Eso que llaman amor es trabajo no pago. La premisa marca el camino de la lucha por el reconocimiento y la visibilización de las tareas reproductivas y de cuidado como un trabajo similar a los que realizan quienes están incorporados al mercado de trabajo, aunque puertas adentro y realizadas casi siempre por mujeres. La moratoria previsional de 2014 vino a sacar a parte de esas trabajadoras de la oscuridad. Pero la semana pasada sufrió un revés: la Ansés lanzó una prórroga que deja en una especie de limbo a aquellas mujeres de entre 60 y 65 años que no cuentan con al menos cuatro años de aportes –ya que sólo se las habilita a comprar un máximo de 26 años–, y que tampoco pueden acceder a la Puam (Pensión Universal para el Adulto Mayor), destinada sólo a mayores de 65 años. Pero además existe una diferencia simbólica en lo que el Estado está reconociendo con esas opciones previsionales: “Una pensión tiene más que ver con un plan social, con un ingreso que te garantiza el Estado por ser un ciudadano mayor de 65 años. Al acceder a una jubilación, la sociedad te está diciendo: vos merecés una retribución por ese trabajo que hiciste durante toda tu vida”, consideró la economista feminista Candelaria Botto.
La moratoria previsional que la semana pasada se prorrogó es la que prevé la ley 26.970, sancionada en 2014, durante el kirchnerismo, y fue conocida como “jubilación para amas de casa”. Desde su sanción, más de 2.700.000 personas pudieron jubilarse, pese a no tener el total de los aportes registrados. El 86 por ciento de esos beneficiarios fueron mujeres. Es decir, casi nueve de cada diez. Es considerada un avance para los derechos de las mujeres, porque les brindó autonomía económica y porque, además, vino a equiparar en términos previsionales el trabajo doméstico con en que cualquier trabajador o trabajadora realiza fuera de su casa.
“Hay dos cuestiones a tener en cuenta: por un lado las mujeres tenemos mayores niveles de informalidad en el mercado de trabajo, por ende es más frecuente que no cumplamos con los 30 años de aporte, porque hay una estructura que nos lleva sistemáticamente a tener trabajo en negro, no registrado; y además, pensando en las mujeres que se jubilan ahora, de aproximadamente 60 años, pensemos que hay un esquema, una institución de familia mucho más aguerrida en su forma patriarcal, donde las mujeres cuando tenían hijos salían del mercado de trabajo y se dedicaban plenamente a las tareas del hogar. Ese trabajo que hicieron durante largos años de su vida para mantener el hogar, para cuidar a sus hijos, a personas enfermas y demás, no tuvo ningún aporte formal, por ende es bastante común, y esperable incluso, que las mujeres no alcancen esos 30 años de aportes”, analizó Botto en diálogo con El Ciudadano.
Lo que vino a hacer la moratoria fue permitir a las mujeres que no alcanzaban los 30 años de aporte poder comprar los que les faltaban, o todos, y así acceder a una jubilación mínima. “Al acceder a una jubilación vos tenés un reconocimiento por ese trabajo que hiciste para la sociedad. La sociedad te está diciendo: vos merecés una jubilación, merecés una retribución por ese trabajo que hiciste durante toda tu vida”, dijo Botto, que forma parte de la organización Economía Feminista.
La moratoria vencía el próximo 23 de julio y la Ansés, mediante una resolución, la prorrogó por tres años más. Esto, sin modificar la fecha de corte. ¿Qué significa esto? Para jubilarse, una mujer tiene que tener 60 años cumplidos y 30 años de aportes. La ley permite regularizar la falta de aportes desde los 18 años (cumplidos en 1977) hasta la fecha límite de regularización (31 de diciembre de 2003). Esto significa que para acogerse a la moratoria entre 2019 y 2022, las mujeres de entre esas edades deberán contar entre 4 y 7 años de aportes posteriores a diciembre de 2003, ya que sólo podrán regularizar entre 23 y 26 años de servicios.
Para Botto, en materia de igualdad de género, la moratoria concedió derechos. “La jubilación es un derecho que se les otorgó a esas mujeres. Se les reconoció el trabajo que habían realizado y también les dio autonomía económica, algo que muchas de estas mujeres no tenían porque no contaban con un ingreso propio. A partir de esta jubilación es que empezaron a tener un ingreso propio sin depender de sus maridos ni de sus familias. Es un ingreso bajo, pero es un ingreso propio”.
En términos monetarios, la llamada jubilación para amas de casa permite el acceso a una jubilación mínima, que hoy se encuentra en 11.528,44 pesos. Eso, al restar el dinero que requiere comprar los años que se adeudan, deja un ingreso por encima de los 10.000 pesos por los primeros 60 meses.
“Cuando recién salió la moratoria hubo un aumento en la cantidad de divorcios, que en muchos casos rompieron con situaciones de violencia de género”, ejemplificó Botto. “Para hablar de la erradicación de la violencia de género es central la autonomía económica, porque si vos estás con un violento no te podés ir si no tenés recursos para irte”.
La prórroga de la moratoria sin modificar la fecha de corte dejó en una especie de limbo a las mujeres entre 60 y 65 años, que hasta cumplir los 65 años tampoco podrán acceder a la Puam. Esto, además del cuestionamiento monetario (la moratoria permite el acceso a la jubilación mínima y la Puam al 80 por ciento de la misma y para acceder a ella hay que demostrar la falta de ingresos y propiedades, entre otras cosas), trajo un cuestionamiento simbólico.
“Una pensión tiene más que ver con un plan social, con un ingreso que te garantiza el Estado por ser un ciudadano mayor de 65 años. La jubilación es otra cosa: es un reconocimiento al trabajo aportado a la sociedad y la moratoria lo que permitía era eso”, consideró la economista.