Elisa Bearzotti / Especial para El Ciudadano
Quienes acumulamos varias décadas en el derrotero de la vida, a veces caemos en la tentación de creer que ya lo vimos todo y que nada nos puede sorprender. Sin embargo, algunos cosas llegan para darnos una lección de humildad y recordarnos el viejo dicho: “nunca digas nunca”. Así ocurrió esta semana con el acto realizado en la legislatura porteña que promovía un “homenaje a las víctimas del terrorismo” de ERP y Montoneros, de acuerdo a los dichos de su principal impulsora, la candidata a vicepresidenta de La Libertad Avanza Victoria Villarruel. La actividad -que intentó poner otra vez sobre el tapete la teoría “de los dos demonios”- tuvo repercusiones en todo el espectro político y la diputada fue acusada de “negacionista”, y de no reconocer la existencia del terrorismo de Estado entre 1976 y 1983. “Decimos que no hubo dos demonios y el único terrorismo fue el que llevó adelante el Estado genocida (…) Esta provocación no solo niega y falsea la verdad histórica sino que ofende la memoria colectiva”, señala un comunicado que firmaron varias organizaciones y gremios sindicales. En el mismo sentido, la presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, calificó de “aberrante” el acto y consideró que se trata de una “táctica política para dividirnos” y provocar distracciones innecesarias, al tiempo que apeló a la unidad para “estos momentos decisivos”.
A pesar del asombro por el descaro de la legisladora que parece desconocer el peso de las innumerables pruebas aportadas al respecto, entendemos que este tipo de situaciones podrían repetirse en el corto plazo, e incluso verse superadas por otras peores. Esto es así en virtud de las propuestas del jefe de la Sra. Villarruel, el candidato libertario Javier Milei, que abarcan desde la dolarización de la economía a la privatización de empresas públicas, la liberación de la compraventa de armas, la venta de órganos y el cierre del Banco Central, es decir dislates que parecen sacados de un relato de ciencia ficción y que sin embargo consiguieron la aceptación del 30% de los votantes. La pregunta que surge enseguida es: ¿qué tipo de candidato es Javier Milei? ¿Cómo ha logrado impregnar las expectativas de la gente? Para acercarnos a una respuesta, nada mejor que recurrir a la palabra de un especialista.
El experto en comunicación política Mario Riorda -en una charla con Telam- asegura que se trata de personajes que “se sostienen a partir de la lógica de la ‘autocelebración’. Esto, combinado con una actitud ‘políticamente incorrecta’ que choca contra las normas del consenso social y límites moralmente aceptables, trae como consecuencia la aparición de estos fenómenos globales”. Para el politólogo, el ascenso de estas expresiones políticas se ve “beneficiado claramente por una clave contra-identitaria, y en el caso de Milei esta lógica se plantea bajo la demanda de libertad como oposición a ciertas instituciones que ya no dan abasto, particularmente el Estado”. Luego de evaluar la actualidad tras las PASO, Riorda indicó que el resultado electoral constituye “una evidencia empírica de la hiperpersonalización desplegada a partir de la figura de Milei porque en las últimas elecciones salió primera una persona que carece de estructura partidaria”. Otro de los puntos puestos en evidencia por el experto es la tendencia a la “tribalización”, que supone la organización de grupos con intereses comunes, casi siempre alrededor de un líder, y la aparición de “posturas políticas que se dedican a estigmatizar a otros grupos de personas, particularmente adversarios, desde dinámicas contra-identitarias”. Y subrayó: “Milei es el clima de época”. El consultor se refirió además a la utilización de otra estrategia, a la que denominó “discurso popularizante”. “El discurso popularizante tiene el propósito de expandirse ilimitadamente sin pretensión de verdad y con arrogancia. No importa saber o no saber, se caracteriza por ser dogmático, por lo cual discutirlo sería caer en un acto de herejía; además, ese tipo de mensajes vive de la polémica y depende de las controversias para su propia circulación”, concluye el politólogo.
Claro que la realidad no se deja inmutar por los relatos, y más allá de “negacionismos”, “populismos” y demás “ismos”, aparece con su incontrastable poder fáctico para espabilar mentes dormidas. Y tanto es así que en estos días, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, debió afirmar con dolor que “el colapso climático ha comenzado”, al comentar el informe del observatorio europeo Copernicus que indica que el 2023 es, hasta el momento, el año más caluroso de la historia a nivel global. De acuerdo al organismo ambientalista “la estación junio-julio-agosto 2023”, que corresponde al verano en el hemisferio norte, “fue de lejos la más cálida jamás registrada en el mundo, con una temperatura media mundial de 16,77 °C”. La base de datos de Copernicus data de 1940, pero puede conocerse el clima de los milenios anteriores gracias a los anillos de los árboles y a los núcleos de hielo. A partir de esta constatación, el organismo puede afirmar que “los tres meses que acabamos de vivir son las más cálidos desde hace alrededor de 120.000 años, es decir, desde el principio de la historia de la humanidad”. Subrayando esto, Guterrez afirmó que “nuestro clima está implosionando más rápido de lo que podemos enfrentar, con fenómenos meteorológicos extremos que afectan a todos los rincones del planeta”, al tiempo que recordó que “los científicos llevan mucho tiempo advirtiendo sobre el tema”. De acuerdo a la reseña de la agencia de noticias AFP, durante este verano boreal, Asia, Europa y América del Norte fueron azotadas por canículas, sequías, inundaciones e incendios, en proporciones dramáticas y a veces inéditas, con pérdidas de vidas humanas y grandes daños en las economías y el medioambiente.
Sin pretender sonar demasiado exigente, debo decir que el primer paso para lograr resolver los problemas que nos aquejan es convencernos de su existencia. Los escapismos, la negación o el sometimiento a los profetas que aparecen de tiempo en tiempo ofreciendo soluciones mágicas, lo único que logra es hacernos perder un tiempo precioso: el tiempo de la cura y la sanación. Ocurre lo mismo cuando el médico llega con una mala noticia: la decisión de recurrir al “curandero/a” de turno no nos devolverá la salud, sino que apenas proveerá la mejoría efímera de una falsa esperanza. Mejor sería entonces recurrir al peso de la historia para no caer en el delirio ni consolidar la desmemoria… ambas semillas de una catástrofe demasiado anunciada.