Pedro tiene 53 años y trabaja en la portería de una escuela. En 2013 era el portero del edificio de calle Salta 2141. Luego de hacer un relato de lo que pasó los días previos a la explosión contó lo que habló con el gasista Carlos García aquella triste mañana del 6 de agosto lo que pasó tras la explosión y la secuelas que le quedaron tras el traumático episodio. Fue en el juicio en el que se trata de establecer la responsabilidad por la explosión y muerte de 22 personas.
El portero contó los problemas que había en el edificio con el suministro de gas. Dijo que lo llamaron algunos de los vecinos pero Pedro estaba de velorio. Primero su madre y a la semana siguiente su hermano. No estuvo cuando cortaron el gas por primera vez ese 24 de julio de 2013. Se enteró que iba a ir un gasista el martes 6 de agosto a cambiar un regulador y lo esperó. Era Carlos García, a quien conoció aquella mañana. El hombre llegó en una chata, cerca de las 8.30, 8.45, con su ayudante Pablo Miño. El portero le dejó la puerta del frente abierta porque no tenía otra llave mientras el gasista le dio indicaciones a su ayudante para que le bajara las herramientas.
El portero fue a cerrar las llaves de paso de un departamento de una anciana y volvió. García le pregunto dónde estaban las llaves de paso de los medidores de gas de cada unidad y el hombre lo llevó al subsuelo. También contó que lo acompaño al departamento de Luisina Contribunale, una de las víctimas fatales, para probar si seguía saliendo gas. El portero dijo que encendía normalmente el calefón, con mucha fuerza.
El gasista se fue del departamento de Contribunale y Pedro se quedó con Luisina controlando que el calefón se apagara. De repente se abrió la puerta de la propiedad. «Sentí un ruido impresionante, giré la cabeza hacia el palier y salí. Sentí un olor a gas muy pero muy fuerte, el ruido era como una turbina o un helicóptero que estaba muy cerca. Era impresionante el ruido y pensé en ese momento algo estaba mal. Pulse el ascensor y vi que tardaba. Decidí bajar por las escaleras y a medida que iba bajando el olor era más intenso y estaba más oscuro”, contó.
“Bajé como pude, ya cuando llego al palier principal no se veía nada. Era gas puro no imaginé en mi vida que el gas es como un humo oscuro cuando está condensado”. Contó que en ese momento se dio cuenta que iba a suceder una catástrofe, pensó que no iba a salir del edificio. Pedro no sabe cómo terminó en la calle. Se topó con el gasista y le preguntó a los gritos “¿Qué hiciste? Va a morir mucha gente», mientras García le decía que estaba llamando a la emergencia de Litoral Gas.
Como no lo atendían le dijo que se iba hasta la empresa y se subió a su camioneta. Entonces el portero empezó a pedir que liberaran la calle, “veo a escasos metros cuando el edificio estalla delante de mis ojos y veo caer la torre del medio”, aseguró.
Contó lo triste que se sintió en aquel momento, conocía a todos los que vivían allí, veía caer camas, colchones, escuchaba los gritos, estaba paralizado vio algunas víctimas muy lastimadas. Estaba en shock cuando lo encontró su hermana y se lo llevó del lugar. Pedro trabajó unos 6 años en el edificio y habló de los administradores. Dijo que siempre que hubo un problema lo resolvieron. También contó que cobró una indemnización tras el siniestro y reconoció que saludó a Mariela Calvillo al llegar al tribunal antes de declarar.
El ayudante
Tras la declaración del portero el ayudante quiso hablar. Contó que era empleado de una fábrica de electrodomésticos dónde trabajaba de noche. Durante el día, para sumar un ingreso hacía changas y por un compañero conoció al gasista García.
Dijo que esa mañana no sabía cuál era el trabajo que iban a hacer. El gasista le pidió que baje las herramientas y se quedó en la camioneta porque había otras maquinarias. Aseguró que no sabía nada sobre gas y no intervino en la cañería. Contó que en un momento sintió un ruido muy fuerte y un humo negro “no se podía respirar, era algo horrible”
Lo vio salir a García, lo siguió y su patrón le dijo que estaba llamando a la prestataria. Como no lo atendían le dijo “quédate acá que voy hasta la casa central que está cerca”. Entonces se tapó la cara y cruzó por dónde estaba la fuga. Fue hacia Oroño a cortar el tránsito y luego de unos minutos sintió la explosión.
Dijo que se asustó y corrió hacia el río unas dos o tres cuadras, llamo a su mujer y luego volvió: “Había vidrios rotos, escombros, palomas muertas, parecía una película de guerra”, contó. Todo era un caos, lo cruzó a Gacía que le dijo que se fueran. Se subieron a la camioneta, no hablaron en el trayecto, estaban muy nerviosos. En un momento García paró porque estaba acalambrado no podía manejar, aseguro.
El ayudante dijo que llego a la casa de su mamá y no podía parar de llorar, le dieron un calmante. Se fue a avisar a la fábrica lo que había pasado – en la firma lo anotaron una semana después de la explosión – y se fue acompañado de un amigo a la comisaría dónde quedó detenido.
“Nunca estuve preso, no tenía antecedentes, era todo muy loco lo que estaba pasando. Estuve muchos días sin dormir, escucho una sirena y me quiero meter abajo de la cama. La pasé muy mal y la sigo pasando mal, se dicen muchas cosas que no son ciertas”