El 19 de diciembre es una fecha clave para el hincha de Central. No solamente por la inolvidable palomita de Aldo Pedro Poy que sirvió para ganarle 1-0 a Newell’s en el Nacional del 71 y meterse en la final que luego le ganaría a San Lorenzo para proclamarse campeón como el primer equipo del interior del país. En 1995 el Canalla logró una hazaña imborrable al coronarse en la extinta Copa Conmebol tras vencer en los penales a Atlético Mineiro.
Una semana anterior a ese día, el 12 de diciembre, el cachetazo había sido durísimo. En el estadio Mineirao de Belo Horizonte, por la primera final, Atlético Mineiro había despachado a Central con un 4-0 que tenía un fuerte aroma a sentencia.
La revancha era en Arroyito. Cuenta la leyenda que Eduardo Coudet propuso vender las entradas a 5 pesos y el presidente Víctor Vesco asintió sin dudar un segundo. En esa época ese valor no era mucho, ni poco. Era un precio casi popular. A plata de hoy serían algo así como 200 pesos. Esa estrategia “made in Chacho” fue pensada para meterles presión a los brasileños y transmitir un mensaje de confianza al equipo de Zof. “Ese partido lo ganó la gente”, definió el Negro Palma aquella final tiempo después.
Esa noche, el Gigante estalló. Muchos fueron a apoyar al equipo del Viejo Zof, ese hombre canoso que contaba con la sapiencia suficiente para capear una tormenta de frente. Otros esperaban el milagro de un equipo joven e irreverente con el aporte del Negro Palma y el Polillita Da Silva.
“Ese día fuimos a la cancha más que nada para homenajear al Negro Palma, una suerte de celebración nuestra, del sentimiento canalla, con un carácter épico. Aunque teníamos una pequeña esperanza, como esas películas malas norteamericanas en las que gana el muchachito bueno sobre la hora”, dijo alguna vez el Negro Fontanarrosa, hincha emblemático del Canalla, recordando ese partido.
La recepción al equipo fue apoteótica. Los brasileños, al salir al verde césped, se miraban incrédulos. No podían entender cómo después del 4-0 en la ida, la cancha explotaba.
“Sabíamos muy bien que le íbamos a ganar por cómo se había dado el partido, no sabíamos si íbamos a poder revertir el abultado resultado de la ida pero teníamos que dejar todo por el hincha y así fue como lo revertimos y salimos campeones”, recordó hace unos años el Pato Graff.
Para la revancha Zof apenas movió una pieza con respecto al equipo que fue goleado en Brasil. Adentro Martín Cardetti, delantero y con poder de gol, afuera Cristian Daniele, volante de marca.
El partido fue un parto o al menos las miles de mujeres que estuvieron esa noche lo definieron de esa manera porque ellas solamente podrían hacer una comparación como esa. Central se puso a los 40 minutos del primer tiempo 3-0 arriba gracias a los goles de Da Silva, Carbonari y Cardetti. Faltaba un gol para ir a penales o dos para liquidar la serie y para contaba con 50 minutos de juego.
Pero el cuarto gol se hizo esperar todo el segundo tiempo hasta que a falta de dos minutos para que finalice el partido, Carbonari, con un furioso cabezazo, infló la red que defendía un tal Taffarel. Ese tanto forzaba la definición por penales. Otro sufrimiento más para el hincha auriazul que veía la gloria de cerca.
El Canalla se impuso en la ronda de penales por 4 a 3 y logró la hazaña. Algo que aún nadie pudo igualar en una final. Fue su primer y único título a nivel internacional, en una hazaña futbolística que será recordada por todos sus hinchas. Y nuevamente, como en el 71, se dio el gusto de ser el primer equipo del interior del país en salir campeón internacional.
“Cuando el Polilla marca el último penal explotó el estadio. Fue la explosión más grande de mi vida”, expresó Don Ángel. Y vaya que tenía razón el Viejo. La ciudad fue una fiesta hasta al amanecer. Todos festejaron el título, cada uno a su manera. En una graduación, en la calle, en el Monumento. Rosario estaba de fiesta. Central era campeón.
Pero dos jugadores vivieron un festejo inusual. “Si ganamos en Rosario, que sé que es muy difícil, hagamos una promesa: si somos campeones vamos a dormir esa noche en nuestra cancha, justo en el círculo central”, le susurró Vitamina Sánchez a Coudet apenas perdieron en Brasil. Y así fue que ambos disfrutaron con la compañía de un champagne, un par de pizzas, una linterna y una radio de la mejor de sus noches.
Una noche imborrable para todos. Jugadores, dirigentes e hinchas. Una final con gusto a hazaña y milagro que solamente costó 5 pesos.