Los representantes de unos 140 países firmaron ayer en Japón la Convención Minamata sobre el uso y las emisiones de mercurio, bautizada con el nombre de la ciudad japonesa que sufrió el peor envenenamiento provocado por este metal altamente tóxico.
La Convención Minamata se firmó con motivo de una reunión organizada bajo los auspicios de la ONU en Kumamoto, cerca de Minamata, tras haber sido elaborada y adoptada en enero pasado en Ginebra.
El objetivo del acuerdo es reducir a nivel mundial las emisiones de mercurio, muy tóxicas para la salud y el medio ambiente, así como la producción y utilización de ese metal, sobre todo en la fabricación de productos y en los procesos industriales.
En cuanto sea ratificado por cincuenta Estados, el tratado entrará en vigor, algo que según los organizadores de la conferencia podría llevar de tres a cuatro años.
“Hace falta que muchos países en vías de desarrollo ratifiquen el tratado para que entre en vigor cuanto antes”, declaró el ministro de Medio Ambiente japonés, Nobuteru Ishihara.
El mercurio es un metal pesado muy tóxico para los seres vivos.
Una exposición excesiva a él daña el sistema inmunitario y puede acarrear trastornos psicológicos o digestivos, la caída de dientes y problemas cardiovasculares o respiratorios.
La convención prevé sobre todo que en 2020 los productos que utilizan mercurio, como los termómetros, hayan desaparecido y en un plazo de quince años se deje de usar en la minería.
En Japón, el nombre de Minamata se ha convertido en el símbolo de la indolencia de las autoridades ante un drama de tal magnitud, así como del desarrollo a cualquier precio y sin control en las décadas de auge económico después de la Segunda Guerra Mundial.
En Minamata, a partir de finales de la década de 1950, varias decenas de miles de persones enfermaron y más de dos mil murieron por la ingestión de peces y crustáceos intoxicados con el mercurio lanzado al mar por una fábrica.
La empresa química Chisso continuó vertiendo mercurio directamente en el mar hasta 1968, a pesar de que las primeras alertas se emitieron a mediados de los años 50.