Por Sebastián Ortega / Cosecha Roja
Federico Vicente Lisi Ríos fue uno de los primeros en llegar a la escena del crimen de su jefe. La Policía le tomó declaración durante horas, sin abogado defensor ni fiscal ni lectura de derechos. Él confesó, y estuvo preso 1.375 días. Este viernes quedó libre después de que un jurado lo declarara inocente.
El hijo del electricista Miguel Ángel Quesada encontró a su padre muerto en la casa de La Plata. Había recibido alrededor de 40 puñaladas en el tórax y el cuello. Las cerraduras no habían sido forzadas. Uno de los primeros en llegar a la escena del crimen fue el ayudante del electricista, Lisi Ríos de 21 años. La Policía le tomó declaración en la comisaría de Los Hornos. Después de varias horas de interrogatorio sin funcionarios judiciales ni abogado defensor el joven confesó el crimen. El juez César Melazo –hoy detenido por liderar una banda criminal– convalidó la declaración y Federico pasó más de 3 años y 9 meses preso. Este viernes quedó libre después de que un jurado lo declarara inocente.
Al escuchar el veredicto, el ayudante del electricista se abrazó con su abogado y los miembros del jurado aplaudieron. A lo largo del juicio quedó claro que la principal prueba en su contra fue la declaración que le tomaron en la comisaría de Los Hornos. El entonces titular de la seccional era el ex comisario Sebastián Cuenta, hoy condenado a 3 años y 8 meses y exonerado de la Bonaerense por recibir coimas. “La declaración de los imputados en sede policial está prohibida. Para que una declaración sea válida, el imputado tiene que tener la posibilidad de conversar con un defensor, debe ser realizada ante el fiscal y se le deben leer sus derechos”, explicó el abogado Gonzalo Alba, defensor de Lisi Ríos.
Al ayudante de electricista lo llevaron el 15 de diciembre de 2015 a la comisaría para tomarle declaración en calidad de testigo. Los policías dijeron que “se quebró emocionalmente” y confesó el crimen. Primero dijo que mató a su jefe después de tener relaciones sexuales porque se había negado a pagarle lo acordado. En otro momento dijo que mantenían una relación desde hacía tiempo y que lo había acuchillado por celos. En el juicio, Lisi contó que confesó el crimen porque los policías lo apretaron y él quería volver a su casa. Ese día era el cumpleaños de su mamá.
La declaración en la comisaría estuvo plagada de irregularidades: a un testigo le tomaron declaración como acusado sin abogado defensor ni funcionarios judiciales presentes. Aun así el juez de Garantías la declaró válida y lo procesó por “homicidio críminis causa”. Es decir, cuando una persona mata a otra para encubrir un delito anterior. Prevé una pena de prisión perpetua. Al juez no le importó que no hubiera ADN del acusado en el cuchillo ni hubiera otra prueba que probara su culpabilidad.
Después de tomarle declaración la Policía allanó la casa de Lisi Ríos. Secuestraron una remera, una bermuda y una billetera de cuero vacía. Los análisis de laboratorio confirmaron que las manchas en la ropa no eran de sangre. La billetera fue utilizada como prueba: “otro empleado de Quesada la identificó como de la víctima, pero nunca se la mostraron al hijo”, explicó el abogado.
Alba asumió la defensa de Lisi Ríos en 2016, después de que el juez de Garantías había convalidado toda la actuación policial. Cuando se presentaron las pruebas para el juicio, el abogado volvió a cuestionar el interrogatorio. La Justicia rechazó el pedido. “Por eso pedimos que se haga un juicio por jurado, en el que podamos contarle a la gente cómo fueron los hechos y que resuelvan ellos”, dijo Alba.
Lisi Ríos llegó detenido al juicio. El fiscal Jorge Paolini cambió la acusación y pidió que se lo condenara por homicidio simple y hurto. A lo largo de cuatro jornadas pasaron por el estrado policías, familiares del acusado y de la víctima. La declaración más importante fue la de Lisi Ríos: contó cómo lo habían apretado para que confesara un crimen que no cometió y explicó que no tenía motivos para matar a su jefe.
El jurado le creyó y lo declaró no culpable. Después de casi cuatro años, cuando ya cumplió los 25, Lisi Ríos recuperó su libertad.