El papa Francisco avaló un milagro atribuido a un beato italoargentino que vivió en la Patagonia, donde se dedicó a los enfermos. Se llamó Artemide Zatti, nacido en octubre de 1880 en Boretto, en el norte de Italia, y que se radicó en la ciudad bonaerense de Bahía Blanca junto a su familia en 1897.
Este sábado, durante la audiencia concedida al prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal Marcello Semeraro, el Sumo Pontífice autorizó a promulgar el decreto relativo al «milagro atribuido a la intercesión del Beato Artemide Zatti, laico profeso de la Sociedad de San Francisco de Sales».
Apenas arribado a la Argentina, Zatti comenzó enseguida a frecuentar la parroquia dirigida por los Salesianos, encontrando en el párroco Carlos Cavalli a su director espiritual y quien lo orientó hacia la vida salesiana.
Un día, mientras asistía a un joven sacerdote enfermo de tuberculosis, el ítaloargentino contrajo la enfermedad. El padre Cavalli le consiguió un lugar en la Casa salesiana de Viedma, donde un enfermero de la congregación, Evasio Garrone, lo invitó a rezarle a María Auxiliadora para obtener la curación.
«Si ella te cura, tú te dedicarás toda la vida a estos enfermos», le propuso Garrone. Zatti se curó misteriosamente y a partir de allí se consagró al cuidado de los enfermos.
«En caso de necesidad se movía a cualquier hora del día y de la noche, sin preocuparse del tiempo, llegando a los tugurios de la periferia y haciéndolo todo gratuitamente. Su fama de enfermero santo se propagó por todo el Sur y de toda la Patagonia le llegaban enfermos. No era raro el caso de enfermos que preferían la visita del enfermero santo a la de los médicos», reseñó el Vaticano.
En julio de 1950 Zatti cayó de una escalera, y en ocasión de ese accidente se manifestaron los síntomas de un cáncer, que él mismo diagnosticó. Menos de un año después, el 15 de marzo de 1951, el ítaloargentino falleció: sus restos se encuentran en la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, en el Instituto San Juan Bosco de Viedma, donde son venerados por miles de fieles.
En 1976, el «Pariente de los Pobres», como lo llamaban, comenzó su camino de santidad por la Conferencia Episcopal Argentina: cuatro años después fue declarado Siervo de Dios, y venerable en 1997.
En tanto, el 14 de abril del año 2002 el papa Juan Pablo II lo declaró beato. Ahora, con la medida de Francisco, avanza el proceso hacia la canonización, que se concretará en los próximos meses.