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¿El show debe continuar?

Carrió, trago amargo para todo el FAP, pero no es el bosque sino el árbol del sector.

El show de la oposición es tan entretenido que disimula buena parte de las turbulencias que atraviesa el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Elisa Carrió y Pino Solanas parodian el sketch de Lanata sobre ellos mismos. Aún con toda la mala leche que se le atribuye al conductor de Canal 13, jamás podría haber logrado un capítulo como el que la misma chaqueña protagonizó cuando se levantó ofendida de la silla y dio un portazo en público. Típico caso en el que la realidad supera la ficción.

Carrió es un trago amargo que todos los referentes y partidos del FAU saben que tienen que tragar. Por ahora suma más estando adentro que afuera de la coalición, donde podría robarle votos o caer en los brazos del PRO. Es la elección del mal menor. Su juego es tan predecible como dañino, siempre destinado a suplir con actitudes personalistas su incapacidad de construcción política.

Más allá de eso, pensar que la chaqueña es “el” problema del FAU es mirar el árbol. El bosque es mucho más espeso. La alianza carece de liderazgo, ideológicamente es un flan y todos los días exhibe gruesas discordancias.

Julio Cobos, que por ser vicepresidente de Cristina Kirchner fue expulsado del partido, ya reincorporado termina siendo la figura que más alto cotiza en la UCR en tanto su comprovinciano Ernesto Sanz no logre levantar vuelo.

Cobos rechaza un acuerdo FAU-PRO. Hizo sus cálculos y concluyó que no ganan demasiado perdiendo de socios a Pino Solanas, Libres del Sur, al GEN y especialmente al Partido Socialista para aliarse a Macri.

Sin embargo la realidad es que la UCR enfrenta dificultades. Un fenomenal chorro de comunicación y publicidad que llega a todos los rincones del país y una estrategia política bien definida por parte del PRO para captar más radicales en las provincias donde no consigue un desarrollo autónomo metió en problemas a los correligionarios en particular y al FAU en general.

En medio de tantas polémicas Hermes Binner, el mismo que desde el Estado municipal redistribuía riqueza asignando el 30 y pico por ciento del presupuesto para expandir una salud pública de calidad, y que cuando llegó al gobierno provincial sufrió en dos oportunidades el bloqueo a una reforma tributaria de neto corte progresista, ahora se confía a “la mano invisible del mercado”. Podrá discutirse mucho sobre los alcances de esa frase usada por Adam Smith hace tres siglos y medio, que además se resignificó a medida que pasó el tiempo, pero no hay duda de que echadas a rodar en el contexto de la Argentina actual, su significado está asociado a la devastadora experiencia neoliberal de los 90 y a quienes hoy pugnan por restaurar esas políticas con distinto envase.

Visto hoy, el plan del FAU parece ser llegar a las Paso como los héroes de Hollywood al final de la película: maltrechos, lastimados, agotados, pero invariablemente felices porque están en pie para protagonizar la segunda parte.

En este sentido, el PRO corre con ventaja si se piensa en el liderazgo indiscutido de Mauricio Macri. Además, ideológicamente no hay dudas de qué se trata su propuesta. Es la centroderecha, lisa y llana, que quiere ser alternativa. Una restauración con fachada remozada para un país que no es el del 89 porque en el medio fueron la crisis de 2001 y tres períodos de gobierno con crecimiento económico y ampliación de derechos.

En el centro de la escena

La economía argentina es un paciente que en las actuales circunstancias requiere cuidados especiales. Los pronósticos no son alentadores en cuanto a reactivación de la actividad económica.

El gobierno no lo admite explícitamente pero en las últimas semanas dio señales inequívocas de que está atendiendo esa situación. A eso se debe el nuevo megaplán de construcción y mejoramiento de viviendas sociales que implica volcar miles de millones de pesos a la economía real; o la duplicación del plazo y el aumento de los Repro para trabajadores de empresas en crisis.

Las paradas de producción en la acería de Acindar, cuya producción en un 90% se destina al mercado interno, en especial a la construcción, son un síntoma claro de lo que está ocurriendo. Si esto pasa en Acindar, que es una firma integrada a nivel global y tiene la vaca atada con una posición dominante y monopólica en algunas líneas de productos, qué esperar de empresas de menor escala.

A esa delicada coyuntura se suman errores no forzados del propio gobierno, como su política para el sector ganadero, cuya consecuencia directa es la eliminación constante de puestos de trabajo en frigoríficos.

El gobierno tiene varios frentes de batalla abiertos. Las presiones para volver a devaluar empiezan a hacerse sentir, sobre todo de parte de los industriales, que una vez más pretenden corregir vía tipo de cambio las dificultades para exportar. La relación UIA-Casa Rosada, que ya venía tirante, se complicó más aún con el proyecto para reformar la ley de abastecimiento.

El pleito con los fondos buitre también enreda el panorama. Sobre todo porque obligó al gobierno a frenar una línea de trabajo que se propuso con los acuerdos con el Club de París y Repsol. El objetivo era desmalezar el camino como para tener la alternativa de recurrir al mercado de capitales en caso de necesitarlo y que YPF consiga los socios y las inversiones necesarias para empezar a sacar el petróleo y el gas. Mientras permanezca en el subsuelo el déficit energético seguirá devorándose las divisas y desequilibrando la balanza comercial.

El fallo del juez Griesa no tiene antecedentes. Jamás a un juez civil y comercial de distrito de Rosario se le cruzaría por la cabeza impedir a un deudor que le pague a parte de sus acreedores (que además son amplia mayoría) para obligarlo a cancelar otras deudas.

Es tan absurda esa interpretación que ahora el mundo entero mira con temor el desenlace del caso argentino. La incertidumbre asusta a los actores económicos. Y la verdad es que nadie parece saber bien cómo sigue la historia.

En el frente interno, los sectores de la oposición mostraron no tener una lectura fina de lo que estaba pasando en el sur de Nueva York. En el FAU fueron desde el “no cuenten con nosotros para el default”, hasta “no voy a irme de Buenos Aires porque estamos en riesgo de default y hay que estar aquí para ocuparse”. En el Frente Renovador sólo se escucharon frases de ocasión y vacías, críticas sin sustancia que se cuidaban de no dañar al aliado Roberto Lavagna, quien como hacedor del canje de 2005 que Griesa pone en riesgo, advertía que si no había acuerdo con los buitres al 30 de julio el mundo no se iba a caer. El ex ministro se limitó a cuestionar formas más que la estrategia de negociación del gobierno argentino.

Otra vez el menos errático fue Mauricio Macri. Temerariamente menos errático: “Si hay que pagar al contado, habrá que pagar al contado» con tal de no entrar en default, propuso. Macri no esconde lo que es y cuáles son sus principios y prioridades. Dijo lo que hubiera hecho él.

A pesar del mal momento de la economía, del desgaste lógico de tres mandatos acumulados y de las complicaciones que van surgiendo en el Congreso y en los tribunales, el gobierno sigue parado en el centro de la escena.

La reforma del Código Penal tuvo que estacionar en el frezer y la oposición acicatea con una reforma al impuesto de las Ganancias. Si bien las matemáticas del Congreso no le auguran éxito a esta última movida, el oficialismo no debería dejar de ver la sensibilidad que provoca, incluso entre sectores que son sus aliados, el amplio alcance de un tributo que es polémico por naturaleza y al que se agrega un contexto de inflación sostenida y aumentos salariales de entre 20 y 35 por ciento anual.

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