Alejandro Gabriel Ramúa tenía 22 años. El viernes, una bala que disparó un motociclista le dio en el pecho, a la altura del corazón. Estaba en la puerta de su casa, en Saladillo. Sólo pudo caminar unos pasos para entrar a su casa, y cayó muerto. En sus redes sociales, el chico iba relatando su rescate de las drogas, su acercamiento a Dios y el apoyo que recibía de la gente.
El día de su cumpleaños 22 hizo un posteo para agradecer y dar sus testimonio. Había perdido a su familia, había salido con mucho esfuerzo del infierno de las drogas y era según cuentan los vecinos ese joven solidario que ayudaba a todos y no tenía problemas con nadie. Horas antes de su muerte habían quemado en Renault 9 estacionado en la puerta de su casa, que compartía con un vecino que le dio un lugar cuando quedó sin nada y donde se ganaba la vida lavando autos. Todos los vecinos creen que la bala era para otro, aunque poco se sabe de esta muerte que ocurrió en avenida del Rosario y Lituania, una zona donde últimamente las balas no acostumbraban a retumbar, pero que el viernes mataron a Alejandro.
Su testimonio, hoy más doloroso, intenta dar ánimos a todos aquellos que vivieron una situación parecida:
“Gracias a otras familias que me ayudan día a día para que yo esté bien. Nunca pensé que mi familia me iba a dejar tan solo. Pero sé que un dios ve todo. Feliz cumple para mi vida y a todos lo que me ayudaron de salir de donde estaba tan perdido”
“Y esos hospitales que también me salvaron mi vida hoy lo puedo contar: un testimonio de vida y que algunos la sabe y sabe cómo yo pase mi vida, fui un chico muy perdido en la droga y gracias a mi voluntad salí de toda esa maldita droga hoy lo puedo contar pero antes no
“Pero sé de dónde Dios me saco y sé que sin Dios no soy nadie… Me llamo Alejandro Gabriel Ramúa, esa es mi historia de vida. Y les digo a todos los jóvenes que si le ponen voluntad salen de todas esas cosas. No me vergüenza decir Dios me ama”