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El sueño de Pirola en la Cueva: la época de gloria de Sportivo Constitución

Si en algún lugar de la ciudad sobra pasión es en Urquiza 3762, hogar de Sportivo Constitución, la Cueva, mitad club y mitad mito. En la década del 80 apostó fuerte, armó un plantel de jerarquía y logró ser campeón

Los primeros años de la década del ’80 se grabaron a fuego en la memoria de los argentinos, con sucesos trascendentes desde el dolor, la emoción, la bronca, la incertidumbre, pero también el éxtasis del histórico regreso a la democracia. Para aquellos que la vivieron fue una época agitada, de informaciones confusas pero sentimientos claros. Y para los que no la experimentaron en carne propia, cada pañuelo y cada “Nunca más” son símbolos que educan.

En el básquet también fueron años movidos, incluso revolucionarios, con el sabor amargo de no concurrir a la cita olímpica por capricho de la junta militar pero también con la etapa de concreción del hito más relevante de la historia del básquet argentino, la creación de la Liga Nacional.

Aquellos fueron años de entusiasmo, de búsqueda, en la que los equipos de todo el país se encontraron con la novedad de que ya no era Capital Federal el único polo de atracción para los grandes jugadores del amplio territorio nacional y que desde cualquier rincón de la Argentina podía generarse un proyecto para trascender a todo nivel.

En Rosario no fueron pocos los que miraron de reojo ese sueño, antes o después de la puesta en marcha efectiva de la Liga, cada uno con sus limitaciones y sus méritos, todos con su pasión en el lomo, apuraron el paso para jugar en los viejos Argentinos de Clubes y también estar listos en ese salto inicial del nuevo básquet.

Y si en algún lugar de la ciudad sobra pasión es en Urquiza 3762, hogar de Sportivo Constitución, la Cueva, mitad club y mitad mito, escenario de batallas sin registro histórico y de epopeyas que se vocean en los bares del barrio. Hoy, con el verde de un piso sintético de telón de fondo; ayer, con el mosaico que pisaron sus héroes anónimos y no tanto. Es que puede parecer una cancha de fútbol cinco, pero estén seguros de que no lo es y que nunca lo será, aunque los ojos se empeñen en mostrar otra cosa.

Habitué de la lucha por la permanencia, en la que nunca se sabe cómo pero siempre salía ileso, los apellidos Mottino, Álvarez, Oña, Nebbia, Gartich, Colibazzi y Peirano fueron algunos de los que vistieron la blanca y celeste para generar un halo místico en una de las canchas más incómodas (para el rival, claro) del básquet de acá.

Pasar de pelear por quedarse en la elite a luchar por ser campeón local era un sueño. Ilusionarse con jugar la Copa de Campeones de la Provincia, una utopía. Pero hay personas que ocupan su vida a perseguir esos imposibles, a trocar quimera en realidad. Y en Tución ese fue Ricardo “Pirola” Fraticelli, quien construyó a inicios de 1982 un plantel joven y talentoso que unió a refuerzos con gente del club para comenzar a generar temporadas de protagonismo, con éxitos en el 83 y el 84, sumado a una participación a nivel provincial, como reflejan en sus páginas La Tribuna, La Capital, Democracia con firmas de Mingo Celsi, Ricardo Petunchi o el Gallego Carlos Valdez.

El equipazo que armó Pirola para empezar a pelear arriba.

 

Desde el apoyo de Fraticelli, pero también su visión y el visto bueno de la dirigencia, el Flaco Seghetti tuvo el rol de entrenador-jugador para acompañar a nombres consagrados o que el tiempo consagró como Daniel Maffei, Guillermo Buffarini, Ricardo Palacio, Juan Soulé o Raúl Primo, quienes compartieron ciclo con Claudio Gazza, Cachito Hernández, Pepito Ferranti, Chupón Estévez, Pancho Vert, Ricardo Masciarelli, Omar Faranna, Ricardo Amormino, Gustavo Lafranchi, Roberto Seveso, Fabio García, Juan Carlos Pidal, Ricardo Schmittendorf, Gustavo Saldaño, algunos de los que vivieron los momentos en los que la gloria era salvar la categoría y luego pasaron a jugar por el título. Eso sí, al que le tocaba quedar afuera rápidamente se sumaba a la hinchada

“Yo era uno de los que acompañaba a Pirola para arreglar con los jugadores y me acuerdo que para convencer a Raúl Primo le dijimos que ya habían firmado Buffarini y Maffei. Y así hicimos con todos, hasta que se encontraron en la Rosarina y se dieron cuenta de cómo los habíamos juntado”, cuenta Pancho Vert, hombre de la casa que mantuvo participación a pesar de la llegada de los refuerzos, fue inicial en las finales del 82 ante Central en cancha de Atalaya e importante en un partido clave ante Newell’s en el 84.

