A pie, a caballo, en automóvil o en barco, miles de especies animales o vegetales viajan a lo largo y ancho del planeta. Algunos de estos pasajeros son clandestinos, otros declarados y legales, pero de hecho muchos de ellos son invasores incontrolables.
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que se reúne a principios del mes próximo en Corea del Sur, estos alienígenas ya ocupan el tercer lugar en las amenazas a las especies en peligro de extinción.
En los lugares a los que llegan, en efecto, prosperan a costa de sus anfitriones –flora, fauna, actividades humanas– devorando a algunos, desalojando a otros o contaminándolos con nuevas enfermedades.
“Las especies invasoras tienen un impacto mayor en el mundo y, en algunos países, es astronómico”, explica Dave Richardson, director del Centro de Biología Invasiva de la Universidad de Stellenbosch, Sudáfrica.
A veces se trata de especies introducidas voluntariamente por el hombre, que ha perdido el control: el coipo o (falsa) nutria como la conocemos entre nosotros, criado por su piel, que destruye diques y riberas de los ríos de otros continentes; el castor, que introducido en Tierra del Fuego con el mismo propósito también produce daños al obstruir con sus construcciones los cursos de agua; el cangrejo de río, fértil y muy resistente, que ha contribuido a la extinción casi total de cangrejo autóctono en Europa, o la hormiga argentina, pequeña e insidiosa, que desplaza a otros congéneres y deja sin alimento a sus enemigos naturales en lugares a los que ha llegado como Estados Unidos, sur de Europa, Japón y Oceanía.
En el campo de la botánica basta con pedirle a un productor rural argentino su opinión sobre el sorgo de Alepo.
El “extranjero” puede mostrar un aspecto muy inocente, pero la ardilla asiática transmite enfermedades, y el conejo, que se reproduce a alta velocidad, devasta los cultivos sin que ningún depredador natural lo neutralice. Otras especies, como crustáceos, gusanos de tierra y simples hongos pasan desapercibidos hasta que es demasiado tarde.
Sólo en el ámbito europeo, el proyecto Daisie (Delivering Alien Invasive Species Inventories for Europe), financiado por la Comisión Europea, había identificado 11.595 especies “extranjeras” a fines de agosto. Y la lista no deja de crecer, gracias a la explosión del comercio y los viajes intercontinentales.
“La mundialización de la naturaleza global será difícil de detener”, advierte Jean-Philippe Siblet, director del Servicio del Patrimonio Natural en el Museo Nacional de Historia Natural de París, que espera que los ecosistemas afectados sean capaces de adaptarse sin resultar demasiado afectados.