El telescopio espacial James Webb de la NASA captó la huella química más completa de la atmósfera de WASP-39 b, un planeta tan masivo como Saturno que orbita una estrella a unos 700 años luz de distancia de la Tierra.
Aunque el propio Webb y otros telescopios espaciales, como el Hubble y el Spitzer, ya habían avanzado algunos componentes de la atmósfera de este “Saturno caliente”, la nueva lectura desveló un menú completo de átomos, moléculas e incluso signos de química activa y de la presencia de nubes.
La atmósfera de WASP-39 b tiene sodio, potasio, agua, dióxido de carbono, monóxido de carbono y dióxido de azufre. Estos datos ayudarán a saber cómo es el planeta y permiten imaginar cómo se verían sus nubes: divididas en parches por todo el planeta.
Gran capacidad de los instrumentos del Webb
El hallazgo también da una idea de la tremenda capacidad de los instrumentos del Webb para llevar a cabo las investigaciones sobre exoplanetas que se le ecomendaron, como sondear las atmósferas de planetas rocosos más pequeños como los del sistema TRAPPIST-1.
Según Natalie Batalha, coautora del estudio e investigadora de la Universidad de California, los datos obtenidos son “un verdadero logro”. Gracias a la equipación de este observatorio espacial, el equipo pudo observar el exoplaneta “con múltiples instrumentos que, juntos, brindan una amplia franja del espectro infrarrojo y una panoplia de huellas dactilares químicas inaccesibles hasta JWST”.
Cómo es la atmósfera del exoplaneta
Una de las sorpresas de la atmósfera del exoplaneta fue el hallazgo de dióxido de azufre, una molécula producida a partir de reacciones fotoquímicas. En la Tierra la fotoquímica es esencial para que se desarrollen procesos claves para la vida como la fotosíntesis o la formación de la capa de ozono.
“En los primeros datos vimos una señal muy peculiar en la atmósfera de este planeta cuyo origen no logramos entender. Ahora, con este análisis, hemos podido inferir que se trataba de la huella que deja el dióxido de azufre producido por la alta radiación que el planeta recibe de su estrella en las capas altas de la atmósfera”, indica Jorge LilloBox, investigador postdoctoral del Centro de Astrobiología (CAB) y coautor del estudio.
Aunque WASP-39 b está a una temperatura estimada 900 grados Celsius y su atmósfera está compuesta principalmente de hidrógeno, el nuevo trabajo no descarta encontrar potenciales rastros de vida.
Además, la proximidad del planeta a su estrella anfitriona, ocho veces más cerca que Mercurio de nuestro Sol, lo convierte en un laboratorio para estudiar los efectos de la radiación de las estrellas anfitrionas en los exoplanetas.
El telescopio también encontró dióxido de carbono a una resolución más alta que en observaciones anteriores y detectó monóxido de carbono pero no encontró firmas obvias de metano ni de sulfuro de hidrógeno.
Si están presentes, estas moléculas se encuentran en niveles muy bajos, un hallazgo significativo para los científicos que realizan inventarios de la química de los exoplanetas para comprender mejor la formación y el desarrollo de estos mundos distantes, explica la nota del CAB.
Webb ve el universo en luz infrarroja, en el extremo rojo del espectro de luz más allá de lo que pueden ver los ojos humanos, y eso le permite recoger huellas químicas que no se pueden detectar en la luz visible.
En un futuro próximo al telescopio Webb se le añadirán otros en órbita, como PLATO, o en Tierra, como el ELT.
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