La titánica tarea de digitalizar archivos y enriquecerlos para ganar lectores, el reordenamiento de los precios según el mercado y la resignificación de los roles laborales en la cadena digital son algunos de los temas que se discuten frente al advenimiento del libro electrónico.
De las tablas de Gilgamesh a las tabletas de Amazon, la historia de la Humanidad abraza otra vez una nueva mutación del libro que ya se avizora hace algunos años y que presupone todavía destinos algo inciertos.
El consumo y la necesidad de generar lectores perfilan a los editores hacia desafíos constantes y errantes para que el tsunami digital no los arrastre al vacío de un mundo tecnológicamente voraz y competitivo.
Un reciente informe de la consultora internacional PwC indica que las ventas de libros electrónicos en el mundo para el año 2015 serán del 10,35 por ciento, mientas que en América latina, a cinco años se venderán unos 54 millones de dólares en e-book, lo cual representará un 1,48 por ciento de las ventas. “Se trata, en todo caso, de un primer avance”, dicen desde la empresa.
Ante esta información, el especialista en nuevos formatos de producción cultural, Roberto Igarza, quien el próximo mes publicará la encuesta “L+5 Vista”, que recoge la opinión de más de cien editores latinoamericanos sobre lo que sucederá con el e-book hasta el 2015, opina: “El mundo es amplio y vasto como para considerar un promedio, y el sector editorial es muy disímil frente a la era digital donde el consumo tiene diferentes llegadas”.
La gran diferencia se da en la lectura escolar que “representa el cambio más significativo debido a la entrega de netbooks en Latinoamérica”.
El investigador indica que diez millones de personas están más cerca de consumir el formato digital en los próximos años y que “los porcentajes más altos están vinculados con estas nuevas generaciones, no con los consumos pagos”, sostiene Igarza.
De acuerdo con su informe, “en la Argentina hay una tendencia fuerte entre los editores que asumen que para 2015 el consumo digital podría estar entre un 10 y un 30 por ciento de lo que se vende en librerías”, adelanta.
La pantalla de netbooks, notebooks o de escritorio es el destino principal que ven los editores para instalar los e-books, aunque los más jóvenes se inclinen por la lectura vía teléfonos móviles, donde se mueven ya como peces en el agua.
Para la consultora PwC, los dispositivos de lectores de libros electrónicos, conocidos como e-readers, “están imponiéndose sobre las tablets”. Sin embargo, para Igarza, en la región “los e-readers son pocos y caros (el principal que circula es Gramatta) y están hechos para el lector frecuente, profundo e intensivo”.
En cambio, la tableta o tablets, cumple “una función múltiple centrada en el ocio, el entretenimiento y la información que no está exclusivamente destinada a la lectura”, especifica sobre este soporte que enriquece con otros contenidos a los libros digitales.
De hecho, la empresa Amazon hace pocos días lanzó las tabletas en Argentina que van de 800 a 3.600 pesos y según un relevamiento del mes de agosto este año se venderán cerca de 120 mil.
“Son formatos multimediáticos, lo que se llama “social reading” (lectura social) en la cual el usuario lee pero al mismo tiempo está en contacto con otros lectores, con el mismo autor u otras plataformas complementarias”, ilustra Igarza.
Estos dispositivos traen aparejados desafíos para los sellos locales. Según el investigador, la conversión del catálogo a tantos formatos es “un gran esfuerzo y un gasto importante”. No es lo mismo trabajar para un “kindle” de Amazon (un portátil para leer e-books), una tableta multitouch o un teléfono celular. “En ese esfuerzo están las editoriales hoy”, arriesga.
Para Igarza, la plataforma de venta Libranda de los grandes grupos editoriales de Iberoamérica “no ha tenido el efecto esperado y ha comenzado demasiado suave para las expectativas que había”.
Eudeba, la editorial universitaria argentina, fue la pionera en la venta de e-books a precios bajos y “ha tomado decisiones serias sobre esto”, mientras que ya se anunció el arribo de PLUA, la plataforma de libros universitarios para descargar gratuitamente.
Sin embargo, los sellos “no pueden volcar muchos de los archivos porque no tienen la cesión de derechos para el formato digital y eso ya se está discutiendo”, dice sobre otro debate en puerta.
Le sigue el tema del precio que, a diferencia del papel donde la cadena de valores está pautada hace décadas, en la virtualidad el usuario aspira a tener contenidos gratuitos, entonces “esa cadena se reordena y hay eslabones que se debilitan o potencian como los libreros y las bibliotecas que deberán resignificar su lugar”.
Aún con esta proliferación de los e-books, en Argentina todavía se debaten las plataformas y las aplicaciones que se necesitan para lo único que en definitiva importa: ganar lectores y para eso, se necesita “enriquecer” los textos tal cual se conocen hoy.
“No están enriqueciendo al libro. El “richmedia” es sumarle al texto otro tipo de contenido como videos, pdf multimedia e hipervínculos. Por ejemplo, llegás a cierta a página y sale un sonido determinado como ambientación”.
Este “enriquecimiento” es una manera de captar a los lectores de las nuevas generaciones “que tal vez no están formados con y para el texto, que no van a las bibliotecas. Son elementos que actúan para que el libro digital complete esa expectativa de tener una sociedad más lectora compitiendo con el resto de los contenidos.
De aquí a cinco años, los cambios serán veloces y se espera ver “una hibridación de contenidos” con los mismos libros en varios formatos y versiones, algunas gratuitas, otras semipagas, con comentarios, chats y videos. “Las cosas van a cambiar, pero por el momento hay más preguntas que respuestas”, concluye.