Por Nicolás Tereschuk (Noticias Argentinas).- Declaraciones crispadas, vaticinios de terremotos políticos en el oficialismo, versiones sobre traiciones y dobleces fueron algunas de las repercusiones que siguieron al cierre de listas del kirchnerismo de cara a los comicios de octubre, aunque vale la pena hurgar un poco en múltiples datos para tamizar esa información.
«Cuando hay 100 pretendientes para 10 novias, hay 90 que van a quedar calientes», fue la muy difundida frase que eligió el diputado alineado con la CGT Héctor Recalde para evaluar lo ocurrido en el PJ.
La palabra de Recalde buscó matizar con una máxima de la política las declaraciones de dirigentes cegetistas que habían dado a conocer en público su disgusto por la conformación de listas que bendijo la Casa Rosada.
En ese contexto, si se analiza la nómina en la que todos ponen el foco, la de diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires, el saldo para la CGT no fue de catástrofe.
Facundo Moyano se ubicó en el puesto número 11 de la lista, el mismo que tuvo en 2007 el actual diputado Octavio Argüello, un dirigente vinculado a Hugo Moyano.
En aquella nómina hubo dos dirigentes sindicales, ninguno entre los primeros lugares: ahora también hay dos referentes de la CGT y uno de ellos –aunque no responde en forma directa a Moyano– en el codiciado cuarto lugar de la lista (Carlos Gdansky, titular de la central obrera en La Matanza e integrante de la UOM).
Otro que criticó con dureza la conformación de listas fue Luis D’Elía, al denunciar que los «movimientos sociales» no estaban representados en las nóminas.
No se pronunciaron de la misma forma desde uno de las más importantes agrupaciones sociales del oficialismo, el Movimiento Evita, que ubicó a la diputada Adela Segarra para su reelección y a Leonardo Grosso, en el lugar 19 de la lista, que si se repite el caudal de votos de cuatro años atrás podrá ingresar a la Cámara baja.
Otro tema a tener en cuenta en el armado de esa lista es el hecho de que ocho de los veinte puestos codiciados corresponden a dirigentes que ya son legisladores y buscan renovar su mandato.
Esa situación achica el margen para repartir candidaturas entre sectores del oficialismo que desean incluir legisladores «nuevos» en el Congreso.
En ese contexto, afirmar que la lista de diputados nacionales de la provincia tal como quedó conformada significa un embate al «peronismo» es una consideración que debe ser, por lo menos, relativizada.
En 2007, por ejemplo, tres de los candidatos del Frente para la Victoria eran dirigentes radicales y otros tantos, extrapartidarios.
En la nómina actual, provengan los dirigentes de sectores juveniles, sindicales o territoriales, la gran mayoría se reivindican como peronistas.
Como un dato extra se verifica que, en 2007, en la nómina había un intendente que finalizaba su mandato y que buscaba pasar al Congreso: era un radical, el marplatense Daniel Katz.
Hoy también un intendente deja su territorio para entrar a la Cámara baja, pero es un peronista y del conurbano: el joven jefe comunal de Moreno, Andrés Arregui.
En tanto, algunos analistas afirman que con el cierre de listas, el gobierno nacional destrató a intendentes y dirigentes territoriales.
Lo que habría que analizar en ese contexto es si el único territorio sobre el que debe influir la Casa Rosada en un cierre de listas es la manzana porteña con sede en Balcarce 50 o si tiene derecho a influir con dirigentes afines las representaciones provinciales y municipales.
De hecho, buena parte de la «representatividad» que hoy muestran referentes distritales se debe, en parte, al despliegue de fondos y programas federales hacia los distintos territorios.
Así, desde el Ejecutivo podrían afirmar que la Asignación Universal por Hijo, no pocas obras públicas, las netbooks a las que tienen derecho todos los estudiantes secundarios de escuelas públicas y los fondos que se coparticipan en forma automática a las provincias en concepto de retenciones a las exportaciones de soja provienen de decisiones emanadas del gobierno nacional y no de provincias o municipios.
¿Ese tipo de acciones sólo hacen subir la intención de voto de la presidenta o también benefician a los referentes territoriales?
Más allá de los análisis y polémicas, lo que sí parece cierto es que la presidenta Cristina Kirchner inauguró, para algunas decisiones, un estilo de conducción que –parece lógico– difiere en parte del que tenía el binomio político que integraba con su esposo, el ex presidente Néstor Kirchner.
El resultado de las elecciones de octubre y, en caso de acceder a una reelección, el andar de los primeros meses del año 2012, revelarán si este estilo dota de mayor o menor estabilidad a los planes del oficialismo.