Los recurrentes abusos y violencias que involucran a músicos del rock argentino muestran las dificultades de numerosos representantes del género por cuestionar prácticas arraigadas «y no poder acompañar en la construcción de una sociedad con mayor igualdad», como señaló Rodrigo Rocky Velázquez, ex baterista de Peligrosos Gorriones, terceto en el que sus otros dos miembros fundadores fueron denunciados por quienes fueron sus parejas.
A mediados de julio se conoció la denuncia de Romina, ex pareja de Francisco Bochatón, cantante de Peligrosos Gorriones, quien logró una perimetral que también alcanza a su hija, de 16 años, y avanzó en la denuncia penal en la Fiscalía Penal Contravencional y de Faltas Número 1, radicada con el número 638.520.
A raíz de esa segunda denuncia contra el compositor y vocalista, (Karen, productora del ciclo radial Alza tu voz de EQ Radio, lo denunció en febrero de 2018 por haberla acosado en la sede de la emisora y el músico tuvo que cumplir una probation que terminó a fines 2019), Tamara se comunicó con Télam para narrar su dramática relación con Guillermo Coda, guitarrista del mismo grupo.
«Fuimos pareja entre 2015 y 2017 pero debido a sus adicciones el vínculo se hizo insostenible y recurrí a la Justicia, que dictó tres perimetrales (en 2017, 2018 y la última en marzo de 2019) y le ordenó un tratamiento, pero él sigue hostigándome desde lo personal y laboral, psicológicamente y a través de la música», relató Tamara.
Las denuncias volcadas en el expediente 37554/2017 del Tribunal de Familia número 5 de La Plata se repitieron al igual que las perimetrales porque, según contó la mujer, Coda no respetó las medidas judiciales ni tampoco la orden de tratarse por sus adicciones.
«Tomé coraje -apuntó- cuando vi que no era la única que la pasaba mal y tenía que hablar porque siento que si se hace público puede ayudar a que él deje de hacer lo que quiere».
En charla con Télam el baterista Velázquez, quien dejó la banda cuando se hizo pública la primera denuncia contra Bochatón, dos años y medio atrás, apuntó que «el rock tiene un montón de estas cosas y muchas más”. “Uno muchas veces calló y está el miedo de enfrentar esas situaciones. He sido cómplice muchos años y siento la necesidad de empezar a tener otra actitud y a que los varones tomemos conciencia», expresó.
Velázquez salió de Peligrosos Gorriones, que integró desde el nacimiento del proyecto en 1991, pero al conocer la denuncia de Romina a través de su pareja e integrante de Actrices Argentinas, Susana Pachu Vaio, apuntó: “Me interesó visualizar esa situación, acompañarla y tener la posibilidad de explicar un poco qué es lo que me pasó a mí en el momento de irme del grupo».
Y en julio pasado publicó en su cuenta de Instagram @rockyvelazquezz un texto revelador que excedió a la propia coyuntura de la banda en cuestión: «Pienso que para los varones en general, el «robarle» un beso a una mujer constituye una conducta natural, propia de aquellos varones que luchan por sobresalir en el mundo de los machos».
Y al repasar su salida de Peligrosos Gorriones, añadió: «Mis compañeros llegaron a decir que me había ido por problemas físicos. Me buscaron un reemplazo, encubrieron el caso lo más que pudieron y siguieron como si nada hubiera pasado».
En estos últimos años el rock quedó expuesto por distintas denuncias que alcanzaron a figuras muy populares como Cristian Aldana, Gustavo Cordera, Oscar Righi y los grupos Pez y Los Espíritus, pero la nómina se cuantifica notable y patética en el blog yanonoscallamosmas.wordpress.com, dejando claro que Peligrosos Gorriones no es una excepción sino parte de una norma.
Al respecto la periodista feminista Fergie Santágata, redactora en rockomotora.com, indicó a Télam: “El mundo del rock sabe de estas cosas y no se las replantea como no lo hizo con Cromañón. Hay un código de mafia por el que se tapa y se sigue pero esa es una atmósfera que vino a romper el feminismo».
En esa mirada amplia que le otorgan 23 años en el medio, agregó: «En los 90 hubo un romance del rock con la sociedad a partir de la aceptación de todos los códigos de machos y la realidad es que los rockeros son Pomelo (por el personaje encarnado por Diego Capusotto) y se hicieron odiar por soberbios, cancheros y desagradables. Y ahora llega la denuncia de cada semana y otra vez no hay reflexión real sobre lo que pasa».
Por su parte, Lucrecia Raimondi, integrante de Eter y quien cubrió para diversos medios feministas el juicio en el que Cristian Aldana, líder de El Otro Yo, fue condenado a 22 años de prisión por abuso sexual gravemente ultrajante y corrupción de menores, atribuyó la oleada de denuncias que sacude al rock local a «un proceso que vienen teniendo las mujeres y las disidencias instalado en el lema «ya no nos callamos más»».
«Creo que las redes de contención y sororidad conformadas a partir de lemas como «ya no nos callamos más», «te creo hermana» y «muerte al ídolo» puso en un lugar público algo que era privado y para mí se relacionan con la lucha que dio H.I.J.O.S. y sus escraches porque el proceso judicial es muy jodido y la justicia patriarcal no está del lado de las mujeres», reflexionó Raimondi.
En el mismo sentido, Santágata aportó: “Sin esos blogs no se podrían haber reconstruido esas historias que para los y las que estábamos en el ambiente eran un secreto a voces».
Espiando un futuro necesariamente distinto, Raimondi arriesgó: “Así como el rock que conocimos puso a las mujeres como consumidoras, ahora tenemos referentas rockeras del carajo y veremos qué generación de rockeros jóvenes traen un nuevo paradigma y en qué lugar ponen a las mujeres y a las disidencias en su música y en su ambiente».
Ante lo que Santágata concluyó: “Si bien es muy incómodo para los varones seguir formando parte del círculo aún a expensas de sus congéneres violentos y no quieren comulgar con un pacto de machos perversos, el feminismo es algo que está tan bueno que mejora la vida de todas las personas».