«Samaranch cambió todo, hizo de los Juegos lo que son hoy, la primera competición deportiva del mundo», dijo el presidente del COI, Jacques Rogge, durante un acto institucional previo a la apertura al público de la capilla ardiente de su antecesor, instalada en el Palau de la Generalitat, sede del gobierno regional de Cataluña en Barcelona (noreste).
El féretro con el cuerpo de Samaranch, fallecido el miércoles, había llegado a la plaza de Sant Jaume y trasladado al son del himno olímpico hasta la sala de San Jorge, donde quedó instalada la capilla ardiente.
La hija de Samaranch, María Teresa, depositó una rosa roja sobre el féretro de su padre, cubierto con la bandera olímpica y rodeado de varias coronas de flores.
«Nos ha dejado un coloso del deporte y del olimpismo moderno, y un español universal», afirmó el heredero de la Corona española, el príncipe Felipe, presente en el acto de homenaje a Samaranch, junto a su esposa, Doña Letizia, y su hermana, la Infanta Cristina.
«Nosotros éramos su familia próxima, la íntima, pero todos sabíamos que no éramos la única, su otra gran familia era el deporte y los deportistas», afirmó María Teresa Samaranch antes de pedir que, siguiendo los deseos de su padre, el acto finalizara con las notas de un tema «que siempre le había encantado» que fue la canción «Amigos para siempre».
La canción emblemática de los Juegos Olímpicos de Barcelona-1992, el logro más querido de Samaranch, que siempre quiso que su ciudad natal albergara unos Juegos, resonó en la sala de San Jorge, poco antes de que la capilla ardiente quedara abierta al público.
Desde ese momento, una fila incesante de personas, que se habían congregado desde la mañana para dar su último adiós al barcelonés más universal.