El Río de la Plata fue noticia hace unas semanas por un teñido verde intenso que sorprendió en varias localidades bonaerenses y porteñas por un fenómeno que, ahora se sabe, afectó antes al sistema del Paraná: las cianobacterias. Especialistas del Instituto Nacional de Limnología (Inali) de Santa Fe detectaron la presencia de estos singulares organismos en parte de la superficie de la Laguna Setúbal y del lago del Parque Sur. Las condiciones son ideales: estas bacterias florecen en temporadas cálidas y la bajante de los ríos, con el consiguiente estancamiento del agua, favorecen su reproducción. Junto a lo pintoresco, sin embargo, acechan los riesgos.
«Una floración de cianobacterias en la laguna Setúbal fue corroborada con muestras de agua por personal del Inali. Se constató que correspondía a una mezcla de especies entre las que predominó Microcystis aeruginosa, pero también de los géneros Nodularia y Cuspidothrix. Días después, se registraron floraciones similares en provincia de Buenos Aires, con alerta en localidades como Berazategui, Tigre o la zona de Puerto Madero en Capital Federal», señaló Diego Frau, investigador del Conicet en el Inali.
«Todo esto indica que la floración fue transportada por el sistema fluvial del río Paraná, originándose probablemente en aguas estancadas aguas arriba y luego viéndose favorecida por las condiciones ambientales imperantes», siguió el especialista.
Las cianobacterias son los únicos organismos con células sin núcleo (procariotas) que llevan a cabo una fotosíntesis oxigénica, con el agua como donante del oxígeno necesario, que después es liberado. Aparecieron en la Tierra hace nada menos que 2.500 millones de años, y aunque con revisiones científicas que lo ponen en entredicho, muchos sostienen que son las responsables del aumento de oxígeno en la atmósfera y con ello la posibilidad de todo el resto de la vida en el planeta.
Cuando hay una gran población de estas antes llamadas algas verdiazules, por el pigmento involucrado en su fotosíntesis, se produce la coloración de los cursos o espejos de agua. Y pueden ocasionar problemas por ciertas toxinas que elaboran.
El aumento en el número se explica por las condiciones ambientales. «En Santa Fe venimos sintiendo desde hace unos meses el efecto del fenómeno climático conocido como Niña que, para estas latitudes, se traduce principalmente en una disminución en las precipitaciones», explica Frau, máster en Gestión Ambiental de Sistemas Hídricos.
«Esto trae aparejado que el caudal de los ríos Salado y Paraná, fuertemente vinculados a los sistemas acuáticos que tenemos en la zona, se vea reducido debido a la disminución en la frecuencia e intensidad de las precipitaciones. En estos días, los efectos de la bajante pueden verse a simple vista en ambientes periurbanos como son la laguna Juan de Garay (ex Bedetti) en Santo Tomé, en la vera del río Salado o incluso en la laguna Setúbal, en la ciudad de Santa Fe», abunda el investigador del Inali.
Frau señala que «producto de esta bajante y el estancamiento del agua, que se suma a las mayores temperaturas propias de la época del año, es que se han comenzado a registrar algunos efectos indeseables en ambientes acuáticos de la ciudad de Santa Fe y alrededores». Hay varios: la mortandad elevada de peces en la laguna Juan de Garay se registró antes de la detección de la floración de cianobacterias en la Setúbal.
¿Qué son?
Las cianobacterias fueron nombradas también como algas verdeazules o cloroxibacterias, debido tanto a la presencia de pigmentos clorofílicos que le dan el color característico como a la similitud de morfología y funcionamiento con los de las algas. Las células de estos microorganismos miden sólo unos micrómetros (milésima parte de un milímetro) de diámetro, pero su longitud es muy superior a la de la mayoría de las otras bacterias.
Frau explica que «se encuentran ampliamente distribuidas en sistemas acuáticos, pero también pueden encontrarse en la nieve, en suelos húmedos o en asociaciones con otros organismos«. Son, aclara, «elementos fundamentales para el correcto funcionamiento de los ecosistemas», pero siempre hay un pero: «En ocasiones, pueden suponer un problema ambiental», pone en la balanza el investigador.
Floraciones o blooms
Los problemas relacionados a las cianobacterias se dan cuando se producen lo que se conoce como floraciones o blooms: un rápido aumento de sus poblaciones. «Se producen en condiciones ambientales particulares que propician el crecimiento masivo de estos microorganismos, siendo principalmente el exceso de nutrientes disueltos en agua, temperaturas elevadas y alto tiempo de residencia del agua –estancamiento– los principales factores que propician el desarrollo de estos blooms», dice Frau.
Las floraciones no pasan desapercibidas. «Los microorganismos que la forman se agrupan en la superficie y forman pátinas verdes o verdeazuladas brillantes, siendo frecuente que la floración esté acompañada por un fuerte olor a tierra mojada, producto de la liberación de una sustancia conocida como geosmina, que no es tóxica ni exclusiva de las cianobacterias, sino que también es producida por bacterias y hongos presentes de forma natural en el suelo», abunda el integrante del Inali.
El vaso medio vacío
«Cuando ocurren estos eventos de floraciones, con posibilidad de suceder en repetidas ocasiones durante esta temporada cálida, favorecidas por la bajante de los ríos y el estancamiento del agua, es importante tomar una serie de recaudos», advierte Frau.
El especialista en Biodiversidad explica que «las cianobacterias son capaces de producir sustancias tóxicas conocidas como cianotoxinas, que son liberadas a la columna de agua o sedimentos al morir los microorganismos que las contienen».
Cuando el fenómeno se da en ecosistemas que pueden tener un uso recreativo, dice, «debe evitarse el contacto directo con el agua y los bordes húmedos de las lagunas porque las cianotoxinas, y otros compuestos que producen las cianobacterias que no están del todo identificados, son capaces de producir afecciones en la piel como prurito, eritemas o dermatitis».
Además, es problemático el contacto con mucosas, como las de los ojos, oídos, boca o nariz, que puede darse a partir de la producción de aerosoles durante una actividad acuática –canotaje, ski acuático, natación– o la ingesta directa durante el baño. «Pueden llevar a sintomatologías similares a cuadros de gastroenteritis o de gripe, incluyendo fiebre y dolor de cabeza», enumera Frau y completa: «La ingesta de grandes cantidades de agua, dependiendo de la abundancia de las cianobacterias y su toxicidad, puede ocasionar daño hepático, en riñones, pulmones o hasta en el cerebro dependiendo de la cantidad de cianotoxina en el agua».
Las cianotoxinas, además, pueden seguir en el agua aún después de que la floración haya terminado. No es aconsejable pescar o consumir peces durante un evento de floración, por los riesgos de intoxicación.
Otro dato singular: las espumas blanquecinas o amarillentas que se forman con las floraciones en los bordes de los espejos de agua, que son parte del proceso de descomposición de las cianobacterias y pueden contener una elevada carga de toxinas.
Frau atempera el temor: las floraciones de cianobacterias no necesariamente son tóxicas, aclara, porque la producción de toxinas depende de las cepas presentes y de factores externos como la temperatura o la concentración de nutrientes. Siempre, de todos modos, hay que suponer que son fenómenos potencialmente riesgosos para la salud humana.