Después de caminar horas bajo el sol, Gisele, una argentina de 26 años, se adentra en el vasto y espinoso desierto de Wirikuta, en el norte de México, en busca de peyote, un cactus alucinógeno prohibido que los indígenas de la zona consideran sagrado.
Tres amigos mejicanos la acompañan en esta aventura clandestina que cada año lleva a centenares de jóvenes locales y extranjeros a la tierra ancestral de los indios wixárika (huicholes en español), convirtiendo esta remota zona del estado de San Luis Potosí en un afamado lugar de peregrinaje místico desde finales de los años 1970.
Nada frena a los turistas. Ni el agreste camino, ni los oxidados carteles metálicos que recuerdan que “la extracción y tráfico de peyote es delito federal”. Y mucho menos los guías de la zona que, con sólo escuchar las palabras mágicas: “Queremos ir al desierto”, identifican a los interesados y ofrecen en voz baja sus servicios de acompañamiento.
“¿Ya encontraste el oro?”, grita ansiosa Gisele mientras sortea el afilado sotobosque de Wirikuta tratando de encontrar el pequeño cactus verdoso y sin espinas –endémico del norte de México y el sur de Texas– repleto de mescalina, un potente alcaloide alucinógeno.
Para los huicholes, el hikuri (peyote) es un producto sagrado, “corazón del Dios Venado” y la vía de comunicación con sus dioses. Anualmente, la comunidad organiza una peregrinación al Cerro Quemado de Wirikuta dirigida por un marakame (chamán), que pide bendiciones y hace ofrendas al peyote.
El turismo es el principal sustento del pintoresco pueblo de Real de Catorce, de unos 10.000 habitantes, donde un 40 por ciento de los visitantes son extranjeros llegados principalmente de Estados Unidos, España, Italia y Argentina.
El creciente turismo místico preocupa al alcalde del pueblo, Héctor Moreno, que reconoce que falta “infraestructura” para controlar el consumo clandestino y el tráfico ilegal de esta planta, que sólo está permitida para usos y costumbres huicholes.
“El peyote es exclusivamente para la cultura huichol. A los demás nos corresponde promover su respeto, su cuidado y su conservación”, sentencia.