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“El monte”, una relación entre padre e hijo que se sumerge en el abismo

El director y guionista de la película, Sebastián Caulier, contó cómo fue la filmación en Formosa y durante la pandemia de la película que protagoniza Gustavo Garzón

El monte, film protagonizado por Gustavo Garzón y que se estreno este jueves en salas del país, nació como una película que iba a abordar únicamente la relación entre un padre y un hijo, pero se fue metiendo cada vez más en el género fantástico con la exigencia física y mental de rodar en el monte formoseño.

“Por lo general no edifico toda la historia en mi cabeza, sino que arranco a escribir y veo qué surge. En esa exploración empezó a aparecer la veta fantástica, que asaltó el género en el guion. Quería escribir un drama, pero no me aguanté y me terminó agarrando el fantástico, así como en la película lo agarra a Garzón el monte”, explicó a Télam el director y guionista de la película, Sebastián Caulier, sobre la génesis del proyecto.

Si bien la historia no se basa en ningún mito ni leyenda rural específica, Caulier, oriundo de Formosa y porteño por adopción desde hace 20 años, pincela en la película algunos de los relatos que circulan en su tierra natal. En ellos se habla del poder que tiene el monte por sobre algunas personas, quienes pierden la razón y se pierden, justamente, dentro de la naturaleza para no volver a tener contacto con otras personas.

El personaje de Garzón, un médico de Buenos Aires que se fue a vivir a Formosa, ha escapado de su consultorio y rutina diaria para vivir sin electricidad ni agua potable en una casucha medio arruinada cerca del río. Allí pasa los días bañándose, cortando madera y cazando lo que comerá; rutina que se ve interrumpida cuando su hijo (Juan Barberini) llega para intentar recuperar los vestigios de cordura que aún le quedan.

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“Encaré esa relación bajo la idea de que no iba a una reconciliación, sino como una defensa del desacuerdo. No hay obligación de entenderse tanto, por eso es que no terminan reconciliados. La idea era trabajar el conflicto en sí, que es irresoluble, y qué se hace con ese conflicto irresoluble y con las distancias insalvables que tenemos con las personas”, dijo Caulier.

Si filmar en cualquier país del mundo ya es toda una osadía, hacerlo y que el rodaje sea interrumpido por una pandemia, lo convierte en algo aún más heroico. En plena cuarentena, El monte tuvo un momento de exposición cuando Garzón salió en varios medios a contar que estaba atrapado en Formosa, sin poder salir por las restricciones sanitarias. Dos años y medio después, la película llega a salas, pero con un cambio sustancial en la trama, obligado por el impedimento de poder a reunir al elenco.

“Terminamos filmando en Buenos Aires algunos interiores -señaló el director-. Reconstruimos partes de la casa, nos trajimos las ventanas; con paneles reconstruimos partes de la escenografía ayudándonos de planos cortos y oscuridad; hay escenas que son mix filmadas en Formosa y algunos exteriores valiéndonos de planos chicos en el Parque Pereyra Iraola. Tuvimos que descartar una trama secundaria porque, por las restricciones, no podíamos traer a los actores ni tampoco podíamos viajar nosotros por el aislamiento que teníamos que cumplir”.

Y en ese contexto Caulier confesó que durante gran parte del 2020 pensó que la película no se iba a terminar: “A pesar de eso con el montajista empezamos a editar el material, que era un 70 por ciento. Teníamos esta escena sí, esta no, esta escena sí, esta no, era imposible terminarla. No es que podía armar algo con lo que tenía y hacer una película de eso, faltaban escenas claves para la articulación del argumento. Fue cerca de noviembre de 2020 que podía vislumbrarse la posibilidad de retomar el rodaje. Ahí se encendió una luz de esperanza”.

También contó que filmar en el monte fue muy difícil. “Muy caluroso, muchos mosquitos. Difícil, porque para filmar en lugares que están alejados de cascos urbanos hay que traer todo y todo es una complicación extra. No es que la combi nos dejaba ahí y filmábamos a tres metros, sino que teníamos que caminar 500 metros monte adentro, armar un sendero para desmalezar, siempre estar pendientes de que no aparezca ninguna yarará ni nada. Fue difícil”, aseguró y sobre el escenario natural agregó: “Trabajé mucho en el sentido de que no sea un monte maligno diabólico sino que es un comportamiento de la naturaleza desconocido que los personajes no comprenden y por eso le temen, pero no es el monte maldito. Si te aparece una yarará le vas a tener miedo, pero el bicho es un bicho, va a hacer lo que sabe hacer, morderte. Lo quise trabajar desde un costado más espiritual, si se quiere, con la espiritualidad del entorno y estos personajes humanos racionales frente a eso y con el temor frente a lo que desconocen”.

Consultado sobre si se filtró su mirada “porteña”, el realizador analizó: “Quería hacer ese cruce del padre que es el porteño que se fue de Buenos Aires a vivir a Formosa y el hijo que es formoseño, pero se fue a vivir a Buenos Aires. Su identidad está en la mitad del viaje en bondi o en avión, es una identidad transgeográfica, que es un poco con la que yo miro a mi provincia porque vivo acá. Esa mirada un poco propia y un poco extranjera que tiene el personaje es la mía, por eso lo abordé desde ahí”.

Para finalizar Caulier contó porqué decidió que el hijo estudie filosofía y el padre sea médico: “La filosofía es la madre de todas las ciencias, pero eso está totalmente perdido. Ahora alguien que estudia filosofía se considerada que está haciendo algo que no le va a servir para nada. Quería que el hijo fuese lo más opuesto posible a ese entorno, que tuviese ese aspecto intelectual, académico y racional. La transformación que hace el hijo es un poco ir soltando eso, pasa una primera etapa en la que parece creer que lo que le pasa al padre es una locura y de a poco empieza a negociar este traspaso del logos al mitos, hace el camino opuesto al que hizo la humanidad del mitos al logos. Él empieza muy racional y va desaprendiendo todo eso a medida que el monte le empieza a mostrar su realidad, empieza a manifestarse, hasta que termina asumiendo esa nueva realidad. Igual algo que sí hicimos con el montajista durante el rodaje fue que en los textos originales el hijo terminaba hablando del monte, en el montaje eliminamos toda verbalización del hijo con respecto al monte, como que el hijo a pesar de aceptar eso nunca pone en palabras esta situación sobrenatural que está ocurriendo. Lo único que dice es «vos sabés lo que está pasando acá, ayudame», pero nunca dice lo que dicen los lugareños. Negocia un poco su raciocinio, pero hasta ahí”.

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