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El universo del cine convertido en series de ficción televisiva

El primer libro hecho por un argentino y publicado en el país sobre el tema, analiza la era dorada y el mejor momento histórico que vive el formato y busca los orígenes y las razones del fenómeno. También explica los cambios de consumo y sugiere títulos.

Seriemanía. Ensayo
Pablo Manzotti
Literatura Random House
192 páginas

Pablo Manzotti arranca con una máxima irrevocable: “Nunca la oferta de televisión fue tan amplia y, a su vez, de tan alta calidad”. Pero, ¿por qué? y esboza una premisa central: “Ese crecimiento en el aspecto de la producción general del formato ofrece hoy una imagen que el espectador asocia al cine. La brecha con lo cinematográfico se achicó y hoy los elementos narrativos y las técnicas del cine llegaron para quedarse en la televisión”.
En Seriemanía, el primer libro hecho por un argentino y publicado en el país sobre el tema, el periodista especializado en cine, series y música, analiza la “era dorada” y “el mejor momento histórico” que está viviendo el formato, busca los orígenes y las razones del fenómeno, explica los cambios en los consumos y propone apuntes para elegir o profundizar en esa nueva adicción en la pantalla chica.

El pasado

“Esta –Manzotti redobla la apuesta– es una de las eras doradas de la ficción en televisión, es un momento en el que la ficción es mucho más atractiva y libre que el aspecto cinematográfico, permite experimentar mucho más. La televisión es un refugio de creatividad bastante más interesante que el cine”.
Una de las entradas a este mundo de ficción dramática para adultos, es, para Manzotti, Mad Men, un exquisito relato anclado en los 60 alrededor del mundo de la publicidad y sus protagonistas.
“Es una serie para los que no ven series, quienes entraron al fenómeno, lo hicieron con Mad Men. Todos hablan de la serie porque juega con la idea de cine, algo diferente que nunca se vio antes. Y éste es ese momento”, explica.
Seriemanía rastrea y reconoce los orígenes de este maridaje –cine/televisión– que hoy vive su mejor momento y viaja a los 50 con los unitarios de Alfred Hitchcock; pasa por los 80 con Cuentos asombrosos de Steven Spilberg y La dimensión desconocida, de Rod Serling, para concluir en el quiebre que genera la actual expansión: Twin Peaks que se estrenó el 8 de abril de 1990, de la mano del realizador de cine David Lynch.
“A Twin Peaks la pasaban en canal 9 los miércoles a las 21 y recuerdo que la debatíamos en la UBA porque implicaba un cambio de algo que en televisión no se había visto nunca, era la llegada de un director de cine con temáticas que no habían sido tratadas nunca y empieza a jugar con un héroe más complejo, con diferentes capas como es el agente Dale Cooper”, dice Manzotti.
Sobre esa base aparece más tarde Los Expedientes Secretos X, que si bien tenía estéticamente muchos puntos en común, “se forma una gran escuela de producción con una luz y composición diferentes y de esa escuela salen Howard Gordon, creador de Homeland, y Vince Gilligan, al frente de Breaking Bad. Ahí comienza a fermentarse todo”, agrega.
Pero, analiza, “si eso lo llevamos a los 90 con el asentamiento definitivo del cable y la aparición de internet y luego el download (descarga) legal o ilegal y el consumo ligado a lo tecnológico, la oferta es absolutamente diferente. Por un lado, hay un paradigma vinculado a la calidad cinematográfica y, por otro, lo tecnológico y cómo cambió la relación de uno frente al televisor”.

Identificación y empatía

Cierta adicción y voracidad que generan capítulo a capítulo historias como Mad Men, Breaking Bad, House of Cards, Game of Thrones, True Detective, The Killing, Sherlock, The Walking Dead o Homeland tienen que ver, para Manzotti, entre otros elementos, con la identificación y empatía con héroes más complejos.
“Representan la neurosis de fin de siglo y el lugar de la familia como algo importante, pero que no es lo esencial como en Los Soprano, donde James Gandolfini marcó un antes y un después en la actuación. Breaking Bad es la serie que hace perfecto todo, el desarrollo y la construcción del personaje –Walter White como el mito de la liberación y la transformación personal–, es el paradigma y la que blanqueó la descarga en internet. La familia siempre tiene un paralelismo en la empresa que lleva adelante, después hay diferentes intensidades”, dice.
Manzotti –uno de los primeros que tomó como nave insignia la temática de las series y la llevó a los medios masivos– sostiene que hoy “te identificás con antivalores, querés que le vaya bien porque hay una cuestión más maniquea de los directores”. Frank Underwood, el despiadado político de House of Cards, sería un concreto ejemplo.

Capítulos celulares

“¿Está bien mirar un capítulo desde el celular? me pregunta la gente y no lo sé pero sí me cuestiono: ¿qué es ver televisión hoy? En la tablet, en el escritorio, en Netflix, en aire, en TDA, en un plasma o un led o en un celular en el colectivo. Antes te podías leer un libro y hoy en un viaje ves una serie. Eso es clave en el cambio del consumo”.
Lo cierto es que empresas como Netflix capitalizaron ese lucro alrededor del componente adictivo y su serialidad como gancho entre un capítulo y otro y suben la temporada entera de las series que produce. “Vos decidís cómo la ves, querés consumir eso y, si tenés todo junto querés ir al final del misterio, ver qué hay detrás del asesinato o la conspiración. El manejo de la ansiedad está en cada uno y la voracidad se da ahí”, sostiene el autor.
Si bien las producciones del tanque norteamericano –Netflix, HBO, AMC, Showtime– es imparable, la BBC británica dio lo suyo al campo televisivo y cultural con creces, pero ¿en qué lugar está la Argentina, en términos de realización?

Argentina, una cuestión de género

“Creo que no hay tradición de formato, sino de telenovela y tira costumbrista. Lo más interesante no fue hace tanto y sucedió con las experiencias de Los simuladores y Hermanos y Detectives, de Damián Szifrón. Algo inédito que fue un éxito tremendo. Me parece que ahí está la clave y nadie volvió a experimentar por ese lado”, analiza Manzotti.
Sin embargo, “ahora con el plan de fomento del Ministerio de Planificación, la mayoría experimentó con series y miniseries y no miraron a Hollywood que es irrepetible y a otra escala, sino a la BBC. Con todo el respeto, pienso que hubo torpezas narrativas, pero está buenísimo que se haga. Hay que ir más al lugar común, al género”, recomienda.
Protagonistas con complejidades profundas en la piel de actores y actrices cada vez más comprometidos con este formato, un tratamiento cinematográfico en manos de directores reconocidos, un refugio de experimentación, narraciones con gancho, serialidad al servicio del espectador y un acceso que cambió para siempre el consumo cultural, hacen de la ruta de las series dramáticas una vía sin retorno.
Incluso, Manzotti arriesga: “Creo que en un futuro mediato va a haber estrenos simultáneos en cine y «on demand» y el año que viene la inversión en televisión va a duplicar lo que se invierte en cine”.
Si con la aplaudida y multipremiada Breaking Bad parecería que se llegó al techo de la excelencia y la expansión del formato, el desafío ahora es “ver con qué nos entusiasmamos más”, dice el autor, y el objetivo es “sostener en las series de TV el actual nivel de libertad creativa y exploración a lo largo del tiempo”, concluye.

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