Brandon Quintana tiene 19 años y juega al fútbol desde que aprendió a caminar. Comenzó en el baby del club Estrella Juniors, de calle Lamadrid al 3100. Hincha de la Lepra, la pelota es su único y gran amor. Desde niño alternó sus tiempos entre la escuela Normal 1, las prácticas y la música que tocaba con su batería. La secundaria no la terminó porque decidió apostar al deporte. Tuvo pruebas en Newell’s, pero no quedó y de la mano de un captador de talentos armó el bolso y se fue a probar suerte a Buenos Aires. Chacarita fue su destino. Y estaba a punto de fichar cuando apareció en su vida una persona con una propuesta irresistible: viajar a España para probarse en el Atlético Bilbao y reunirse con Diego Simeone y el Mono Burgos en el Atlético Madrid.
El discurso era tentador: una preparación en Uruguay para luego partir a una gira por España, algunos días en Italia, alojamientos en hoteles 5 estrellas, partidos con distintos clubes españoles, una cita con el Cholo y volverse a Argentina con un contrato en euros prácticamente asegurado.
“Un vuelto”, según les dijo Hugo Yamada a sus padres, encargados de pagar el viaje que rondó los 1.850 euros, además del pasaje. Un monto grande para una familia muy humilde que hace apenas unos meses estaba sin trabajo, pero que no importó, ya que confiaron en que su hijo tenía el contrato asegurado.
Yamada apareció en la vida de Brandon como un hada madrina. El representante se presentaba en sus redes sociales y en su tarjeta personal como “ex jugador profesional de futbol de Primera División”.
Brandon viajó primero a Uruguay y luego a España. Sin embargo, al pisar suelo ibérico hace casi dos meses, la carroza se convirtió en calabaza. Bilbao y Madrid se convirtieron en Asturias. El hotel de lujo en un hostel para mochileros. Los partidos programados pasaron a ser picaditos organizados por los propios chicos en plazas públicas.
Francisco y Lorena son los papás de Brandon. Ambos trabajan en una empresa de limpieza, tienen cuatro hijos y viven detrás del Casino. Y cuentan en primera persona el calvario que viven tras ser estafados. En febrero vendieron una casa que tenían y utilizaron ese dinero para que su hijo mayor cumpliera el sueño de cruzar el océano en busca de su futuro como futbolista. Eso que sueñan la gran mayoría de los pibes que juegan a la pelota.
Ellos cuentan que se reunieron en varias ocasiones en distintos bares de la ciudad con el “Japonés”, como le dicen a Yamada, para entregarle el dinero correspondiente al viaje de Brandon. Muestran los chats en donde se comunicaban con el representante, quien les mostraba los hoteles donde iba a estar alojado su hijo. “Era todo una mentira”, le dijo Francisco a El Hincha.
A Brandon y a otros ocho jóvenes de Argentina, Uruguay y Venezuela les vendieron el viaje ideal. El futuro asegurado. El triunfo en España. Les prometieron el oro y el moro. Y en esa promesa apareció un nombre de talla en el mundo del fútbol: Javier Castrilli, a quien los jugadores implicados ubican en la escena y también los padres de Brandon, aunque la denuncia realizada y presentada en la Fiscalía Regional de Rosario sólo está a nombre de Yamada.
En ese tiempo en España quien se hizo cargo de los jóvenes fue Robert Carmona. ¿Y quién es Carmona? Un uruguayo que hace unos meses entró en el Libro de los Récords Guinness como el jugador profesional más viejo del mundo (NdR: tiene 56 y sigue jugando en ascenso de su país). Justamente con la promesa de filmar una película sobre su vida fue que el charrúa emprendió el viaje con Yamada hacia el Viejo Continente.
Gracias a sus contactos Carmona pudo coordinar con algunos equipos de la zona de Asturias para que los chicos entrenen. Los contuvo emocionalmente cuando el sueño de ser profesional se derrumbó de un soplo como un castillo de cartas.
La desatención que sufrieron los chicos de parte de Yamada era tan grande que, ante una eventual lesión, no tenían a dónde acudir. “Los llevó a un río cuando se golpeaban porque no tenían atención médica”, cuenta papá Francisco sobre Carmona.
Una vez en España y al darse cuenta de que nada de lo prometido era real, Brandon y uno de sus compañeros decidieron “hacerle frente” a Yamada. Los padres aseguran que ante esto, el representante armó las valijas y se volvió con los jugadores. Con todos menos con Brandon y con Ignacio Albornoz, otro joven jugador de Ushuaia.
Ellos siguen allá. Y gracias a la gente del club Asturias de Blimea, que milita en la Regional Preferente de Asturias (el quinto nivel de competición en España), tienen dónde vivir y dónde entrenar para no perder el ritmo. Comen con lo que la gente les dona, pero no pueden volver porque no tienen plata. “No sé cómo se va a reponer a esto”, dice mamá Lorena.
La preocupación, además del sueño truncado, pasa ahora por la visa de turista. No pueden regresar al país porque sus familias no tienen la plata que se necesita para comprar el pasaje. Y en enero la visa se vence y no sólo pierden todos los derechos en suelo español, sino que pueden ser deportados (sumado a la prohibición de entrada de 5 años) y multados con hasta 10 mil euros.
Y mientras la pesada maquinaria de la Justicia se pone en marcha, Brandon aguarda en un país desconocido, lejos de sus seres queridos y con su sueño frustrado.