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El reino del electrodoméstico

Inés Pérez investiga la transformación de buena parte de las acciones cotidianas de los argentinos en el ámbito hogareño a partir de señalar los cambios que implicaron la llegada de los artefactos modernos con su posesión y su uso.

La historiadora marplatense presentó su libro en Rosario.
La historiadora marplatense presentó su libro en Rosario.

Por Paulo Menotti.

El hogar Tecnificador, género y vida cotidiana (1970- 1970). Inés Pérez. Editorial Biblos.
El hogar Tecnificador, género y vida cotidiana (1970- 1970). Inés Pérez. Editorial Biblos.

El televisor encendido absorbe los comentarios, las preguntas, las ocurrencias de los integrantes de la familia a la hora del almuerzo o la cena. Mucha gente, sobre todo los más jóvenes, no imaginan vivir sin ese artefacto, así como sin el microondas o la multiprocesadora, entre otros aparatos de tecnología. Para ellos siempre existieron. Aunque las cosas no fueron siempre así sino que la vida social y la del hogar, el núcleo familiar, se fueron transformando a lo largo del tiempo.
La historiadora Inés Pérez analiza ese proceso a partir del concepto “modos de vida modernos”, examinando de qué manera fue cambiando la vida familiar. Para la profesora de las Universidades de Mar del Plata y Quilmes, los artefactos tecnológicos por sí solos no incidieron en nuevos hábitos sino que deben ser comprendidos en un entorno social, por ejemplo, la política de viviendas que se originó a partir del peronismo. Invitada por el Ishir (Investigaciones Socio-históricas Regionales) de la Universidad de Rosario, Pérez presentó su libro Hogar tecnificado: familias, género y vida cotidiana (1940 – 1970), en el Museo Estévez (el pasado viernes), y dialogó con El Ciudadano sobre las maneras que adoptó la mudanza de vivencias hogareñas.
—Ha-Joon Chang en su libro “23 cosas que no te cuentan del capitalismo” sostuvo que el lavarropas revolucionó más a la sociedad que la computadora personal. Su argumento se basó en que muchas mujeres dejaron de prestar el servicio de empleada doméstica y muchas familias dejaron de prescindir de ese servicio por las máquinas. ¿Las máquinas revolucionaron o cambiaron a las familias?
—En primer lugar, trataría de salir de la idea de que los artefactos cambian la vida social por sí mismos, porque esa es una imagen un poco determinista que supone que la tecnología es una fuerza independiente que actúa por sí sola. Por otro lado, me gustaría también plantear la diversidad de usos que puede tener un mismo objeto como el lavarropas, que pueden dar lugar a dinámicas muy distintas en diferentes espacios y tiempos. En este sentido, distintos trabajos mostraron que los electrodomésticos por sí mismos no disminuyeron el tiempo destinado al trabajo doméstico. Para muchas mujeres, su incorporación a la vida cotidiana supuso la creación de nuevas tareas y la elevación de los parámetros a partir de los que se las evaluaba. La incorporación de distintos servicios (no sólo la electricidad, sino, por ejemplo, el agua corriente) fue, por el contrario, más significativa en la reducción del tiempo y el esfuerzo implicados en el trabajo doméstico, aunque, de nuevo, este proceso dependió del contexto y estuvo caracterizado por intensas desigualdades de clase y también regionales. Por otro lado, en la Argentina –y en otros países de América latina como Brasil y Chile– la expansión del uso del lavarropas y otras “máquinas domésticas” no implicó la desaparición del servicio doméstico. En Argentina, el servicio doméstico fue la ocupación que más mujeres concentró en el mercado de trabajo durante todo el siglo XX. La enorme importancia del servicio doméstico en nuestras sociedades no tiene sólo que ver con la necesidad de resolver el trabajo doméstico, sino también con la búsqueda de adquirir o sostener una identidad de clase. El consumo de lavarropas y otros electrodomésticos fue promovido usando la imagen de los “eléctricos servidores”, a partir de la promesa de la democratización de un modelo de domesticidad moderno, pero eso no implicó que las diferencias de clase se borraran. Quienes podían, tenían un lavarropas y una empleada doméstica.
—¿Por qué afirma que la familia moderna comenzó a desarrollarse desde el 45?
—Yo no diría que la familia moderna comenzó a desarrollarse entonces. Lo que creo es que las políticas de vivienda iniciadas en los años cuarenta permitieron un acceso mucho más masivo a unos modos de habitar “modernos”, y a unas imágenes del habitar que previamente habían sido identificadas con los sectores más pudientes de la sociedad. Esos modos de habitar se inspiraron en un modelo de familia y de domesticidad que ya se había consolidado previamente, pero, a partir de estas nuevas condiciones materiales, permitió que otros sectores sociales pudieran identificarse con él, dando lugar a distintas apropiaciones marcadas por una intensa diversidad de formas de vivir en familia. Con “modos de habitar modernos”, me refiero a un cambio en la estructura de la vivienda que supuso, entre otras cosas, la incorporación del área de servicios a la planta de la vivienda. Sin embargo, la idea de los modos de habitar modernos también remite a otros elementos. Puede ser leída, por ejemplo, como la tecnificación del hogar. En este sentido, también los años cuarenta marcaron un cambio por el crecimiento de la industria local de artefactos para el hogar, que estimuló su consumo en la Argentina.
