La prolongada bajante del río Paraná no se revirtió, y ya especialistas advierten que la temporada actual 2020-2021 tampoco aporte un ciclo reproductivo óptimo en los peces, con lo cual se acumulan tres períodos sin éxito. En paralelo, reclamaron programas para mitigar y adaptar el uso del recurso ictícola en esta situación.
“Para la primera parte de 2021 aún no hay perspectivas ciertas de recuperación del caudal del río, lo cual posiciona al recurso íctico en extrema vulnerabilidad», explicó el doctor Juan Pablo Roux, del Instituto de Ictiología del Nordeste, que depende de la Universidad Nacional homónima (UNNE). Los estudios del especialista y otros equipos en el río detectaron evidencias de estrés por el déficit hídrico y déficit de alimento primario para toda la cadena trófica de los peces en el Paraná.
Las imágenes son para analizar: en los últimos meses, se difundieron varias de grandes ejemplares capturados en el Paraná, que son nacidos en el periodo de gran reproducción de la creciente de finales de 2009 y primer semestre de 2010, cuando el río atravesó por un tiempo óptimo de creciente. Y ejemplares de menor talla con edades de entre cuatro a seis años.
Como contrapartida, no se ven muchos ejemplares pequeños. Y eso, porque el Paraná acumula tres años o períodos sin condiciones para la reproducción de los peces.
Las temporadas 2017-2018 y 2016-2017 fueron las últimas en las que se registró un “desove mediano y algo de reproducción”, con desove con condiciones hídricas favorables y por consiguiente reclutamiento de una nueva población de peces gracias a que dichas larvas fueron a alojarse al valle aluvial durante su primer año de vida.
“La causa principal es la falta de crecientes óptimas que favorezcan el ciclo completo de reproducción de los peces (que implica salir del reposo o madurar por primera vez y pasar por inicio de maduración, maduración y desove, respectivamente). Esto ocurre siempre y cuando se manifiesten condiciones ambientales favorables como aumento del fotoperiodo (más horas luz por día), aumento de la temperatura del agua y aumento del nivel del río”, explicó Roux.
El especialista participó del Webinar “Los Ecosistemas Acuáticos: Crisis y Perspectivas”, organizado por la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales y Agrimensura de la UNNE.
Agregó que para maximizar el éxito reproductivo, un individuo debe repartir sus recursos energéticos en forma adecuada y además debe procurar que su descendencia nazca en condiciones medioambientales precisas. La estacionalidad con que se produce la puesta de huevos es de vital importancia para el futuro desarrollo y supervivencia de la descendencia.
El río, o los dos ríos, y la reproducción
Para explicar la relación entre la dinámica del río y el ciclo de los peces, Roux detalló que el Paraná es un conjunto de dos elementos que no siempre se tienen en cuenta: el canal principal y el valle aluvial compuesto de riachos, lagunas y pequeños cursos de agua vinculados al canal principal.
Los peces, a lo largo de vida, necesitan pasar por distintos estadíos que transitan tanto en el valle aluvial como en el cauce principal. La mayoría de las especies hacen migraciones de trayecto corto para alimentarse y migraciones reproductivas en contra de la corriente para reproducirse.
Para que la reproducción de peces se concrete, se necesita que el cauce principal esté conectado con el valle aluvial, donde los peces pasan las etapas juveniles, encuentran un refugio adecuado y consiguen alimentos y nutrientes. Y eso, “hace algunos años no está ocurriendo”.
Los peces necesitan para reproducirse, además, estímulos fisiológicos, que reciben desde el cerebro y que se desencadenan por estímulos ambientales. Esos últimos se disparan cuando el pez detecta que los días tienen mayor cantidad de horas luz (fotoperíodo). También, cuando la temperatura del agua aumenta progresivamente y cuando el pez percibe que el nivel hidrológico del río crece.
El periodo de maduración ovárica empieza cuando el fotoperíodo y el aumento del nivel de agua están presentes. El desove, además, sólo se genera si están las condiciones de nivel hidrológico en aumento. “Si esto no sucede, el animal recibe una orden de reabsorción ovárica y entra nuevamente en reposo”, explicó Roux.
Tres períodos malos
El experto reiteró que las condiciones del Paraná de los últimos tiempos no fueron las propias para disparar los estímulos necesarios para el ciclo reproductivo. Agregó que van tres años o períodos sin reproducción de peces: 2018-2019 y 2019-2020 y el actual 2020-2021 que tampoco será exitoso. Es que los pronósticos apuntan a que no cambiarán las condiciones hidrológicas en la primera parte de 2021.
