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El virus anticipa desafíos globales urgentes: las nuevas “olas” del tercer milenio

Los adultos de hoy asumen (o deberían) que sus hijos ya no contarán con el bienestar de otras épocas. Cuando hablamos de “olas” nos referimos a temperaturas extremas de frío o calor o a la nueva cepa de coronavirus que invade el mundo, en lugar de pensar en paraísos y playas, música, arte o moda

Elisa Bearzotti / Especial para El Ciudadano

Los adultos actuales asumen (o deberían hacerlo) que sus hijos ya no contarán con el bienestar de otras épocas. Hoy, cuando hablamos de “olas” nos referimos a los niveles de temperaturas extremas de frío o calor, o a la nueva cepa de coronavirus que está invadiendo el mundo, en lugar de pensar en playas paradisíacas o vanguardias del arte, el diseño o la moda.

Recuerdo, cuando era pequeña, ver a mis padres alarmados por los raros especímenes de pelos largos, pantalones de anchas botamangas y camisas floreadas deambulando por las calles del pueblo. La “rebeldía” de los jóvenes de ayer (en realidad, escasamente transgresores porque en los 70 la verdadera rebelión se cocinaba en los ámbitos universitarios urbanos, totalmente alejados del concierto de experiencias pueblerinas) formaba parte de las charlas y preocupaciones de los adultos de la época, cesando invariablemente dos o tres años después, cuando los fulanos y menganas que llenaban las tardes ociosas, se incorporaban al mercado laboral, se casaban y asumían las obligaciones adultas que llegaban junto al corte de pelo de rigor. Es cierto que en el resto del mundo pasaban cosas pero pasaban lejos, en lugares remotos, tan inaccesibles para la conciencia del individuo común que, incluso sus nombres –Vietnam, Corea, Uganda, Biafra– sonaban como si provinieran de otra galaxia. En cambio, los problemas de los adultos actuales están mucho más cerca, aparecen apenas se atraviesan las puertas del hogar, e incluso muchas veces adentro del mismo.

Ellos asumen (o deberían hacerlo) que sus hijos ya no contarán con el bienestar de otras épocas, acosados a nivel planetario por sequías e inundaciones, condiciones climáticas extremas, aumento del nivel del mar, tsunamis, epidemias y otros desquicios. Hoy, cuando hablamos de “olas” nos referimos a los niveles de temperaturas extremas de frío o calor, o a la nueva cepa de coronavirus que está invadiendo el mundo, en lugar de pensar en playas paradisíacas o vanguardias del arte, el diseño o la moda. Esos “raros peinados nuevos” se transformaron en esos “raros virus nuevos” que han provocado, por ejemplo, que en las celebraciones navideñas padres e hijos brindaran separados por una pared porque alguno de ellos se había contagiado y debía permanecer en aislamiento. Y es que en estos días, el número de casos de covid-19 a nivel mundial alcanzó uno de los peores picos de la pandemia. El récord provocó importantes restricciones en China, mientras que en Occidente las autoridades siguen dando manotazos de ahogado, sin lograr controlar la situación.

En Estados Unidos, por ejemplo, las cifras relacionadas al coronavirus se incrementaron abruptamente en la última semana, cuando se registraron 237.061 casos, es decir un 66% más que la semana previa, y 1.453 muertes, un 18% más, según datos de la Universidad Johns Hopkins publicados por la cadena CNN. Sin embargo, a contrapelo de lo que indica la realidad, el gobierno de Joe Biden, respondiendo a presiones internacionales, anunció que “las restricciones de viajes ya no son necesarias para cuidar la Salud Pública”, dado que están las “vacunas de refuerzo protegen contra Ómicron”, y decretó la reapertura de las fronteras con Sudáfrica, Botswana, Zimbawe, Namibia, Lesoto, Eswatini, Mozambique y Malawi. En Europa también aumentaron los contagios, registrándose nuevos récords diarios en Francia y el Reino Unido con más de 180.000 y 129.000 casos, respectivamente. A pesar de ello las autoridades dudan sobre el tipo de estrategias a implementar, debido a los signos de menor gravedad de Ómicron. En España, por ejemplo, el gobierno conservador de Madrid confirmó la realización de las celebraciones de Año Nuevo en el centro de la capital española, a contramano de todas las demás grandes ciudades del país y de Europa. Barcelona, Valencia y otras importantes ciudades españolas cancelaron sus exhibiciones de fuegos artificiales para evitar aglomeraciones, y recientemente anunciaron medidas similares los alcaldes de Berlín, Londres, París y Roma. En Alemania, varios Estados decretaron además el cierre de los lugares nocturnos y limitaron a 10 personas –sin contar menores de 14– las reuniones privadas, pero si hay no vacunados se reduce a una familia con un máximo de dos personas de otro grupo familiar, según informó la agencia de noticias alemana DPA. En cambio, la Justicia de Bélgica dio marcha atrás con el cierre de teatros y salas de espectáculos que había anunciado la semana pasada el primer ministro Alexander De Croo como medida para frenar la propagación de la variante Ómicron, abriendo las puertas a una celebración de año nuevo con brillos prepandémicos.

Quienes no dudan sobre las medidas necesarias para erradicar esta pandemia son los chinos, que decidieron desplegar un dispositivo de alta complejidad para controlar los escasos 175 casos registrados en la ciudad norteña de Xi’an, famosa por sus esculturas de terracota de guerreros y caballos a tamaño real enterrados en el mausoleo del primer emperador de China. La urbe, que cuenta casi con la misma población de la ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires, encendió las alarmas al registrar la cifra diaria más alta para una ciudad china desde marzo de 2020, por lo cual el gobierno puso en estricto confinamiento a sus 13 millones de habitantes, ordenando el cierre de todos los negocios no esenciales y autorizando sólo a una persona por hogar para la compra de artículos de primera necesidad, cada tres días. Mientras tanto, cuadrillas de empleados municipales desinfectan toda la ciudad. Seguramente, por este tipo de medidas el país asiático que fue cuna de la pandemia, acumula apenas 4.636 muertes por covid-19 desde el inicio de su brote, a fines de diciembre de 2019 en Wuhan.

Nuestro país no ha quedado al margen de la suba de casos mundial, por lo cual la ministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, convocó a sus pares de todas las provincias para definir nuevas estrategias sobre la situación epidemiológica a partir de la suba “exponencial” de casos de contagio –según ella misma lo definió– por la circulación de las variantes Delta y Ómicron. Entre las nuevas medidas que se analizan se encuentran los plazos de aislamiento para personas contagiadas con coronavirus, el avance del plan de vacunación, la autorización de la venta de autotesteos en farmacias y la recomendación para considerar positivos a las personas que sean contacto estrecho de un caso confirmado de covid-19 y tengan síntomas, sin necesidad de examen de laboratorio.

La tristemente célebre frase acuñada por uno de nuestros impermeables ex presidentes –“Estamos mal pero vamos bien”– parece aplicarse también para esta ocasión, cuando a pesar de las evidencias algunos expertos indican que estaríamos transitando la última etapa de la pandemia… ¿Será que la esperanza es más fuerte que la desdicha? ¿Será que finalmente los cielos se abrirán y una lluvia de abrazos tomará por asalto a la humanidad perdida? No sé si ocurrirá, pero este deseo merece un brindis… Levanto mi copa para que el 2022 nos encuentre más sanos, más juntos y un poco más sabios… Chin-chin.

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