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El núcleo duro de Macri

En los últimos cuatro años, Mauricio Macri se movió de manera ambigua al calor de “la dictadura de la opinión pública” buscando apoyos dentro y fuera de su núcleo duro de adherentes, con resultados que ahora se evidencian catastróficos tanto para su propio espacio político como para el país

Gisela Brito / Celag.org

En los últimos cuatro años, Mauricio Macri se movió de manera ambigua al calor de “la dictadura de la opinión pública” buscando apoyos dentro y fuera de su núcleo duro de adherentes, con resultados que ahora se evidencian catastróficos tanto para su propio espacio político como para el país. La profundidad de la erosión de Cambiemos es tal que en menos de dos años pasó de insuflar optimismo mediante una comunicación positiva a la estrategia de “embarrar la cancha”, poniendo como eje de la campaña del 2019 el “temor a volver al pasado” y el “rechazo al kirchnerismo” condensados en el antagonismo “república-autoritarismo”, cuestiones que interpelan directamente sólo a una porción minoritaria de la sociedad.

Según los hallazgos de las encuestas nacionales realizadas por Celag en los últimos meses, el tercio de la población que (aún contra viento y marea) volvió a elegir a Macri en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) y que probablemente lo acompañe en octubre expresa un segmento de la sociedad argentina con valores e ideas conservadoras sólidamente arraigadas que son contrarias a los sentidos comunes de la mayoría de la población. Algunos datos son útiles para caracterizar a este grupo social devenido, en esta elección, en núcleo duro del macrismo: Al ser consultados sobre el gatillo fácil, las opiniones de los argentinos se encuentran divididas entre aquellos que justifican el uso de armas de fuego en situaciones de fuga (47%) y quienes creen que no existe justificación alguna para que las fuerzas de seguridad hagan un uso desmesurado de las armas de fuego (48%). Al desglosar por voto se observa que entre los votantes de Macri la proporción de los que justifican el gatillo fácil escala hasta el 70%.

En el eje xenofobia laboral, el 68% de los votantes de Macri cree que los argentinos deberían tener prioridad frente a los extranjeros en contextos de crisis, mientras que el 30% considera que los inmigrantes deben tener exactamente las mismas oportunidades de empleo que los argentinos.

Acerca del rol del Estado en la economía, el 76% de los argentinos considera que su intervención es necesaria para disminuir las injusticias sociales, mientras que el 19% cree que lo óptimo es dejar funcionar libremente al mercado. Entre los votantes K, la proporción de “intervencionistas” crece hasta 89%. Entre los votantes de Macri, en cambio, cae hasta el 62% y aumenta considerablemente el porcentaje de los que están a favor del libre mercado: 32%. Los datos son significativos teniendo en cuenta la tradición histórica del país y el acuerdo transversal sobre la importancia asignada al Estado.

Las posiciones sobre las políticas sociales también son un eje donde se observa fuertemente el componente ideológico del votante macrista: en el universo M, el 72% cree que los “planes sociales hacen que la gente sea vaga”, mientras que un minoritario 20% cree que “son imprescindibles para que los pobres tengan una vida digna”. Entre los votantes del universo K la distribución es exactamente inversa: 19%/75%.

En el clivaje sobre el discurso meritocrático también las diferencias son elocuentes: el 68% de los votantes M considera que “los resultados de cada quien en la vida dependen exclusivamente de su esfuerzo personal”, mientras que el 30% opina que “nadie puede triunfar en la vida si el Estado no garantiza derechos y oportunidades”. Entre los votantes K, la proporción es: 73% de “colectivistas” versus 25% de “individualistas”.

El macrismo realizó, en estos cuatro años, intentos deliberados por politizar y poner en el debate público los valores e ideas que representan al segmento de derecha para empoderarlo, avanzando en la conformación de una identidad política que hasta ahora no tomó forma en la sociedad argentina: la demonización del sindicalismo, la “doctrina Chocobar”, el revisionismo sobre la política de derechos humanos, la mirada xenófoba sobre los migrantes y la criminalización de la protesta son ejemplos de ello.

Un interrogante que surge en el contexto electoral actual es: ¿ahora que Cambiemos se derrumba como proyecto de gobierno, podrá convertirse Macri en el líder de la derecha argentina? Para eso necesitaría “salir del closet” y hacer una apuesta deliberada por clarificar su proyecto político-ideológico, aún a sabiendas de que no es el mayoritario en la sociedad. Por lo pronto, la novedad de esta elección es que quienes salieron a manifestarse en apoyo al presidente en la marcha del #SíSePuede encuentran, por primera vez en la corta historia democrática del país, una representación política competitiva electoralmente. El desafío a mediano plazo es transitar desde la pulsión por la aniquilación del otro hacia posiciones políticas que le permitan integrarse en el marco del juego democrático. Es la única manera de cerrar la famosa “grieta”, que no es otra cosa que el intento de la derecha sociológica de revestir de consenso su odio de clase.

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