El último periodo de creciente medianamente importante para los peces fue el de 2017. Entre febrero de 2018 y abril de 2018 hubo una creciente, pero cuando ya gran parte de los peces se había reproducido (creciente de invierno).
Todo 2018 fue de aguas bajas, con un leve repunte entre noviembre y diciembre, pero que volvió a caer a principios de 2019. Ese año se registró un periodo de creciente no óptimo para los peces, entre mayo y julio, que incidió poco porque, de nuevo, ocurrió en invierno.
Desde diciembre de 2019 hasta marzo de 2020 se registró una bajante ordinaria, con un leve pico, y desde abril de 2020 hay una bajante extraordinaria sólo interrumpida por leves “picos artificiales” generados por la apertura de represas para facilitar la navegación.
“Este tiempo sin crecientes óptimas impacta en el agua donde viven los peces” señaló el investigador, pues hace mucho tiempo que el valle aluvial del Paraná está desconectado del canal principal.
Muchas lagunas en el valle aluvial están secas, con aves comiendo restos de peces.
Peces con hábitat hostil
La bajante no sólo afecta la reproducción de los peces, sino también el estado general del recurso íctico.
Roux explicó que para estudiar el “factor de condición” de los peces, se realiza la apertura de cavidad celómica del animal y se mira cuánta grasa tiene acumulada rodeando las vísceras.
En mayo de 2020, los investigadores del Instituto de Ictiología hicieron un muestreo extraordinario en la zona de Itatí, Itá Ibaté, Rzepecki y Paso de la Patria y encontraron que al abrir la cavidad celómica de los peces muestreados se visualizaban perfectamente todas las vísceras.
“Había reducción de más del 70% de la grasa corporal adecuada o normal, lo que denota una situación de estrés por el déficit hídrico para la época del año” resaltó.
Otro de los ejes del estudio fue el estado nutricional de los peces: se abre la cavidad estomacal y se indaga qué tipo de alimento ingiere en distintas épocas del año, lo que depende del estado del río.
“Vimos que había poca oferta de materia vegetal o detritos, lo que marcaba que había déficit de alimento primario para toda la cadena trófica” sostuvo Roux.
No se observaron registros de mortandad de peces como suele ocurrir en bajantes cuando se desconecta el valle aluvial del canal principal. La explicación que encuentran es que no ocurrieron mortandades porque en estos últimos años el río vino bajando de nivel y los peces fueron acomodándose lentamente a lugares donde tenían un hábitat de mayor profundidad y cuando se produjo la desecación de las lagunas en el valle aluvial ya no había tantos peces en la zona aluvial.
Las estimaciones alentadoras no se dieron
Según el investigador, existían perspectivas climáticas e hidrológicas que preveían que en octubre se iban a producir nuevas precipitaciones que incrementarían el nivel del río, pero no se cumplieron. En la actualidad se está en un periodo de “La Niña”, de sequía, que se mantendría hasta enero próximo y recién en abril se neutralizaría, aunque el nivel de lluvia que se generará se prevé que estará por debajo de la media anual.
“Con este panorama, de pocas perspectivas de incremento del nivel del río Paraná, estamos yendo a una etapa de máxima vulnerabilidad para la vida de nuestros peces”, advirtió Roux.
Qué hacer: gestionar la actividad pesquera
Frente al escenario generado por la prolongada bajante del Paraná que afecta la vida natural de los peces, el investigador señaló que habría que plantearse si la actividad pesquera debe continuar en este contexto de tamaña vulnerabilidad.
“Estamos ante un cambio climático y hay que adoptar actitudes frente a tal cambio. Quizás debamos acostumbrarnos a ver la bajante extraordinaria como un fenómeno más recurrente y frecuente” indicó. Debemos generar programas para mitigar y adaptar el uso del recurso en estas situaciones, ser preventivos.
En ese sentido, señaló que eso expone ante la necesidad de gestionar un modelo de uso de los recursos más sustentables, como podría ser trabajar la vulnerabilidad desde la “mirada precautoria”, con manejo del uso del recurso según el nivel del río: normal, alerta y veda extraordinaria.
Comentó que para el caso de la pesca, trabajan a nivel de la Argentina y Paraguay para dar algunas pautas de manejo precautorio, que tomen en cuenta medidas a adoptarse ante situaciones de vulnerabilidad del recurso.
“Las perspectivas tienen que ser de mayor compromiso de los usuarios del río, la sociedad, los Estados y los organismos para conocer más fehacientemente cómo manejar el recurso” finalizó.