“También jugamos la Copa de la Provincia con gran tarea a pesar de no tener a todos los refuerzos, duelos tremendos en Alba de Maciel, Firmat. Nos ganó el equipazo de Colón de Santa Fe por el pasaje a las semifinales”, agrega.

Casi cuatro décadas después, algunos de los protagonistas siguen repasando aquellos años dorados para la Cueva.

 

El Flaco

En Campinas, San Pablo, Raúl César Seghetti sigue conectado con Rosario y aunque muchas veces su imagen como entrenador era de tipo duro, la emoción de recordar a la Cueva se nota a la distancia. “Tengo que luchar contra la memoria porque pasó mucho tiempo (risas) pero fue una época muy buena para mí como entrenador y jugador, recuerdo la final que le ganamos a Central en Sportivo América y la difícil tarea de jugar y de dirigir, aunque mis compañeros y los dirigentes me ayudaron mucho”, explica el Flaco, quien desde hace 10 años está radicado en Brasil.

Y recuerda una anécdota de esa definición: “Contra Central el partido era palo a palo, y recuerdo que en el segundo tiempo me saqué y el equipo sin mí en cancha comenzó a dominar el juego para terminar ganándolo”.

Seghetti tuvo varios ciclos entrenando a Sportivo, pero aquel fue especial. Igual, el otro recuerdo es extradeportivo: “Lo mejor eran los asados que comíamos en la parrilla que estaba casi dentro de la cancha”.

 

El Ricky

Otro que dejó su huella en Rosario y en Constitución fue Ricardo Palacio, quien se sumó en 1983 cuando Raúl Primo lo recomendó: “Perdimos en el 82 una final contra Central pero se había armado un gran equipo y cuando propuse el nombre de Ricky me preguntaron qué tal era. ‘Mejor que yo’, les dije y me preguntaron de qué iba a jugar yo si lo traían. Después jugábamos de base un rato cada uno”.

Primo metió 14 en aquella final de la Caruso que Sportivo ganó 65 a 64 ante Central y allí Palacio hizo 12, el Loro Maffei 14 y Soulé 21.

“Sportivo Constitución volvió  a repetir y parece que le tomó el gusto, consagrándose campeón de la Copa José Caruso al vencer nuevamente a Rosario Central como cuando obtuviera el título del Apertura de la Rosarina de Básquet”, cuenta el diario Democracia del 3 de octubre del 83, que menciona también la paternidad en esa temporada sobre un notable Central de Le Bihan con Córdoba, Cisneros, Martín, Rapp y Toquero. La dirigencia le dio una carta de agradecimiento a cada jugador firmada por el secretario Petosa y el presidente Oña.

Desde Pergamino, lugar en el que comanda el básquet de Comunicaciones, Palacio recuerda esos años en Constitución. “Sportivo era un club que no había podido ganar nunca un título y peleaba la permanencia, así que esa época fue una revolución para el club, nos trataron muy bien, teníamos mucho respaldo y disfrutábamos de los momentos fuera del básquet también. Fui a estudiar a Rosario y surgió la chance de jugar en un torneo que tenía muy buenos equipos, muy fuerte, incluso algunos con extranjeros. Además también tenía difusión en los diarios”, recuerda Ricky, quien reconoce: “Era joven, venía de entrenar con la selección juvenil y estaba en un buen momento. Perdí en una inundación muchos de los recortes, pero me acuerdo de uno en el que había metido 38 puntos y titularon Un Palacio frenó a un Ciclón”.

“Lamento que me cueste ponerle nombres propios y fechas a todos los recuerdos, pero son realmente los mejores. El apoyo incondicional de la hinchada, el amor de Pepito Ferranti por la camiseta, era el alma del equipo, hasta los almuerzos en la casa de los dirigentes”, rememoró Palacio, dueño de una carrera impecable en el básquet nacional y prácticamente imparable en esos años en la Rosarina.

