La movilización organizada este jueves en Rosario en el marco del primer paro general contra el ajuste del gobierno de Cambiemos fue, ante todo, una demostración de fuerza de los trabajadores agremiados en el Movimiento Sindical Rosarino y en la CTA. Pero también evidenció la emergencia de otros actores que en décadas anteriores no se veían interpelados por las consecuencias de determinadas políticas de Estado. Al menos, no como colectivo. En la marcha, una bandera representaba a un numeroso grupo de “Científicos y Universitarios Autoconvoncados”. Son los investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) que, en las puertas del balatoje del 2015, organizaron en todo el país la puesta en escena de “lavar platos”. Hoy lideran los reclamos contra el recorte en el presupuesto asignado al desarrollo de la ciencia y el conocimiento en Argentina.
“Tenemos muchísimos motivos para estar acá. La ciencia tiene un valor financiero y económico para este gobierno, lo que trajo un recorte en el presupuesto que pone a los investigadores ante una situación crítica. Vemos muy comprometida la continuidad de nuestro trabajo”. Lucía Andreozzi tiene 33 años y forma parte de la filial Rosario de los Científicos y Universitarios Autoconvocados. Es magíster en estadística y becaria doctoral en demografía, en Conicet. Su tema de estudio forma parte de las líneas investigativas que se abrieron en la última década. El motivo fue la política de fomento del desarrollo del conocimiento científico y tecnológico a partir una ampliación de las partidas presupuestarias. Andreozzi es, en consecuencia, parte de una generación de investigadores que se formó en una etapa de crecimiento de la ciencia en Argentina. Fue una de las primeras rosarinas en sumarse al colectivo de científicos que organizó la “lavada de platos”, a días del balotaje. En esos días, de la puesta participó el propio ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Luis Barañao.
Las caras del ministro
“Un ministro que en la gestión anterior sostenía el crecimiento de la ciencia, de un día para otro hace una reducción. El gobierno de Cambiemos ha reducido a un tercio las chances de continuidad de cada carrera de investigación. Hay personas vienen trabajando hace 10 años en investigaciones sin chances de continuidad. En la última llamada a carrera de investigador, quedaron 500 compañeros afuera que cumplían con todas las condiciones. En la nueva convocatoria las plazas son de la mitad y los postulados el doble”, explicó Andreozzi. Según la investigadora a eso se suma el recorte en la compra de insumos importados, fundamentales para aquellos que trabajan en los laboratorios. Y también el cierre de líneas de investigación que no implican una vinculación directa con el sistema productivo. “Cuando cambia el pensamiento político, hay líneas de ciencia que quedan relegadas por no considerarse importantes porque no tienen un valor financiero y económico”, analizó.
La ciencia y la política
El paro general del jueves es el primero que Andreozzi vive desde la pertenencia a un espacio que considera político. “Sería bueno que muchos becarios e investigadores vayan despertando y vean la situación preocupante por la que pasamos. Hay científicos que reducen la ciencia a algo técnico y no piensan que un proyecto de país tiene que tener a la ciencia entre sus prioridades”, dijo y agregó: “Durante la década del 90, Conicet era para un sector muy reducido. Con la ampliación que vino después, hoy tenemos becarios en áreas que no existían, calidad en laboratorios, científicos repatriados. Todo eso tenemos que salir a defender”.
Alejandra Pacchioni sostiene la otra punta de la bandera de los Científicos y Universitarios Autoconvocados y escucha el discurso de uno de los dirigentes gremiales en el cruce de peatonales. Llegó a la marcha del jueves junto con otros 50 colegas. Tiene 47 años y volvió a Argentina hace ocho, en 2009, a partir del programa de repatriación de científicos. Se había ido en 2004 después de doctorarse sin perspectivas de futuro laboral. “Cuando me fui pensé que no iba a volver”, recuerda ahora la bioquímica especializada en farmacología y neurociencia que trabaja como investigadora en Conicet. Estudia las modificaciones que producen las drogas de abuso en el cerebro con el fin de dar con terapias de recuperación de adictos.
“Creo la forma en que los científicos estamos viviendo este paro es distinta. La idea de la organización y de ser concientes de que nuestro trabajo depende de una política de Estado es una novedad. Sabíamos luchar como docentes, pero como científicos no estábamos organizados y movilizados”, opinó Pacchioni.
Para la investigadora el recorte presupuestario implica un retroceso en el desarrollo del conocimiento que comenzaba a ser sostenido en el país: “Lleva mucho tiempo avanzar en ciencia y es muy necesaria la continuidad. Cuando las investigaciones se paran, el mundo sigue avanzando y nosotros vamos retrocediendo. Volver a ese lugar en el que estábamos lleva el doble de trabajo, sobre todo si provocamos la salida de los científicos del país”.
“Hay que pensar que detrás de un científico experto en una temática hay años de estudio y especialización en las que el Estado invirtió”, concluyó Pacchioni.
Cuando la ciencia se aplica a las políticas públicas
Pacchioni y Andreozzi representan dos generaciones de la formación científica argentina.
La primera tuvo que emigrar para trabajar; la segunda pudo incursionar en líneas que antes eran impensadas.
“Nuestros períodos de formación ocurrieron en etapas políticas totalmente diferentes. Lucía es becaria en un lugar que en otra época no existía como línea de investigación y que tiene vinculación directa con las políticas públicas”, explicó Pacchioni.
El rol del Estado
“Por eso su trabajo está en riesgo. Cuando el Estado quiere tener presencia y está interesado en desarrollar políticas publicas, promueve determinadas áreas de investigación. Cuando no le interesa ser un Estado presente, no invierte en las líneas que sirven a las políticas públicas”, agregó.
Para las investigadoras, el Chaga es el mejor ejemplo. “Como se trata de una enfermedad que afecta a la población de bajos recursos, a las industrias farmacéuticas no les interesa. Tiene que ser el Estado el que se ocupe de esas investigaciones. Pero cuando la prioridad del Estado es lo que tiene valor económico o financiero, esas líneas quedan de lado”, explicaron.