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El lenguaje del cuerpo cuando las palabras no alcanzan

El cordobés Carlos Presman presentó “Letra de médico”, un libro que explica por qué nos enfermamos.

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“La mayoría de las visitas al médico no tiene relación con una enfermedad real”, sostuvo el doctor y escritor Carlos Presman, quien presentó en la ciudad su libro Letra de médico. La obra, que fusiona la literatura con una autobiografía, reúne diversos casos y una teoría acerca de la pérdida de la relación “paciente-médico”. Las somatizaciones, las repercusiones en el cuerpo a causa de los miedos que aparecen en una cotidianidad al límite y el poco tiempo del que disponen los pacientes para un chequeo, y el de los médicos para atenderlos, resulta ser un cóctel explosivo para el sistema inmunológico.

En medio de sus presentaciones en la ciudad, Presman dialogó con El Ciudadano y aclaró que “desde que la medicina tradicional se vio atravesada por la tecnología y los medicamentos, se dejó de escuchar al paciente”. Ese resumen indicó que a quien asiste por una dolencia al consultorio ya no es contenido por el profesional como se acostumbraba y pierde así toda su dignidad humana y pasa a ser “un órgano o una dolencia en cuestión”.

A diferencia de muchos profesionales de la salud, Presman acepta la medicina alternativa, como la homeopatía, incluso la psicología. “Hay que admitir que al descuidar a nuestros pacientes, al dejar de preocuparnos por ellos, sin lugar a dudas van a buscar (de hecho, lo hacen) a alguien que les solucione sus problemas de salud y que les dedique el tiempo que necesiten”, dijo el cordobés. “Esta responsabilidad es exclusiva de la medicina a la que uno suscribe y hay que aceptar la autocrítica sobre cómo atendemos a nuestros pacientes”, agregó.

A su vez, señaló que la medicina alternativa es complementaria de la clásica y que más allá de esta distante relación que se sostiene hoy con el paciente, “siempre (ambas medicinas) deberían haber trabajado juntas”.

Molesto, Presman recordó un debate que se dio tiempo atrás en Córdoba con el filósofo Mario Bunge, quien tuvo una actitud “extremadamente condenatoria y descartó el psicoanálisis como método terapéutico”.

“Creo que la salud mental, el psicoanálisis, ocupa un gran espacio en la terapia médica, como así también las medicinas alternativas como opción para algunos pacientes que quieren además de la eficacia de la medicina clásica gozar del bienestar general”, explicó. Y agregó: “La salud mental no se limita a un órgano, al cuerpo en sí, sino que transfiere la esfera del lenguaje del cuerpo y la condición social. Siempre digo que la historia clínica debe incluir la patobiografía del paciente y entender que el síntoma es literatura escrita en el cuerpo. Clásicamente decimos que el cuerpo habla cuando no habla la palabra. Uno pone en el cuerpo el síntoma que no se establece en el lenguaje oral”.

Cada charla que refiere a su libro, Presman la comienza con las preguntas casi sin respuestas que tiene el leiv motiv de esta obra: “¿Cómo nos enfermamos?”, “¿Por qué nos enfermamos?”, “¿Para qué nos enfermamos?”. El autor no tiene las respuestas y afirma que se debe buscar en cada paciente, que son individuales y ninguna se parece. “Es imposible que hoy se haga una tomografía de la preocupación, un electroencefalograma de la tristeza, un análisis del desamparo. Para conocer qué le está pasando a la persona que llega al consultorio hay que recurrir al lenguaje, recuperarlo como herramienta esencial de la relación entre médicos y pacientes. Al fin y al cabo es la palabra, con su enorme potencial de causar daño o alivio, la única capaz de introducirse en la intimidad del enfermo”, sostuvo.

Presman se mostró firme al señalar que cada consulta, más que una historia clínica, es una novela personal y única; que las crisis enferman tanto como los virus y las bacterias; que un abrazo puede ser el mejor de los calmantes. Y desde el prólogo mismo advierte que la diferencia entre Dios y los médicos es que Dios no se cree médico.

¿Por qué nos enfermamos?

Si bien durante la entrevista el facultativo afirmó que es casi imposible responder “¿para qué nos enfermamos?”, sí se debe aprender y entender la respuesta al porqué.

