Foto: Franco Trovato Fuoco
Un equipo desdibujado. Un estadio embravecido. Una defensa desestabilizada. El ánimo por el piso. Una derrota previsible. Newell’s perdió 2 a 0 con Instituto y le puso la palabra «urgente» a la búsqueda del nuevo entrenador.
Newell’s percibió enseguida la ansiedad de la gente. Y como sucede habitualmente con este equipo, ese clamor de los hinchas pasó a ser una mochila pesada. Y para un equipo que desde hace un tiempo no tiene sentido de juego ni patrones tácticos, el resultado fue mucho desconcierto.
Para peor, el tempranero gol de Lódico, en una jugada donde el retroceso leproso fue un espanto, generó mayor enojo externo, y el hit: «jugadoreeesss, la c… de su madre, a ver si ponen huevos…» comenzó a retumbar con fuerza. Y estuvo lejos de impulsar al equipo.
Por varios minutos la sensación de fragilidad hacía pensar en otro gol de la visita. Y pudo llegar, pero la falta de puntería y jerarquía de los atacantes de Instituto dejaron a la Lepra en partido.
A los empujones y con las subidas de Méndez y Martino como único argumento válido, el equipo de Coria pudo igualar antes del entretiempo, pero la única vez que lo logró, con una jugada donde Ramírez hizo un gol a puro rebote, Lamolina lo anuló a instancias del VAR por una mano de Aguirre que era casual, aunque interpretó que estaba despegada del cuerpo. Hubo un centro de Cacciabue que se desvió y caminó por el travesaño y el Colo no pudo sacarse la mufa tras un centro de Martino que cabeceó apenas desviado.
Coria intentó mover estructuras y metió tres cambios de vestuario. Línea de tres con el ingreso del Piri Vangioni, el indultado Franco Díaz por Cacciabue y May adelante sin extremos. Afuera Aguirre y Panchito.
Pero todo intento de ataque leproso caducó frente a la fragilidad defensiva. A Newell’s le costó horrores generar una jugada de gol, e Instituto, con poco, expuso a una línea defensiva leprosa que parecía estar patada en arenas movedizas. Una contra, malos relevos, jugadores desestabilizados, combo fatídico y segundo gol. Para colmo, el autor fue Nacho Russo, el hijo del DT canalla, para exasperar aún más a la gente.
De ahí al final fue abucheos, reprobaciones, cánticos agresivos, a jugadores y directivos. Y el Coloso pasó a ser una olla en ebullición. Cada jugador buscó su propia salvación, con corajeadas sin sentido y escasos argumentos futbolísticos.
Un final que obliga a la dirigencia a resolver rápido la llegada del nuevo DT (será Alfredo Berti), ya que este equipo necesita comenzar a trabajar urgente en su reconstrucción.