos jóvenes en moto pasaron a toda velocidad y estuvieron a punto de atropellarla. El que iba como acompañante del rodado era José Eduardo Vallejos, quien horas después iba a terminar lesionado de un balazo. Este episodio generó un entredicho entre los recién llegados y los Villalba, que terminó con amenazas de muerte por parte de Vallejos hacia Claudio. Los motociclistas se marcharon del lugar, pero regresaron minutos después acompañados de otros muchachos, justo cuando Gustavo se disponía a bajar el bolso del bebé del auto. Un golpe en la cabeza y otros en el rostro lo dejaron al borde de la inconciencia y completamente ensangrentado. Fue entonces que Andrea se interpuso entre su cuñado y los agresores, quienes en ese punto intentaban herir a Gustavo con un arma blanca. Los atacantes se fueron luego de amenazar a los presentes con matarlos y quemarles la casa.
La advertencia
“Tené cuidado que están re locos”. “Te van a matar, son atrevidos, cobran peaje a la gente”. “Te van a caer, Gordo, tené cuidado”. Estas fueron las sucesivas advertencias que los vecinos del barrio realizaron a los Villalba tras el violento episodio. En ese contexto, Claudio y su primo político, Jorge Mendoza, resolvieron ir hasta la esquina, donde se habían escuchado detonaciones y se había generado un revuelo. Allí se cruzaron con Jesús Acosta –tío de Mendoza y acusado como partícipe necesario en el hecho–, quien conocía a José Conrado Vallejos, apodado Pinky y padre de uno de los agresores por haber trabajado juntos durante tres años, por lo que ofreció a hacer de intermediario para poner paños fríos a la situación.
Acosta había pasado la noche del sábado 10 en otro aniversario, el de unos amigos del barrio. En la cena, además, había estado Juan Acevedo –sobre quien también pesa la imputación de partícipe necesario– quien se había ido caminando a su casa una hora antes.
Acosta y Acevedo planeaban viajar al día siguiente a visitar a unos familiares del primero en Coronda, donde iban a comer un pescado asado y luego pescar. Acosta había vivido dos años en esa ciudad, trabajando como mano de obra golondrina en temporada de frutillas. Desde su infancia trabajó con su padre en el Chaco, recolectando algodón para mantener a su numerosa familia.
La balacera
Ese 11 de abril, Mendoza subió al auto de Acosta con el objetivo de ir hasta la casa de la familia Vallejos. Lo que Acosta no sabía es que un vecino le había dado a Mendoza un arma de fuego que el muchacho llevaba en la cintura. Claudio volvió a su casa a buscar la moto, pero además desempolvó otra arma de fuego que tenía guardada para defensa personal y la llevó consigo. Ayer, ambos dijeron que no planeaban usar las armas, pero que las llevaron porque temían lo que pudiera ocurrirles.
Siempre según versión de los acusados, el auto y la moto llegaron a la casa de los Vallejos, ubicada en Liniers 4217, casi al mismo tiempo. En la puerta estaba José Eduardo y otro muchacho, quienes corrieron hacia la vivienda cuando los vieron llegar. También estaba Pinky, quien lejos de querer entablar una conversación, se abalanzó sobre Claudio con una cuchilla en la mano. Claudio trastabilló hacia atrás sobre la moto, y desde el suelo extrajo el arma de fuego y efectuó un disparo que dio en su oponente.
Acosta salió del auto y se tiró al piso. Mendoza sacó su arma y efectuó 3 o 4 disparos contra un portón azul desde donde también les disparaban a ellos. Claudio hizo lo mismo. En cuanto pudo, Acosta subió a su auto y se fue. A la media cuadra se encontró con Gustavo cubierto de sangre, a quien levantó en el rodado. Mendoza socorrió a Claudio. Todos volvieron a encontrarse en la casa de los Villalba.
El escape
Luego de pedir a los vecinos que por favor les guardaran sus objetos de valor, todos se fueron hasta la casa de un familiar en la zona noroeste, donde dejaron a Andrea y al bebé. Claudio, Gustavo, Mendoza y Acosta, junto con Acevedo –a quien pasaron a buscar por su casa– partieron rumbo a Coronda.
Pasado el mediodía, Claudio se comunicó con su mujer, quien le dijo que en calle Liniers habían muerto dos personas (José Conrado aún estaba internado). Enseguida, Claudio, Gustavo y Mendoza llamaron a la Brigada de Homicidios y le dijeron al jefe lo que había ocurrido. Fueron apresados en esa localidad, al igual que Acevedo y Acosta, quienes se encontraban con la familia de este último.
Luego del receso del mediodía y cuando todavía resonaban en la sala de audiencias los relatos de los imputados, comenzaron a declarar los testigos en la tarde de ayer fue el turno de los profesionales de la salud –forenses, legistas y cirujano–, quienes expusieron sus conclusiones con respecto a los resultados de las autopsias a los respectivos cadáveres que les tocó analizar y sus diagnósticos de las personas involucradas en la causa.
Las exposiciones comenzaron con los resultados de las necropsias de las víctimas fatales. De esta manera, todos los asistentes al juicio escucharon que Paulino Herrera murió a raíz de una hemorragia masiva provocada por un proyectil que impactó en el codo izquierdo y reingresó por el tórax provocando lesiones en la zona hepática, estomacal y pulmonar lo que provoca una hemorragia masiva. La autopsia de Mauro Vallejos arrojó que el proyectil impactó en el costado izquierdo y quedó alojada en el corazón. El forense encargado de realizar la necropsia a José Conrado Vallejos explicó que los dos impactos que recibió de espalda fueron mortales.
Además, los médicos reconocieron los informes sobre los diagnósticos realizados sobre al menos cuatro personas que estuvieron involucradas en la causa. En los documentos, los profesionales detallan que el imputado Claudio Villalba fue examinado el 15 de abril de 2010 y se le pudo observar excoriaciones de 4 o 5 días atrás en ambas rodillas “como si se hubiera caído o también pudo ser de caminar de rodillas sobre una superficie dura rugosa” y para Gustavo Villalba, revisado ese mismo día, se evidenciaron excoriaciones de 4 a 6 días atrás en ceja derecha, hinchazón en el labio, párpado inferior y un hematoma; “no puedo determinar si fue golpeado o se auto infligió el golpe”, sostuvo.
Tiros de un solo lado
Luego expusieron los peritos de balística y reconstrucción integral. En sus conclusiones, uno de los encargados de realizar la reconstrucción del hecho indicó que en su informe descartó que el día del hecho se haya producido un enfrentamiento porque “los elementos señalan que los disparos se dieron hacia un solo sentido. En las viviendas de enfrente a la casa de Liniers al 4200 no había impactos. Secuestramos 8 vainas calibre 38 y tras hacerles las pruebas se concluyó que partieron todas del mismo arma como también los plomos extraídos del cuerpo de las víctimas fatales”, terminaron diciendo.
El juicio continuará hoy a las 9 en la sala del primer piso de los Tribunales provinciales.