Gustavo Lafranchi, hoy relator y por aquellos años cerrando su carrera en la Cueva recuerda que lo “llamaron para jugar unos partidos cuando Palacio se fue al Argentino”, pero que cuando volvió Ricky, ya pasó “a alentar desde la tribuna”.

Con el paso de los años, Lafranchi dirigiría en el comienzo de otra época de protagonismo para Constitución a otro pergaminense del club Comunicaciones, Denis Ortenzi, tirador infalible que ayudó a devolver a primera al equipo desde la C y llevarlo a las finales de primera ante Central con otro equipazo que dejó su huella.

“Conozco a Denis y también a Claudio González, que también tuvieron un paso feliz por Constitución. Comunicaciones es también un club de barrio que exporta jugadores”, cuenta Ricky.

Pepito

Su camiseta lucía en lo más alto del estadio de la Cueva allá a finales de los 90 e inicios del 2000, cuando Sportivo volvió a ser protagonista de los torneos rosarinos de primera. La 5 de Roberto José Ferranti cierra la fila que tiene a la 10 de Roberto Nebbia y la 6 del Chulo Colibazzi. Sí, como en la NBA, Constitución homenajeó a algunos de sus símbolos. Y lejos de faltarle el respeto a alguien, Pepito es Constitución. Efectivo, polifuncional, de buena mano y rápidos movimientos para la época, vivió las diferentes eras del básquet de la ciudad, en las que la Cueva tuvo a Horizonte como un rival picante y en la que los nombres de Uría, Hindenburg, Policial, Rosario Béisbol, Centro Estrada, Refinería, y tantos otros se unían a los que hoy siguen en competencia.

“Eran otros tiempos, marcadores bajos, que hoy harían reír. En ese momento los quintetos cambiaban muy poco y la inmensa mayoría era gente del club, no había tanto movimiento como ahora y por eso se hacían enfrentamientos más duros, siempre sabías contra quién ibas a jugar”, explica Pepito, quien se dio un gran gusto: “Como yo seguí jugando, creo que hasta los 45 años incluso pude compartir equipo con mi hijo Claudio”.

Ferranti ya era un veterano (después redefiniría la palabra) cuando Sportivo vivió esos años de gloria: “Ricardo Fraticelli empezó a buscar los jugadores y se armó un gran equipo. Se jugaba con 6 o 7 generalmente, pero nosotros tenían un plantel largo. Los suplentes entraban cuando era necesario o cuando los partidos eran fáciles”.

Y aunque Pepito no lo cuente, hay una anécdota de esos tiempos con el Flaco Seghetti, jugador y entrenador, que daba el equipo inicial y nombraba a cuatro jugadores para después mirar al resto de lado a lado durante varios segundos y luego decir “…y, yo”, lo que generaba algo de simpatía en los veteranos y bronca en los juveniles.

“Éramos una pluma, nos hacían correr por el viaducto, subir y bajar y trotar hasta el club”, recuerda Ferranti, quien recuerda las canchas llenas del pasado, los duros duelos en los que los salvaba llevar hinchada y más acá en el tiempo los equipazos a los que enfrentaron en las temporadas en las que jugaron todas esas finales: “Newell’s tenía un gran equipo, Central ni hablar, después se armaron Náutico, Ciclón, muchos”.

“Para nosotros fue una gran época, pero muy difícil de mantener porque era un lujo tener esos jugadores. Así y todo hay que destacar que cada vez que un partido se ponía bravo, los que nos levantaban eran los hinchas, ese fue siempre el sello de la Cueva”, termina Pepe, el eterno jugador celeste y blanco.

El Loro

Daniel Maffei también tuvo su momento destacado en el básquet de la ciudad y como tantos otros recuerda que llegó a la Cueva de la mano de Pirola Fraticelli, quien era uno de los dueños del Sanatorio Rivadavia de Villa Constitución. “Yo me recibí de contador en el 81 y firmé un balance del Sanatorio, medio como honorarios por jugar al básquet”, dice el nicoleño y pinta rápidamente un panorama de cómo comenzaban a hacerles los pases en aquella época.

