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El trabajo docente, el amor y un mensaje de Whatsapp

El 28 de febrero, día de su cumpleaños y antes del inicio de clases, Vanesa Mancuso me mandó un whatsapp con dos fotos. Con Erica Di Francesco pintaban los armarios de la escuela 1276, en la que trabajan. «Ro, para que armes algún lindo escrito sobre la falta de presupuesto por parte del Estado y los malabares que hacemos los docentes para ambientar el aula y recibir a nuestros niños», decía el mensaje.

 En Rosario, se sabe, no todas las escuelas cuentan con los fondos y la prioridad que se le asignó -por ejemplo- al hoy reluciente Normal 2, desde donde el gobierno provincial eligió inaugurar el ciclo lectivo. Hay muchísimas instituciones con problemas edilicios, como la Gurruchaga, a la que van mis hijos. O tantas otras.

Volviendo a la 1.276, puedo contar de su profe de música, que tiene su banda de rock, que es un apasionado por enseñar y va a laburar en bici con su propia guitarra, porque en la escuela no hay instrumentos. Lo sabemos los que tenemos hijos en una escuela pública, muchas veces este tipo de déficits se cubren con ayudas de la cooperadora u organizando movidas como un té bingo.

Cosas como estas pasan día a día en las escuelas públicas. Y vale la pena conocerlas, porque muchas veces se opina sobre los docentes repitiendo argumentos descalificadores que uno puede escuchar en la radio, como el de «pelean por 6 kilos de pan» del gobernador Lifschitz o el tradicional «trabajan sólo 4 horas».

Para terminar esta publicación, cuento la otra parte de esa conversación de Whatsapp: la obra elegida para llenar de colores el armario de 2ª grado era una de Joan Miró, llamada «El nacimiento de los días». Y el mensaje que venía con la foto decía: «Me acompañará todo el año… Miró». No sé si Vane hablaba del artista o de mí. Por las dudas, ante la coincidencia de apellidos, le respondí: «Siempre».

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