El ultraconservador Eduardo Cunha, con la reputación de ser un Maquiavelo brasileño, era hasta hace poco la tercera figura del Estado. Pero en algunos meses su poder se evaporó y ayer fue arrestado por sus vínculos con el escándalo Petrobras.
El evangélico ex presidente de la Cámara de Diputados, de 58 años, fue detenido en Brasilia y trasladado de inmediato a Curitiba, donde será interrogado por el juez Sergio Moro, a cargo de la operación Lava Jato que investiga el desvío de miles de millones de dólares de la petrolera estatal.
Cunha está acusado de corrupción pasiva y lavado de dinero, ocultamiento de cuentas en el extranjero nutridas con dinero ilegal, abuso de poder y tentativa de obstrucción a la justicia.
Su libertad es un “riesgo” para la instrucción del proceso y el orden público, señaló la procuraduría en un comunicado, que también alertó sobre “la posibilidad concreta de fuga” de Cunha.
Presidente de la Cámara de Diputados entre febrero de 2015 y julio de este año, cuando renunció ya en el ocaso de su poder, Cunha navegó hábilmente para apuntarse victorias.
Fue quien abrió la puerta en diciembre pasado al impeachment de la presidenta Dilma Rousseff, separada del cargo en mayo y destituida el 31 de agosto por presunta manipulación de las cuentas públicas.
Rousseff fue sustituida por su vicepresidente, Michel Temer, del partido de centroderecha PMDB, el mismo de Cunha. Pero su apogeo fue efímero.
El propio mandato de Cunha había sido suspendido en mayo. Pero uno de los golpes más duros le llegó en septiembre, cuando sus propios pares lo destituyeron por abrumadora mayoría.
¿La razón?: “Falta de decoro parlamentario”, por haber mentido sobre la titularidad de cuentas bancarias en Suiza, hacia donde supuestamente desvió fondos de la trama de Petrobras.
“Es el precio que estoy pagando para que Brasil quede libre del PT. Me están cobrando el precio del impeachment que acepté y que nadie más estaba en condiciones de hacer en ese momento”, afirmó, después de recordar a sus colegas que al menos 160 de ellos eran investigados por la Justicia.
Frank Underwood brasileño
Rousseff siempre consideró que la decisión de iniciar el proceso de destitución fue un acto de “venganza”, por no impedir que el Partido de los Trabajadores (PT) apoyara el proceso en la comisión de Ética de la Cámara por “falta de decoro parlamentario”, que derivó en su destitución.
Cunha, además, llegó a ser el único político brasileño con fueros en ser juzgado por el Supremo Tribunal Federal (STF) en el marco del megafraude a Petrobras, por corrupción y lavado de dinero.
Su figura se convirtió en una de las caras de la corrupción que gangrena al Estado en Brasil. Y su supervivencia fue atribuida a su capacidad de maniobra.
No en vano, fue identificado como el Frank Underwood brasileño, en referencia al inescrupuloso personaje de la serie “House of Cards”. Una comparación que indignaba al fervoroso evangélico, quien replicaba: “Underwood es ladrón, homosexual y asesino. Yo no”.
Rousseff acusó a Temer y a Cunha de ser los “dos jefes del golpe” en el que a su juicio consistió su destitución.
Temer, que debe concluir el mandato de Rousseff hasta 2018, ya no tendrá en todo caso a su lado a su inquietante compañero del PMDB. Una posibilidad que el propio Cunha ya había entrevisto, al declarar en diciembre ante políticos opositores: “Si derribo a Dilma, al día siguiente ustedes me derriban a mí”.
Orgullo heterosexual
El PMDB ha sido aliado de prácticamente todos los gobiernos desde el fin del régimen militar en Brasil en 1985.
Cunha llegó a la presidencia de la Cámara tras ganarle una pulseada a un candidato apoyado por Rousseff.
Desde su podio, este político dueño de más de 150 dominios de internet con la palabra “Jesús” impulsó proyectos conservadores como la reducción de la edad de responsabilidad penal a 16 años o la celebración de un “Día del Orgullo Heterosexual”.
En la Cámara tenía apoyos entre parlamentarios de la bancada “BBB” (Buey, Biblia y Bala) integrada por los lobbies del agronegocio, evangélico y de ex policías y militares que defienden la portación de armas.
Dio sus primeros pasos en política vinculado con el tesorero de la campaña del ex presidente Fernando Collor, quien renunció en 1992, también bajo la presión de un juicio de destitución.
“La historia hará justicia al coraje que tuvo la Cámara de Diputados bajo mi conducción, de abrir el proceso de impeachment que terminó con el alejamiento de la presidenta, sacando al país del caos”, afirmó cuando renunció a su cargo.