“Guardo muchos recuerdos de Sportivo Constitución, a tal punto que les dije a los nuevos dirigentes que me tengan en cuenta para todo lo que necesiten. Era un club que jugaba por la permanencia habitualmente y se encontraron con la llegada de unos locos que había llevado Fraticelli y que salimos campeones y peleábamos los torneos. Fue una locura”, dice el Loro, quien también conocía la necesidad de ganarle al rival del barrio: “Jugábamos el clásico contra Los Rosarinos Estudiantil y era desesperación. Los hinchas tenían pasión y desesperación por que le ganemos, pero la verdad era que ganábamos fácil porque teníamos muy buen equipo. Fue una gran época, no era algo sencillo ganarle a un equipo como el que tenía Central”.

“La pasábamos muy bien. La Cueva era sala de naipe y la cancha y mientras nosotros entrenábamos y tirábamos, los hinchas apostaban de afuera a ver quién metía primero o quién llegaba antes a 30”, apunta y recuerda otra historia pintoresca: “Teníamos el vestuario al lado de la cancha, con el termotanque adentro. Nos estábamos cambiando y explotó, se prendió fuego. El Gringo Buffarini, de Máximo Paz, pegó un salto que apareció trepado al tapial del vecino del susto que se pegó. Y eso que en los partidos no saltaba”.

El Turco

Quizás el paso más fugaz y exitoso por Constitución fue el de Claudio Gazza, quien apenas jugó seis meses en el club pero se las arregló para festejar en el Preparación del 84 en Sportivo América ante Central. En aquella final con score definitivo de 68 a 67 el pergaminense formado en Sirio Libanés hizo 18 tantos y su coterráneo Palacio 27. Como anécdota (ya prescribió), los recortes de la época fueron durísimos con el arbitraje de Acutaín y Celano, además de criticar el aspecto organizativo por casi 50 minutos de demora para iniciar el juego.

“Al club llegué de la mano de Ricky, yo estaba a punto de hacer el pase a Sportsmen Unidos con la promesa de conseguirme un trabajo. Cuando se enteró Ricky, me mencionó que en Constitución estaban por armar un equipo para participar en la Liga C, cosa que no sucedió y entonces cambié los papeles para ir a Sportivo Constitución. Ni hablar que cuando jugamos la Copa Caruso que ganamos en Sportsmen la gente estaba en mi contra y tuvimos que retirarnos por la parte de calle Alem”, recuerda Gazza, quien está radicado en Rosario, es doctor en física, investigador del CONICET en el Instituto de Física de Rosario, y Docente de la Licenciatura en Física en la FCEIA.

“De los compañeros, me acuerdo del legendario Pepe Ferranti, que tenía como 50 años y el tipo la metía de todos lados, un ícono del club”, dice el interno, quien también apunta una anécdota gastronómica: “Después de un entrenamiento habían preparado bogas a la parilla y con Ricky nos comimos más de 10. Nos miraban con una cara”.

No fue la única: “Y la anécdota que no es para contar es la de un domingo que llego al buffet desde Pergamino para ir a un partido, y como estaba algo engripado y con poca energía un habitué del club me dice, ‘pibe tomate esto’ (una píldora negra) que no se qué era pero me corrí todo”.

“Otra vez, en Ciclón, que en esa época tenía cancha destechada, en la hinchada se paseaba uno mostrando un arma. Lejos de amedrentarnos le sacamos más de 20 puntos. Y así era en todas las canchas, durísimo pero salíamos indemnes”.

“Con Ricky después de salir campeones acá terminamos juntos en Pergamino jugando en Comunicaciones. Pero la exigencia del estudio en Rosario y jugar allá hizo que yo tuviera que dejar el básquet demasiado pronto”, cierra el Turco, quien se entusiasma con un reencuentro con los jugadores de aquella época en el club.

Hoy Sportivo Constitución arrancó un proceso de crecimiento social que intenta identificar al barrio y sumar actividades a la institución, aunque la pandemia trastocó un poco los planes. La ilusión es que una pelota de básquet vuelva a picar y que los chicos retornen a ese deporte en la Cueva. Parece impropio de los seres cuerdos, pero en su momento eso pensaron de Pirola cuando empezó a armar un equipo para ser campeón.

 

Gracias

Agradecimiento enorme para poder armar esta nota a los entrevistados y a todos aquellos con los que charlamos y no pudimos reflejar todo el detalle de sus apreciaciones, como Darío Bosio, Gustavo Lafranchi, Raúl Primo, Pancho Vert, Sergio Córdoba, el Negro Cavallieri, Jorge Gartich, Fabio García, Román Di Doménica, Santiago Seveso y tantos más..

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