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El movimiento nacional está vivo y propone una salida para los argentinos del presente y del futuro

No hay país viable con un 35% de pobres; no puede ser aceptado que el 20% de los hogares no tengan condiciones para una vida digna, ni que haya más de 3,2 millones de personas sin agua corriente. Quienes aspiran a una Patria justa, libre y soberana, proponen políticas concretas para revertirlo

Esteban Guida y Rodolfo Pablo Treber

Fundación Pueblos del Sur (*)

Especial para El Ciudadano

La República Argentina se encuentra en una grave crisis económica que no ha sido generada por el Covid-19, sino que proviene de la definición e implementación de una idea de país que ha resultado incapaz de resolver los problemas centrales de sus habitantes, aunque útil para atender a intereses de sectores concentrados y foráneos.

Para quienes ponemos a la persona humana en el centro del problema, en concordancia con una cosmovisión de la vida humanista y cristiana, el problema económico fundamental radica en la insatisfacción las necesidades básicas de nuestro pueblo. Esto es, que miles de argentinos no logren disponer de los bienes y servicios esenciales para tener una vida digna que le permita decidir acerca de su presente, su futuro y el de sus hijos.

Esto no quiere decir que no haya otros temas importantes por atender, sino que su abordaje y propuesta de solución no puede marginar ni distraer el objetivo central, que es terminar con la injusticia social mediante el logro de nuestra soberanía política e independencia económica.

Todos debemos reconocer que no hay país viable con un 35% de pobres; con más de 2,2 millones de personas, tan solo en los 31 aglomerados urbanos más grandes del país, que no logran cubrir los requerimientos nutricionales básicos para vivir. No puede ser aceptado que el 20% de los hogares posean una vivienda que no cuenta con las condiciones para una vida digna, ni que haya más de 3,2 millones de personas sin agua corriente o 9,4 millones de personas sin cloacas. No podemos ser indiferentes con que el haber mínimo de un jubilado resulte la mitad del valor de la canasta básica total para una pareja de ancianos, hecho que impide cubrir sus necesidades básicas de alimentación, vivienda, remedios, etcétera.

Es totalmente injusto e inaceptable que en Argentina padezcamos esta situación, pero aún peor es que la perspectiva de corto plazo sea la profundización de estos problemas, ya que lejos de encontrarnos en un sendero de reversión, cada día se acepta más la existencia de una “pobreza estructural” y se da por digno que millones de argentinos se ubiquen en situación de infraconsumo.

Ningún programa económico será viable ni exitoso si no se propone atender a estos problemas, dando solución al conjunto de los argentinos en un marco de justicia social.

Pero en este mismo momento en diversas partes del país hay argentinos que están pensando, proponiendo e impulsando ideas que apuntan directamente a revertir esta situación. El debate activo y propositivo existe, aunque los medios masivos de comunicación no lo muestren, y por lo tanto miles de personas desconozcan que hay un pueblo vivo, comprometido y con la esperanza de que podamos volver a ser una Patria con soberanía política, independencia económica y justicia social.

Existe gran coincidencia en que el vector que permitirá encarar la resolución definitiva del problema es la generación de trabajo genuino. Porque el trabajo constituye un derecho y también un deber. Por eso, los planes de contingencia, estabilización o salvataje no deben transformarse en práctica permanente. Toda urgencia social debe ser inmediatamente resuelta a como dé lugar, pero mientas se marcha conscientemente a una solución de raíz al problema que la origina. Porque, aunque ayude, el dinero no resuelve por sí solo los problemas de la Patria y el Pueblo…

El trabajo es mucho más que la herramienta para satisfacer nuestras necesidades básicas materiales. Es el pilar del desarrollo del individuo, la familia y la comunidad toda; porque es también lo que cada persona tiene para aportar al conjunto y el medio para darse a los demás. Es nuestra forma de relacionarnos social y políticamente con los otros. Por eso, es fundamental que cada argentino asuma el compromiso de dar lo poco o mucho que recibió. Porque lo que no ofrece cada uno, ningún otro lo podrá dar con su especificidad; cada persona vale por sí misma y no se puede reemplazar.

Crear trabajo es una decisión política, y este contexto inusual, nacional e internacional, representa una oportunidad ideal para asumirla y llevarla a cabo con éxito. Esto no quiere decir que la tarea sea fácil y simple. Hay que comprender la demanda de nuestro Pueblo y planificar la producción que la satisfaga. La idea y organización que se necesita para realizarlo debe estar explicitada en un Plan que contenga fundamentos, plazos, objetivos, metas cuantificables y acciones, conocido cabalmente por todos los argentinos.

Es importante reconocer que para que se cumplan las necesidades de consumo de bienes y servicios del total de la población, los puestos de trabajo creados deben tener un correlato real en producción. Esto es, abandonar, de una vez y para siempre, la engañosa creación de puestos de trabajo improductivos, que no son más que agregar rutina y lugar físico a la asignación o ayuda social. Por eso, el cambio necesario no provendrá nunca de mantener a la economía argentina en su actual posición colonial, de sumisión a la decisión de los centros de poder, produciendo y proveyendo lo que “el mercado” quiere, sino de volver a un modelo de desarrollo económico, industrial, con justicia social.

Dentro del mencionado grupo activo de personas que pertenecen al movimiento nacional y aspiran a una Patria justa, libre y soberana, hay muchos que vienen proponiendo formas, medidas y políticas concretas para realizar esto. Porque no se trata de una aspiración utópica e infundada, sino de volver a ser lo que la Argentina fue, con los condicionantes y variantes que exige la realidad actual.

Allí encontramos propuestas concretas para la industrialización del país; para el ordenamiento del territorio y el aprovechamiento sustentable de los recursos naturales; para una logística integrada; para administrar el ahorro doméstico según el interés nacional y el comercio exterior en base a las necesidades de desarrollo; para lograr trabajo y salario digno para el conjunto del pueblo argentino; para controlar la inflación y para la definitiva resolución del problema de la deuda pública.

La Argentina cuenta con un Pueblo vivo, que tiene memoria y guarda muy presente en su mente y corazón las experiencias de su historia y su tradición, aspectos que le han permitido ser una Nación grande; grande por su cultura, por sus logros económicos e industriales, por alcanzar el pleno empleo con independencia económica, por su propuesta universal de solución a los pueblos del mundo, con un criterio de soberanía y justicia social.

Por eso, así como el presidente de la Nación reconoció su incapacidad para abordar el problema del Covid-19 y convocó a un grupo de especialistas a los que escuchó y se sujetó técnicamente, el problema económico debe implicar una actitud semejante de apertura, diálogo y acuerdo nacional e intersectorial.

Este diálogo no debe quedar reservado a las élites gobernantes y ancladas al poder que nos condujo al actual desastre. Hay un pueblo vivo y activo que quiere ser parte de la solución, que sabe y tiene propuestas, y que está al aguardo de su momento para ser protagonista de su liberación.

(*)fundacion@pueblosdelsur.org

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