Al aceptar el trabajo en conjunto con la medicina alternativa y la psicología, Presman señaló que la medicina psicosomática está integrada, en su mayoría, por enfermedades ambulatorias como trastornos alimenticios, falta de aire, palpitaciones, mareos, dolor abdominal, acidez, insomnio, disfunción sexual. “Y no todos los casos tienen una demostración por los métodos complementarios. Los médicos cometemos el error de decir «usted no tiene nada», pero el paciente sufre porque no puede comer ni dormir y ahí tenemos que entender el lenguaje del cuerpo. Hay que trabajar con el paciente, si sabe o no sabe por qué le pasan esas cosas. Hay que ayudarlo, escucharlo y enseñarle a que se escuche”, apuntó el cordobés.

Por otra parte, aseguró que el estrés es “el comodín” de la medicina. “Si no saben qué tenés te dicen que es a causa del estrés o que tenés un virus”, advirtió. “La medicina no debe ser tan generalista –siguió–, porque hay situaciones que no afectan a todos por igual. Por ejemplo, si hablamos de estrés, para mí, dar una nota por radio o exponerme ante cientos de personas me puede generar estrés, pero eso a un periodista no le provoca nada fuera del cansancio diario de la jornada laboral. En cambio, si tengo que reanimar un paciente con un paro cardíaco, para mí es algo común de realizar, y eso, para otros, puede ser una actividad súper agotadora”.

Sin ganas ni tiempo de consultar

La automedicación es altamente peligrosa, pero muchos optan por ella cuando están enfermos y no tienen tiempo o fuerzas para acercarse al consultorio médico. El doctor Presman admitió que “ir al médico es algo traumático”.

En ese sentido, sostuvo que “los pacientes no tienen tiempo de ir al médico y el médico no tiene tiempo para atender al paciente. Este vértigo del no tiempo en la consulta aumenta la deficiencia en el servicio. Vas al médico, te ve la radiografía y no te revisan, no te toman la presión, si estás inflamado o no”.

A su vez, expresó que el paciente le entrega el cuerpo al médico y, por ende, la confianza. “Cuando se le niega la condición de paciente, y sólo tiene identidad por un bazo, un hígado, un pulmón, deja de ser una persona, un individuo, y nosotros perdemos la condición de médico”, lamentó.

En tanto, rompió el mito del típico chequeo médico a fin de año: “Es una locura realizarse un chequeo médico a fin de año, porque eso, en sí, es una prueba de alto riesgo cardiovascular. A esa altura del año estás comprando los regalos de Navidad, te organizás con la infinidad de despedidas de año que tenés del trabajo, la familia, los amigos. Ves dónde y cómo vas a pasar las fiestas, estás organizando tus vacaciones y encima hay que hacerse 18 análisis con 18 especialistas diferentes y no tenés tiempo para eso”.

El libro tiene como fin absoluto el retomar la esencia de escuchar y revisar al paciente. “Hay un elemento que la tecnología aún no ha resuelto, hemos perdido la belleza de escuchar, de tocar al paciente. Tocar el pulso periférico de los pies, auscultar la carótida da mucha más información que una tomografía computada”, afirmó, y añadió que lo importante es que quien visite el consultorio no pierda su integridad de persona, y no se registre sólo como una enfermedad.

En Letra de médico, Presman cuenta el caso de una paciente que fue a su consultorio a realizarse un electrocardiograma antes de operarse de la vesícula. El médico recién había obtenido su título y cuando le puso a la mujer los electrodos en las muñecas, se volvió en posición fetal y se puso a llorar. “Cuando le pregunté qué le pasaba me comentó que había estado en La Perla (NdR: un centro de detención clandestino a 15 kilómetros de la ciudad de Córdoba), se arrancó los electrodos y se fue. Pasó mucho tiempo, obviamente no se operó. Fue una escena conmovedora”, relató.

No sin asombro, recordó una extraña coincidencia que ocurrió hace poco, en Córdoba, cuando fue condenado a prisión Luciano Benjamín Menéndez (NdR: comandante del Tercer Cuerpo del Ejército desde setiembre de 1975 hasta septiembre de 1979, fue responsable de todos los campos de concentración que funcionaron en las provincias que abarcaba el III Cuerpo, entre ellos La Perla). “Una vez que se hizo justicia, la mujer volvió, yo no lo podía creer. Se hizo el electrocardiograma y se operó”, dijo.

Qué mejor ejemplo para demostrar a la ciencia que la historia clínica es la historia de la familia, es la historia de la sociedad. Muchos síntomas se pueden acentuar por el miedo de ir al médico. “Aquí no hay tecnología que lo resuelva. Las mayorías de las consultas médicas no tienen nada demostrable en cuanto a los parámetros químicos, entonces debemos recuperar el arte de curar”, concluyó.