El autor, interprete y productor Ariel Dávila editó su tercer disco titulado Los días del evangelista, un material que contiene nueve canciones de rock en las que los sueños de una de sus primeras bandas Los Hijos de Neruda, y los acordes de Vincha & Muchísima Elegancia, formación con la que editó dos materiales discográficos, se presentan como una “tenue germinación de lo que hoy florece”.
Dávila nació en Mendoza. Con tan solo 15 años incursionó en el punk con Los Hijos de Neruda, estudió arquitectura, pero antes de terminar esa carrera dio a conocer su primer libro de poemas, Los beneficios de la poesía. “Hoy veo que la mirada del devenir de aquel pibe abarcaba desde lo que era en esa instancia absolutamente desconocido hasta la más expectante certidumbre de lo que hoy existe”, dijo el músico a El Ciudadano sobre ese recorrido marcando como principal diferencia “los tiempos del mundo (tiempos de calendario)”.
“En él me fue necesario el acontecer de Los Hijos de Neruda y Vincha & Muchísima Elegancia en comunión con otras tantas reflexiones y decisiones que se juntan entre la fecha de nacimiento que marca mi DNI y mi último cumpleaños”, apuntó quien en cine y como actor formo parte de las películas Los Salvajes y la multipremiada Muere, monstruo, muere, ambas del realizador Alejandro Fadel.
Canciones, que se conoció en 2004 y Se dicen cosas, de 2007, son sus materiales discográficos anteriores, ambos firmados por la banda Vincha & Muchísima Elegancia.
A mediados de 2017 comenzó a gestarse Los días del evangelista. “Las canciones estaban todas contenidas como en un paquete de surtidas hacia mediados del 2016, y junto con un amigo y otros tantos que se fueron allegando al camino, fueron teniendo un tratamiento cada vez más intensivo. A través de varios mediados de años sin dejar de debatirlo un solo día, el disco está en su primera intención sin dejar de albergar todo lo necesario que aportó cada uno en la realización”, dijo Dávila acerca de la participación de músicas y músicos como Natalia Cabrera, Julián Horita, Federico Hoffmann, Joaquín Franco, Juan Pablo Bidegain y Natalia Cabrera.
Consultado sobre una declaración de fe existente en el tema que da nombre al disco, apuntó: “Al volver a oírlo después de trabajarlo oigo un suceso declaratorio, una descripción confesional de un período cenagoso de muchos años de donde no se vuelve, de modo que al poder hacerlo expansivo hoy deja a mano para quien así lo quiera una declaración de fe. El título es inevitable en este disco, partió así desde la primera canción que apareció y junto con la imagen abordan asuntos importantes para mí hoy. Van sobre lo mismo con humor y puede que finalmente dejen en evidencia montajes, artificios y especulaciones peligrosas a las cuales asistimos en el presente”.
Respecto a su acercamiento a la música como modo de expresión, Dávila recordó: “En una mínima retrospectiva, en un marco social de época que no se permitía autodenominarse pasado ni una comunidad sin cultura, la música, la actuación eran actividades sociales bien vistas y graciosas para los dueños de la pelota, lo cual de algún modo advertimos y comenzamos a andarlo como un vehículo sencillo para poder contar mis y nuestras dolencias, vacíos e interrogantes personales y generacionales”.
Al tiempo que sobre su relación con la poesía, no dudó y postuló: “Las descripciones más cabales para aquello para lo cual no encontraba respuestas las comencé a obtener a través de la poesía, esa atmósfera, ese espacio no convencional o que este mundo se encargó de marginar y en aquel principio del cual estamos hablando pudo ser un atractivo, en este nuevo principio es para mí un sitio para habitar, un sitio de respeto y de respuestas como en aquel entonces”.
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