«El Papa no es bienvenido» por todos: la visita de Francisco a Irlanda provocaba este sábado un debate encendido en las calles de Dublín sobre el papel de la Iglesia en ese país, muy afectado por los abusos cometidos por eclesiásticos.
Están de un lado los partidarios del papa Francisco, que lo aclamaron cuando el Sumo pontífice les hizo un signo con la mano desde el vehículo que lo conducía por las calles de la capital irlandesa.
Acompañados por el sonido de las campanas en la ciudad, fieles, entre los cuales había una importante delegación española, esgrimieron banderolas que decían «Papa Francisco, juntos te amamos para la eternidad».
Algunos jóvenes no dudaron en seguir al cortejo papal por las calles, cerradas a la circulación y en cuyas aceras había policías o vendedores ambulantes que ofrecían banderas del Vaticano.
Pero también había opositores, como Rosa López, de 45 años, que llegó con un banderín cubierto de consignas provocadoras, y claramente opuestas al papa: Se leía «El papa no es bienvenido», «Solidaridad con los sobrevivientes (de abusos del clero)».
«Hay un crimen y debe ser procesado», dijo a la AFP esta mujer originaria de España, pero que reside en Dublín.
Esta visita papal, primera a Irlanda desde 1979, es un «insulto a los sobrevivientes», insistió. «Dijo que lo lamentaba, pero eso no es suficiente».
Desde 2002, más de 14.500 personas se declararon víctimas de abusos sexuales cometidos por sacerdotes en Irlanda. La magnitud del escándalo aceleró la caída de la influencia de la Iglesia, antes muy grande, en la sociedad irlandesa, tradicionalmente católica.
«Es sólo un hombre»
En una alocución a mediodía, el Papa expresó en Dublín su «vergüenza» y el «sufrimiento» frente al «fracaso de las autoridades eclesiásticas -obispos, superiores,religiosos, sacerdotes y otros- para enfrentar de manera adecuada estos crímenes «despreciables» en el pasado.
Cruzando la muchedumbre, Rosa López recibe miradas molestas de algunos irlandeses, pero también aplausos de un hombre que bebe una copa en la terraza de un café.
Esta es la reacción que teme Anne-Marie Dean, católica de 47 años, para quien los fieles en Irlanda son cada vez menos respetados.
La visita papal, considera Dean, es una oportunidad para «el Santo Padre de apoyarnos», aunque también una invitación a la «reconciliación» entre la Iglesia y los irlandeses.
Otro opositor, Richard Duffy, de 31 años, escribió «Detengan al papa» en una pancarta que muestra con orgullo.
«No puedo creer que lo festejen», dijo. «Siguen negándolo y rechazan admitir cualquier falta y suministrar información sobre el mal ocurrido aquí», agrega, refiriéndose a los responsables del clero y a los abusos sexuales.
Ante estas palabras, un hombre se detiene para defender al Papa. «¿Cómo podría excusarse de todo eso? Es sólo un hombre», dijo, pero rechazó identificarse.