—¿Por qué es interesante estudiar a la sociedad desde las familias en su vida cotidiana, en su mundo privado?
—El estudio de la vida cotidiana pone en un primer plano la historia de sujetos y procesos que hasta hace algunas décadas habían quedado fuera de la consideración de los historiadores. Historiar lo doméstico permite desnaturalizar lo que asumimos como dado, situándolo respecto de cambios sociales más generales. Nos da la posibilidad de destacar transformaciones que tienen su origen en el mundo doméstico, presentándolo no sólo como receptáculo de tendencias externas, sino también como un escenario de cambio social por derecho propio. Por otro lado, conocer el pasado de la vida familiar y destacar su diversidad y plasticidad nos da herramientas para confrontar los discursos que, a partir de la imagen de la crisis, pretenden ordenar los modos en los que se organiza lo doméstico. Identificar las aristas en torno de la que se construyeron e intensificaron distintas formas de desigualdad, por otro lado, nos da herramientas para tratar de modificarlas en el presente y hacia el futuro.
—¿Qué papel cumplen los artefactos como un televisor o una cocina a hornallas en la sociedad actual?
—Creo que hoy en día la presencia de estos artefactos –y de otras tecnologías— en la vida cotidiana está naturalizada. Puede que el modelo de televisor o de cocina que se tiene pueda ser tomado como un elemento de distinción, pero su presencia no sólo ya no es discutida o temida, sino que se la asume como parte del mundo doméstico. En este sentido es que me parece que puede ser interesante revisar la historia por la que llegaron a ocupar ese lugar, para dar cuenta de que la vida familiar y el mundo doméstico no han sido siempre iguales.
—¿Se condicen los cambios que tuvieron las sociedades desde 1940 hasta 1970 en el mundo privado y en el público?
—Lejos de ser unidireccional, la relación entre los mundos “privado” y “público” es siempre compleja. De hecho la propia distinción entre estos dos mundos es en un punto una ficción de la modernidad que privilegia ciertos espacios por sobre otros, invisibilizados, abstraídos de la mirada “pública”. Ahora bien, a los fines de responder esta pregunta, en el libro trato de mostrar que algunos discursos que ganaron mucha fuerza en el mundo público en estos años (discursos que ensalzaban la libertad y la igualdad, por ejemplo) tuvieron como correlato una intensificación de las desigualdades en el mundo doméstico. Hay una imagen muy atractiva –que no es mía– para describir esto, que es la de la “revolución estancada”, que intenta dar cuenta de cómo los derechos que las mujeres consiguieron en este período, que las equipararon a los varones en distintos aspectos, se detuvieron ante las puertas del hogar. En un punto, esta imagen supone que las transformaciones en el mundo público deberían haber tenido como consecuencia una transformación en el mundo doméstico. Sin embargo, la sociología de la época –pienso en autores como Talcott Parsons– sostenían que la sociedad democrática debía apoyarse en la existencia de roles de género diferenciados y, en particular, en la presencia de las mujeres en el hogar. Más allá de lo discutible de la tesis de Parsons, se podría decir que los cambios en el mundo público se apoyaron en un cierto orden doméstico, en la mirada de los actores de la época. Esto es visible en otros aspectos, como por ejemplo en el consumo. Distintas autoras, como Elaine Tyler May y Beatriz Colomina, llamaron la atención sobre el hecho de que la industria de electrodomésticos y alimentos envasados fueron adaptaciones a los tiempos de paz de avances técnicos alcanzados en el marco de la industria de la guerra. En términos más generales, la masificación del consumo de este tipo de productos se apoyó en buena medida en la imagen del ama de casa “liberada” del trabajo del hogar. En particular, en nuestro país se articuló con la conformación de una identidad de clase media: la respetabilidad familiar asociada al modelo de domesticidad de clase media se alcanzaba, entre otras cosas, a partir de la posibilidad de mostrar un hogar bien equipado y cuidado.

Data y trayectoria

Inés Pérez es profesora y licenciada en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata y doctora en Ciencias Sociales y Humanas por la Universidad Nacional de Quilmes. Actualmente se desempeña como becaria posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y como docente de la Universidad Nacional de Mar del Plata, donde también integra el Grupo de Estudios sobre familias, género y subjetividades. En 2009 recibió la beca de investigación de la Comisión Fulbright, y en 2012 la beca posdoctoral Erasmus Mundus del programa Argentina Towards Europe for Social Sciences. Publicó artículos en revistas y en compilaciones tanto en la Argentina como en el exterior.

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