Hagibis, el tifón más violento de los últimos cincuenta años en Japón, tocó tierra y llego a Tokio. El fenómeno climático más importante sobre el área metropolitana de la ciudad nipona sólo azotó con fuertes ráfagas de viento y mucha lluvia, pero nada más. Lo peor fue la previa, dos horas y media antes de arribar, hubo un temblor de unos segundos –eternos- que despabiló a más de uno. El consuelo de familiares y amigos es el hecho de haber vivido una experiencia fuerte pero la verdad, es algo que nunca hubiese deseado.
La tranquilidad con lo que los japoneses se prepararon para recibir al tifón más poderoso de los últimos cincuenta años es envidiable. Los supermercados terminaron vacíos pero todos hicieron las filas, todos esperaron su turno, y en las calles todos al mismo ritmo de siempre.
A diferencia de un día normal, se veían muchas personas con sus bolsas ecológicas llenas con víveres para resistir el paso de Hagibis. Las advertencias eran serias y para tener muy en cuenta. La embajada argentina distribuyo un mail con muchos consejos y varios links para ir consultando. Es que nadie tenía real dimensión de lo que iba a ocurrir cuando llegara el tifón.
El hecho que más asusta a una persona que no está acostumbrada a vivir este tipo de fenómenos climáticos es la incertidumbre; ante tanto bombardeo de información, de precauciones que tomar; es no saber que va a pasar, mirar la televisión, unos informes impresionante desde los lugares más peligrosos y no entender nada; en un punto las redes sociales ayudan pero por otro lado no.
Leer infinidad de tuits en los que se hablaba –sin saber- de la situación que se iba a vivir en el área metropolitana de Tokio. Para buscar tranquilidad, la cuenta oficial del Centro de Meteorología de Japón, era la más confiable, mientras tanto en el chat de periodista argentinos que todavía están en tierras japonesas, porque hubo un grupo –numeroso- de colegas ovalados que le tenía mucha fe a Los Pumas y que por estas horas, la preocupación debería haber sido buscar alojamiento en Oita (ciudad sede de las cuartos de final para los cruces de los grupos C y D), comentar que pasaba en cada lugar en los que la prensa criolla está alojada en la capital nipona.
Lo peor de la experiencia de vivir un tifón por dentro, no tuvo que ver con este fenómeno, a las 18.23 (hora de Japón), cuando amanecía en Argentina, mientras la principal preocupación que Hagibis llegaba a las 21 y en ese momento la búsqueda de alguna actividad de distracción para matar el tiempo era lo buscado, el piso comenzó a moverse, la primera sensación fue descifrar si era un mareo, pero no, nada de mareo, el piso se movía y el edificio también, pueden haber sido como máximo seis segundos, pero fueron eternos, mil imágenes pasaron por la cabeza de este enviado especial de El Ciudadano, más teniendo en cuenta que hoy mi hijo cumple tres años.
Acto reflejo de ir a resguardo del marco de una puerta y despertar a los compañeros de viaje para que hagan lo mismo. Nunca en mi vida el bobo había latido tan rápido.
Al instante comenzaron a llegar los mensajes de los colegas comentando lo sucedido, al ser varias antes del horario en que Hagibis debía arribar al área metropolitana de Tokio, el miedo comenzó a sentirse.
Minutos antes de las 21, la lluvia se intensificó y con el correr del tiempo, el viento también, los ventanales del séptimo piso en pleno barrio de Akasaka, comenzaron a moverse, el aire cálido se transformó en viento frío y ruidoso. No más de cuarenta minutos fue la duración del fenómeno en Tokio. Quizás en otras zonas más cercanas a la costa, los daños pueden ser mayores.
En el centro, aunque el transporte público se suspendió antes de las 18, la vida comenzó a tomar cierta normalidad, cuesta ver las calles de Tokio vacías, una ciudad en la que no hay horario en la que no haya personas caminando y en auto, asombra, es como vivir una película pero en total realidad.