Por Miguel Passarini
Un hospicio, un manicomio, un horror que se ve, que se palpa. En el medio, las palabras de Antonin Artaud acerca de eso de lo que no se habla, y luego, las del dramaturgo chileno Marco Antonio de la Parra, para terminar de confirmar un camino que, quizás, ya estaba trazado de antemano.
La actriz y directora cordobesa radicada en Rosario María Cecilia Borri, al frente del novel grupo Chatarra de Osamentas, llevó adelante a lo largo de los dos últimos años los ensayos de lo que esta noche, a las 21, en el Cultural de Abajo (Entre Ríos y San Lorenzo), se conocerá como El Pudridero, propuesta de la que participan los actores Agostina Prato, Juan Cantano y Ilya Miljevic, con música en vivo de Simonel Piancatelli, técnica de Celeste Bardach, plástica de Pablo Spangaro, fotografía de Ignacio Giovannetti y vestuario de Pilar Ramos.
“Es una obra que habla de la locura y de la muerte, pero de la muerte en muchos aspectos, sobre todo si se tiene en cuenta que lo que acontece ronda la temática del suicidio que es un tema tabú y del que siempre es complejo hablar”, expresó Borri, quien en un comienzo trabajó con los actores a partir del poema “La búsqueda de la fecalidad”, de Artaud, a lo que luego, en el proceso de ensayos, sumó momentos y personajes de La casa de Dios, del dramaturgo chileno Marco Antonio de la Parra.
Con la violencia de la guerra como marco, según adelanta la directora, “la obra es una mirada sin prejuicios sobre el suicidio. Indaga en la voluntad, el valor de la fe, la razón, la individualidad, y se pregunta por la capacidad del pensamiento ante lo impensable: la muerte”.
“Este grupo se formó a partir del interés que nos generó «La búsqueda de la fecalidad», un poema de Artaud que se volvió fundante no sólo para este trabajo sino para los que vendrán, porque entendemos que comenzamos a transitar un camino tanto en lo dramático como en lo estético. Y luego, en ese mismo proceso de búsqueda, aparece Marco Antonio de la Parra y La casa de Dios, un texto en el que, más allá de su trabajo como dramaturgo, deja entrever su visión como médico psiquiatra a la hora de hablar de la locura y de la muerte”, completó Borri acerca de este trabajo en el que, como integrantes de “una trinidad de insensatos”, aparecen Jesús, o el loco de las venas cortadas; Eva, la mujer joven perdida para siempre, y Adán, el dueño de todos los excesos, “atascados en medio de una guerra crónica”.
Respecto de la impronta del trabajo que, claramente, no es una comedia y está destinado a un público que busca en el teatro algo más que el mero entretenimiento, Borri detalló: “En la medida en que un grupo trabaja con las tripas revolucionadas y siempre intenta ser fiel a lo que quiere o persigue, en esa misma medida, el público, después, lo siente cuando ve el espectáculo. Y eso fue lo que buscamos con este trabajo y estamos conformes con los resultados”. Y al mismo tiempo, agregó: “De todos modos, más allá de la densidad de la temática que tratamos, de esa oscuridad que se percibe, de lo siniestro que se vuelve todo, nos permitimos algunas licencias en ese sentido, porque no es tan oscuro como parece; no está planteado el tema como una tragedia, y más allá de que no lo banalizamos, hasta se percibe cierto clima paródico”.
Por su parte, el actor Ilya Miljevic, hasta la fecha más abocado al teatro infantil, habló de su personaje: “Es el que llega desde afuera, es sumiso y es el que refleja la problemática del delirio místico que está muy presente en la obra. Y es un personaje que, claramente, se muestra atravesado por lo que le sucede en el marco del encuentro con los restantes personajes que lo modifican radicalmente y que cambian la estructura narrativa de la obra todo el tiempo. Para nosotros, como actores, desde aquella primera escena sobre el poema de Artaud, fue muy interesante poner el cuerpo en esos lugares”.
Respecto de la estructura planteada y de la relación con los personajes, la directora completó finalmente: “Es una obra muy metamórfica, muy cambiante, y lo que parece que en un momento es el camino, se vuelve atajo, y ese procedimiento se repite varias veces. El recorrido implicó andar mucho en la oscuridad sin saber bien hacia dónde íbamos, pero confiando en que llegaríamos a buen puerto”.
Una mirada crítica
La directora María Cecilia Borri, quien en la temporada pasada deslumbró con su actuación en la versión de La tercera parte del mar, de Alejandro Tantanian, que dirigió Felipe Haidar, analizó algunos de los aspectos ideológicos del El Pudridero, frente a la feroz crítica que el dramaturgo chileno Marco Antonio de la Parra hace de la religión y de la Iglesia como institución, del mismo modo que de un factor determinante como es la fe o la creencia absoluta: “Esta obra no plantea ninguna tesis, pero sí se vuelve crítica respecto de diferentes temas que son álgidos y complejos socialmente hablando, como pasa con la religión: sentimos que no juzgamos, pero sí planteamos las contradicciones a las que suele exponer la fe, mostramos todas las aristas; todo eso está puesto en el cuerpo y en lo que el cuerpo representa. Tenemos muy presente a Artaud, y cuando cruzamos lo que somos como seres humanos, lo natural, con lo religioso, se produce una hecatombe”.