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El testimonio de la sobrina del más cruel torturador

Graciela Borda declaró esta semana cómo fue secuestrada en el SI por pedido de su tío, Agustín Feced.

Por: Luciano Couso

“Primero quiero relatar mi relación con el comandante (Agustín) Feced, que era primo hermano de mi padre y se odiaban. El 19 de agosto del 1977 el allanamiento en mi casa fue más que nada a raíz de eso”, dijo ante el Tribunal Oral Federal Nº 2 de Rosario (TOF2) Graciela Beatriz Isabel Borda Osella, sobreviviente del centro clandestino de detención que funcionó en el Servicio de Informaciones (SI) de la Policía de Rosario durante los primeros años de la última dictadura, por donde se calcula que pasaron entre 1.800 y 2.000 detenidos-desaparecidos. Entre ellos, la sobrina del propio jefe del chupadero: Agustín Feced.

Graciela Borda declaró el lunes como testigo en la causa Díaz Bessone, que juzga delitos de lesa humanidad cometidos en el sur de la provincia durante el terrorismo de Estado, y en la que están acusados el ex comandante del Segundo Cuerpo del Ejército Ramón Genaro Díaz Bessone; los ex policías José Rubén Lofiego, José Carlos Scortechini, Mario Alfredo Marcote y Ramón Rito Vergara, y el civil Ricardo Chomicky.

Además de sorprender al tribunal con la confesión del parentesco que la unía con quien la mandó secuestrar, la mujer que perdió un embarazo durante su cautiverio en el SI brindó otro dato propio del realismo mágico: el sanguinario ex jefe de policía Feced, recordado en múltiples testimonios por la implacable ferocidad con la que combatía a su principal enemigo, el marxismo internacional, fue afiliado al Partido Comunista.

Borda recordó el diálogo que mantuvo en el SI con su tío, luego de que allanaran su vivienda en busca de una amiga que militaba en Montoneros, Mercedes San Filipo: “Me decía que cómo me metí con esta gente que es guerrillera, y yo le dije que ella estaba libre, que no era guerrillera”.

—Además, vos tendrías que cuidar más a mi familia—, le planteó entonces Borda, buscando piedad en el ex comandante de Gendarmería, quien había retomado sus servicios a la Patria para aniquilar la subversión como jefe de Policía de Rosario tras el golpe de Estado de marzo de 1976.

“Me dijo que mi viejo era comunista, y yo le dije que él también se había afiliado al Partido Comunista”, recordó la testigo frente al tribunal. Según su relato, el tío Feced no rechazó los cargos amablemente: “Me golpeó en la cabeza”.

“Nunca fui subversiva, me volvieron ellos subversiva y empecé a militar en abril del 78”, dijo sobre su paso por la APDH.

Graciela Borda fue trasladada al SI el 19 de agosto de 1977, luego de que un grupo policial la fuera a buscar a su trabajo. Antes, una parte de la patota que comandaba su tío había allanado su domicilio y arrancado de allí a su esposo, Silvio Paganini, y a su amiga San Filipo. Se reencontrarían todos ese mismo día en el Servicio de Informaciones de San Lorenzo y Dorrego.

Según relató la testigo, San Filipo paraba en su casa luego de que el compañero con el que estaba en ese momento no regresara al hogar, que en la clave de aquellos años significaba una posible caída en manos de la represión y el consiguiente peligro para el resto del entorno. Antes, el marido de San Filipo había sido asesinado. “Pensé que por la relación familiar (con su tío Feced) si la agarraban (a Mercedes) no la iban a matar”, contó Borda, revelando su candidez de entonces.

“El 19 de agosto de 1977 yo fui a trabajar a la Municipalidad y cerca del mediodía vinieron tres hombres a mi oficina para buscarme y me dijeron que el comandante quería hablar conmigo, y me imaginé que habían estado en mi casa”, relató la testigo.

“Y les digo: «Qué, ¿mi tío?». Y me dicen: «¿Es tu tío?» Les digo que es primo hermano de mi padr; me llevaron a la Jefatura en un auto rojo, muy amables, charlando, me trataron bien; pienso que tenían dudas de qué opinaría mi tío”, siguió.

“Una vez que entré en el SI me tiraron contra la pared, me dieron un golpe en la panza y me empezaron a preguntar cosas a los gritos: «¿Qué sabés de los derechos humanos?»”. La respuesta urdida por Borda, quien intentaba mostrarse serena y ajena a aquel infierno, no los conformó: “Les dije que algo de la Constitución, ¿no?”.

La dejaron parada durante horas hasta que uno de los policías le consiguió una silla, luego de que le dijera que estaba embarazada y temía perder el embarazo. Más tarde la llevaron a otra pieza, relató, desde donde escuchaba los ruegos de San Filipo, quien pedía que los dejaran tranquilos por queno tenían “nada que ver”.

“A la noche me llevan a otra pieza donde estaba mi tío y otra gente, yo con los ojos vendados. Mi tío se cansó de hablar mal de mi padre, insultándolo, diciendo lo que le iba a hacer”, recordó Borda ante el tribunal, y reseñó el diálogo que mantuvo con Feced que se reproduce arriba, y que concluyó con un coscorrón.

Unos días después Borda fue llevada al Sótano, donde los detenidos-desaparecidos permanecían sin vendas. Allí se reencontró con su esposo y su amiga y conoció a Cristina Bernal, a quien describió como “muy torturada”. Bernal también declaró el lunes en la causa Díaz Bessone, antes que su ex compañera de detención.

Borda declaró que fue dejada en libertad el 25 de agosto, seis días después de ser secuestrada por pedido de su tío. Pero, antes de irse, conoció a un cómplice de la dictadura que paseaba su sotana por el centro clandestino.

“Antes de irme del SI se me acercó un hombre que me hablaba como un cura y me decía que había sido un error (la detención), que tenía que olvidarme y que no contara nada para no tener más problemas”, detalló la mujer.

“Entonces le dije que él había sido el único bueno conmigo, que me gustaría verle la cara. Me bajó la venda y lo vi, y en 1984 vi una foto en (el diario) La Capital del cura (de la ciudad de Casilda, Eugenio) Zittelli, y si no era el mismo era idéntico: hablaba como un cura y tenía ropa negra. No sé si era o no, pero era idéntico”, concluyó.

Aunque no está clara la fecha de fallecimiento, oficialmente se informó que Feced murió en 1986. Por esa razón biológica, la causa del chupadero lleva hoy el nombre de Díaz Bessone.

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