Por Diana López Gijsberts / Télam
Valeria del Mar Ramírez, la primera mujer trans que se presenta como querellante en un juicio de lesa humanidad por haber estado cautiva durante la última dictadura militar en el centro clandestino Pozo de Banfield, donde fue violada y vejada, afirmó que lo que vivió en esa época no se lo «saca más del cuerpo».
«Lo que viví no te lo sacás más del cuerpo», dijo Ramírez, quien confía que serán condenados los 18 represores que comenzaron esta semana a ser juzgados por un tribunal federal de La Plata.
«En esa época no estaba atenta a cómo era el Gobierno. Con los años me di cuenta que había que ‘tenerlos bien puestos’ para salir a la calle, en dictadura, con tetas y minifalda», contó a Télam Valeria del Mar, de 64 años, quien en 2012 recibió de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner su DNI corregido con su identidad autopercibida.
Ella es la primera mujer trans querellante en un juicio que investiga delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura militar y se prevé que declare en los próximos meses.
Desde los 8 años, Valeria del Mar se sentía mujer. Sufría cuando debía ponerse pantalones largos para ir a la escuela, acortaba el largo de su guardapolvo «para ser como las chicas que iban a otros colegios» y esperaba con ansias volver a su casa para «ir a mi piecita y ponerme los tacos y vestidos de mi mamá».
«Cuando mi mamá me veía así, me pegaba», recordó Valeria del Mar, quien detalló que muchas veces los directivos del colegio de varones al que asistía citaron a su madre para hablar sobre «la conducta de su hijo» y aconsejarle la llevara a médicos y psicólogos que pudieran «orientarlo».
Al finalizar la secundaria, comenzó a vincularse con travestis que vivían en el conurbano bonaerense: «En esa época la prostitución era la única salida laboral», dijo Valeria del Mar. Aprendió de ellas cómo se distribuían las «plazas» donde podía trabajar y en qué zonas el hostigamiento policial era mayor.
«Me dieron la plaza en Camino de Cintura y pronto entendí el código de la calle: si no tenías tetas, no salías a la calle, así que me puse las siliconas», relató.
También recordó que «el vinculo con la policía era malísimo. Tenía que pagar la plaza a la chica que me regenteaba y después pagarle al jefe de calle», dijo.
Un día, a fines de 1976, se corrió la voz que no salieran a trabajar hasta después de las 3 de la mañana, ya que jefes policiales iban a recorrer la zona: «A nosotros nos importaba la guita, así que salimos. Tenía 20 años. Esa noche nos llevaron detenidas y nos largaron a los dos días».
Pero lo peor llegaría meses más tarde, en 1977: «Un día, estaba trabajando junto a Romina, una compañera, cuando nos agarró un Falcon. Nos pareció extraño, porque siempre nos levantaban en patrullero. A los golpes, nos entraron en el auto, íbamos atrás con dos policías, arrodilladas, para que no viéramos el camino», comenzó a relatar.
Los hombres llevaron a Valeria del Mar y a Romina hasta el escritorio de un policía, al que recordó como gordo: «¡Bien, trajeron las cachorras que pedimos!», dijo ese policía y a continuación otro efectivo las condujo a un segundo piso. Nunca les vendaron los ojos, así que Valeria del Mar pudo ver la hilera de «buzones», pequeñas celdas de castigo individuales donde la metieron. No lo sabía, pero acababa de entrar en el Pozo de Banfield.
«Ahí dentro no sabías qué hora del día era, pero siempre en algún momento empezaba lo terrorífico: venían a violarme», contó y agregó: «Si no querías hacerles sexo oral, te dejaban sin comer 2 o 3 días».
Valeria del Mar sintetiza el padecimiento vivido con pocas palabras: «Me hicieron todo lo que te imagines… y eso del cuerpo no se va más».
Durante los 14 días que estuvo cautiva en el Pozo de Banfield, Valeria del Mar fue violada y vejada por los policías de ese centro. No recuerda sus nombres, ni cuántos fueron. Y en ese tiempo vio a una joven que acababa de parir, por lo que su testimonio también es valioso para probar que en el lugar operó una maternidad clandestina.
«Un día, un policía me permitió ir al baño a higienizarme y cuando me estaba bañando, oí un grito. Cerré la ducha y escuché que alguien decía: ´Ahora agarrá un balde y limpiá esa mugre que es tuya´ y sentí llorar un bebé», recordó.
En ese momento, entró al baño una joven con un vestido amarillo tipo camisero que no se podía mantener en pie y estaba ensangrentada. Valeria del Mar la ayudó a sostenerse y se acercaron a un piletón para cargar el balde.
«¿Qué hace este puto acá?», gritó una mujer policía al descubrir a Valeria junto a la joven, tras lo cual entró un policía y la sacó del baño, arrastrando a Valeria por los cabellos y haciéndola pasar por el piso ensangrentado donde la joven había dado a luz, momento en que vio a otro policía con un bebé en brazos.
Compañeras que paraban también en el Camino de Cintura consiguieron junto a la madre de Valeria del Mar que un abogado presentara un hábeas corpus y finalmente fue liberada: «Después, Romina me contó que a ella le hicieron lo mismo que a mí», agregó.
Valeria del Mar explicó que años más tarde estuvo en situación de prostitución en la zona de Constitución y en 1999 «comencé a militar» por mejorar las condiciones de vida de su colectivo.
Se contactó con la Fundación Buenos Aires Sida, donde realizó un curso de peluquería y un taller de VIH; hizo una capacitación de promotora de la Salud en el hospital Ramos Mejía y desde hace 6 años es secretaria de Derechos Humanos de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar).
No fue fácil para Valeria del Mar contar las vejaciones sufridas. Al principio, porque de alguna manera «naturalizaba» las violencias padecidas; hasta que un día, Alejandro Freire, integrante de la Fundación, escuchó su relato y le hizo ver que había sido víctima de delitos y debía contarlo.
La mujer aguarda declarar en el juicio unificado por los crímenes cometidos en los pozos de Banfield y Quilmes y en El Infierno de Lanús: «Estoy muy sensible por el juicio, soy víctima y querellante y quiero declarar, quiero contar lo que me ocurrió y exigir justicia, que paguen por lo que hicieron», remató.