Las sociedades contemporáneas están plagadas de contradicciones y paradojas, dobles discursos y una cuantiosa variedad de actitudes y prácticas hipócritas por sobre todas las cosas exhibidas por quienes detentan macro y micro poderes. Como dice el sociólogo René Lourau, por los que aparecen formalmente como responsables formales en la grilla de la maquinaria estatal pero que a la hora de las catástrofes se exhiben obscenamente como “los grandes irresponsables” y pretenden socializar culpas y calamidades.
En efecto, en la era que nos toca vivir algunos gobernantes no reciben como atributos del poder bastones de mando, cetros o coronas sino portafolios con las claves de operación de las armas atómicas. De hecho, en las últimas cinco décadas todo gobierno del Estado que se precie de ejercer la soberanía propala a los cuatro vientos la posesión de esos instrumentos de destrucción masiva o al menos la posibilidad de llegar a conquistarlos en breve.
No son sólo los Estados Unidos de Norteamérica, la Federación Rusa, sino también la India, Irán y otros países los que presumen de ser miembros del “club nuclear” y lo pregonan impertérritos. Es posible observar en los noticieros y periódicos, a primeros ministros y presidentes recorriendo plantas atómicas, sino también jugando al juego de tripular naves aéreas y portaaviones.
Herbert Marcuse afirmaba que el gran chantaje universal es argumentar que la condición de la paz mundial es el desarrollo de la carrera armamentista, la amenaza de la guerra como garantía de la paz. De este modo y de muchos otros se ejerce el control de las poblaciones. Se manipula la vida de cientos de millones de personas por la vía de la propaganda política, se arman cumbres sobre el medio ambiente y el paroxismo productivista del capitalismo continúa poniendo los ecosistemas y al Planeta todo al borde de la hecatombes.
Algunos de los Estados occidentales que llevaron adelante el juicio de Nuremberg contra los jerarcas nazis luego de la Segunda Guerra Mundial son los que en los últimos decenios perpetraron verdaderas carnicerías en Asia, África y América.
Así fue Estados Unidos, participó activamente en este proceso por el genocidio, pero ese mismo estado no sólo lanzó dos bombas atómicas sobre Japón en Hiroshima y Nagasaki, sino que rocío con napalm a la población vietnamita durante la década del ´60 en el pasado siglo XX. Fue y es partícipe de guerras en Afganistán, Irak, Colombia, Nicaragua.
En la actualidad en el conflicto de la guerra civil de Siria juegan como tramoyistas detrás de la escena EE.UU., Rusia y China. En África despliegan sus arsenales además de EE.UU. y China, Francia y todos los países europeos productores y traficantes de armamentos, industria que es el verdadero sostén de sus economías, algunos conocidos y otros con una propaganda que los camufla como España, suiza, Suecia, Alemania.
La troika europea con el canciller alemán Ángela Merkel a la cabeza, propicia la aplicación de planes económicos que están condenando al sufrimiento a millones de personas, en Bulgaria, Grecia, Portugal, España, Francia e Italia.
También el presidente norteamericano Barack Obama está aplicando un brutal recorte a las ayudas sociales de los más desprotegidos.
La perversa combinación de planes de reducción de plantillas de empleo, legislación contra los inmigrantes que llegan hambreados a esos territorios, se complementa con la represión contra las protestas sociales.
El Tribunal Russell
El Tribunal Russell, se conoce también como Tribunal Internacional sobre Crímenes de Guerra o Tribunal Russell-Sartre, éste fue un organismo de carácter público impulsado por el filósofo británico Bertrand Russell y del que formó parte el filósofo, dramaturgo y escritor francés Jean-Paul Sartre. Este Tribunal contó con la participación de personalidades como el escritor latinoamericano Julio Cortázar, el escritor y político británico Ken Coates y Ralph Schoenman un destacado militante de la izquierda norteamericana. En el Tribunal Russell se evalúo la política exterior estadounidense y los crímenes de guerra en Vietnam tras la derrota de las fuerzas francesas durante la Batalla de Dien Bien Phu en 1954 y la partición territorial que estableció Vietnam del Norte y del Sur. Al impulsar la creación del tribunal conocido con su nombre el filósofo Bertrand Russell enunció esta reflexión que mantiene absoluta vigencia: “Si ciertos actos de violación de tratados son crímenes, se trata de crímenes, sin importar que los cometan Estados Unidos o Alemania. No estamos preparados para estipular una norma de conducta criminal contra otros que no estemos dispuestos a invocar contra nosotros.” Russell estaba citando a Robert H. Jackson, Fiscal Jefe durante los Juicios de Nuremberg. El devenir de los acontecimientos de los que somos contemporáneos tornan irrefutables estos dichos. Resulta indignante que los propiciadores de los crímenes más atroces pretendan erigirse en jueces de la humanidad y mientras ejercen la violencia militar, económica y política hablan de convivencia armónica, coexistencia y distensión. Son los hacedores del un orden mundial excluyente y que nada tiende nuevo.