Lejana quedó aquella foto que exhibía la fortaleza del PRO dentro del Palacio Vasallo, que contaba con el bloque más numeroso de concejales. A la par que declinó en las urnas el apoyo de la ciudadanía al partido amarillo, comenzaron a emerger las internas entre sus referentes. A la primera división, que partió en dos el bloque allá por octubre de 2019, en estos días hubo una tercera escisión: la concejala Renata Ghilotti abandonó el liderazgo de Roy López Molina para conformar su propio monobloque, llamado Propuesta Republicana.
Los motivos que reconoció Ghilotti para dar su paso al costado es plantarse “ante el avasallamiento que sufre la República y la solicitud de mayor firmeza por parte de los ciudadanos afines”. Lo que no dice la edila es que el denominado acuerdo de gobernabilidad para la intendencia de Pablo Javkin, que se selló a fines del año pasado con fuerzas tan diversas como Ciudad Futura, La Cámpora y el sector del PRO de López Molina, no le permite ser más dura en sus críticas a las gestiones del Frente Progresista en la ciudad y de Omar Perotti en la provincia.
Ese pacto que depositó a la radical María Eugenia Schmuck, aliada de Javkin, en la presidencia del Concejo, y en las vicepresidencias a López Molina y Marina Magnani (La Cámpora), le permitió un andar sin sobresaltos al intendente. En ese momento, la decisión de López Molina le valió severas críticas del otro bloque del PRO, que preside Alejandro Roselló y que se referencia en el diputado nacional Federico Angelini, por negociar a su cuenta con sectores como el peronismo kirchnerista y de espaldas al partido.
La habilidad en la negociación de López Molina conservó en su puesto a la titular de la Oficina Municipal del Consumidor, María Julia Bonifacio y apoyó la llegada del radical macrista Sergio Mas Varela a la presidencia de la Fundación Banco Municipal.
Al fin y al cabo el PRO es oposición en ciudad y provincia, los detractores de Roy sienten que esta alianza transversal les impide cuestionar a las gestiones de Javkin y Perotti (en materia de seguridad, sobre todo) como lo demandan sus votantes. Más en momentos donde una porción de la sociedad sale a las calles en las fechas patrias con sus consignas de República, Justicia independiente y en abierta oposición al gobierno de Alberto Fernández. Si el PRO no cumple con esas expectativas, las voluntades podrían virar hacia otros espacios de derecha.
“Sin egos personales”
En un comunicado de prensa, Ghilotti justificó: “Se trata de un resurgimiento del PRO que nace ante el avasallamiento kirchnerista y como respuesta al reclamo de miles de ciudadanos que exigen a sus dirigentes mayor firmeza y actuar conforme al restablecimiento del orden democrático e institucional de nuestro país”.
“Algunos concejales pueden no coincidir como yo tampoco coincido con las mesas de diálogo que otros tienen con La Cámpora. Máximos responsables de la debacle institucional, social y económica que hoy sufrimos todos los argentinos”, castigó a su ex presidente de bloque.
“Se trata de un camino con una dirección clara, arraigado en lo que creemos mejor para Rosario y la Argentina. Un nuevo rumbo sin vueltas ni egos personales”, abundó la edila.
“El Concejo, como caja de resonancia de todos los rosarinos, no puede permanecer al margen de la batalla cultural que se da en la sociedad”, remarcó.
Encorsetada por ese acuerdo, con la necesidad de instalarse en vistas a 2021 cuando vence su banca, y recostada en dirigentes como el ex diputado nacional Lucas Incicco y en Ricardo Schlieper, Ghilotti largó su monobloque.
¿El cisma amarillo afectará el acuerdo de gobernabilidad de Javkin? Todo parece indicar que no. En principio, la concejala seguiría votando en las sesiones del Concejo como lo venía haciendo, es decir acompañando al Ejecutivo local y sin romper con el interbloque de Juntos por el Cambio.
Los primeros chisporroteos
Mientras las urnas acompañaban, todo era color de rosa (López Molina fue el más votado en las elecciones de concejales de 2017), pero apenas los ciudadanos le dieron la espalda en Rosario a la propuesta amarilla (el mismo Roy quedó tercero dos años después en los comicios a intendente detrás de Javkin y el peronista Roberto Sukerman), comenzaron a notarse las costuras de las internas del partido que fundó Mauricio Macri.
Apenas unos días antes de la elección presidencial general de octubre de 2019, se partió el bloque del PRO en el Concejo local. Por un lado quedó López Molina, Ghilotti y Agapito Blanco; por el otro Roselló, Charly Cardozo, Anita Martínez y Germana Figueroa Casas, referenciados en Angelini. El interbloque se completa con dos radicales: Daniela León y el chef Marcelo Megna.
López Molina representa la mirada más acuerdista del PRO, su construcción en la provincia va de la mano con el radical y ex intendente de la ciudad de Santa Fe José Corral, mientras que a nivel nacional la referencia es el ascendente jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, quien aspira a ser el candidato a presidente de Juntos por el Cambio para relegar a su mentor Macri.
Angelini está en la vereda de enfrente. El diputado nacional es un ferviente defensor de Macri y se mueve en el ala más dura del PRO, la del discurso más intransigente y combativo. De hecho posee su propio peso específico en la estructura partidaria nacional, es el número dos detrás de la presidencia de Patricia Bullrich.
La lógica rosarina replica la pelea nacional entre halcones y palomas. Mientras Macri resiste con un discurso duro, antikirchnerista, para retener a su electorado más fiel y se rodea de dirigentes como Bullrich y Hernán Lombardi; otros dirigentes, el ala más política de Juntos Por el Cambio, planea jubilar al ex presidente y subirse a la ola de Rodríguez Larreta para, con un discurso más dialoguista, ensanchar la alianza opositora y retornar al poder en 2023.
La semana pasada la estructura amarilla volvió a temblar en Rosario. López Molina se vio debilitado por la salida de Ghilotti, pero la concejala no se fue a engrosar las filas de Angelini sino que tomó un tercer carril. Las legislativas de 2021 están a la vuelta de la esquina y la alianza opositora de Juntos por el Cambio deberá sortear algunos escollos internos si es que quiere volver a ser competitiva y mostrarse como opción confiable a los ojos de la ciudadanía rosarina.